Capítulo Treintaicinco. Secuelas

Lo sabías.

No lo niegues, lo sabías. Tarde o temprano reaparecería. Soy un predecible impredecible. Capaz de mostrarme ausente y sin embargo más presente de lo que a muchos les gustaría. A veces soy ese nervio en la boca del estómago. A veces soy ese mal sueño no deseado -o el deseo oculto y acallado como un pecado carnal no confesable- ... En mil ocasiones soy protagonista de tus rencores más retorcidos. En otras mil soy ese desconocido que te sobresaltó por haberlo confundido con mi lado humano. En general represento todo aquello que se deja a medias o que se esfuma de forma abrupta. Cual portazo en la cara.

Sea como fuere, heme aquí. Felino a los mandos.

Llevaba largo tiempo sin compartir la parte no visible de este cuerpo destinado a convertirse en cenizas. Las reflexiones que hoy revelo comenzaron a gestarse bajo las ya conocidas escalinatas de la Catedral de la Almudena, en Madrid.

Costumbres que tiene uno.

Han pasado exactamente tres meses -del veintisiete de Enero al veintisiete de Abril, y quizá la fecha no sea mera coincidencia- de aquella noche en la cual volví a merodear entre las robustas columnas del mencionado templo. Para mi disgusto, esta vez no llovía. Para mi regocijo, se calcaron casi de forma íntegras la misma soledad y el solemne silencio que me hicieron compañía la vez primera. Tuve la extraña sensación de estar cumpliendo una promesa o pacto no verbalizado/firmado. A saber si más conmigo mismo... o contigo.

Pero no soy de quedarme anclado. Tras haber rendido homenaje a un lugar que considero preciado, exploré nuevos parajes que no tuve a bien conocer en mi anterior visita.

Por ejemplo, el Museo del Prado.

El ser un ente imaginario tiene sus ventajas. Una de ellas es que no requiero de pagar entrada alguna para acceder a cualquier rincón que se me antoje.

Entre las salas de tamaño cúmulo de obras y artistas, disfruté cual gatete al calor de una estufa. No creo que sorprenda a estas alturas que las pinturas negras de Goya sean una de mis devociones. "El aquelarre", "Las Parcas", "Saturno devorando a su hijo"... Sin desmerecer tantas otras obras que se ganaron mi simpatía. Verbigracia: "Los Pecados Capitales" o "El Jardin de las delicias" de El Bosco; "Alegoría de la Redención" de Jacopo Ligozzi; "El paso de la laguna Estigia" de Joachim Patinir; "Saturno" de Peter Paul Rubens... Muchas captaron mi atención, pero sólo una me traje como predilecta.

No esperéis nada de Velázquez, de El Greco, ni el fusilamiento del General Torrijos. Mis ojos quedaron absortos largo rato ante un cuadro de dimensiones muy inferiores a todas las anteriormente mencionadas y que para muchos, de seguro, pasa desapercibida, casi escondida como permanece en una habitación pequeña y de menor importancia.

Se trata de "Las edades y la muerte", de Hans Baldung Grien.

Va, os dejo tiempo para abrir una nueva pestaña en el navegador y buscarla*. De nada.

Es una obra que impacta y que no resulta agradable en una primera impresión para la mayoría de los espectadores ¿Será por ello que a mí me fascina? Esa lanza rota en tres partes -representando las tres etapas de la vida: infancia, juventud y vejez- Y el detalle totalmente intencionado de que todas las figuras implicadas conecten entre sí irremediablemente...

El citado lienzo encierra una realidad que no muchos toleran aceptar de buen grado. La relatividad de nuestra existencia. El imparable flujo del tiempo entre frágiles clepsidras. Lo hermoso que puede ser plasmar aquello que desagrada. Ser capaz de crear sensaciones, no todas placenteras.

Es lo que todo artista desea al fin y al cabo, ¿No? Poseen un anhelo insaciable por crear algo de belleza perdurable. Los artistas tratan de contar historias a través de sus creaciones. Las buenas historias ayudan a ennoblecer al ser humano, tratan de arreglar lo que tienen estropeado. Les ayuda a ser las personas que sueñan ser. Falacias, que encierran una verdad oculta.

Así podríamos decir por ejemplo que Mozart, Bethoveen o Chopin no murieron... Se convirtieron en música. O que los escritores componen poemas porque necesitan un lugar en el cual todo sea lo que no es.

Como el gran Miguel Ángel y su "Dios creando a Adán". Dicen algunos que representa el momento exacto en el cual el Todopoderoso le dio al ser humano un propósito. Pero en realidad el cuadro esconde otro significado, algo más profundo y enrevesado. Una metáfora... Una mentira.

Miguel Ángel ocultaba a simple vista un mensaje con el cual, más de quinientos años después, un médico llamado Frank Meshberger especuló, para beneficio de la humanidad: vio la silueta del cerebro humano tras la supuesta representación del Padre Creador. He ahí la fábula: el don divino, no procede de un ser superior, si no de la propia psique humana.

Y cuán cierto es que de la mente nacen las ideas y que estas representan el arma más potente que posee el Homo sapiens junto a la capacidad de generar, almacenar e interpretar información.

Un ejemplo práctico. En 1935, Josef Stalin le preguntaba a un ministro francés: "¿El Papá? ¿Cuántas divisiones tiene el Papa?" Quería con esa cuestión hacer ver que el Papa no tenía Fuerzas Armadas y que por tanto, no tenía poder.

Pobre iluso. 55 años le quedaban a la URSS mientras que el Papa sigue siendo hoy día uno de los personajes más influyentes y relevantes a nivel mundial - aunque cuente con una pequeña Guardia Suiza, si de tropas queremos hablar-

Lamentablemente aún queda en la actualidad mucha gente que cree que el poder lo dan los tanques y no las ideas. Yo discrepo rotundamente. Las nociones y elecciones, la comunicación y las percepciones, las experiencias y conceptos que recopilo sobre mí mismo y sobre todo cuanto me rodea; los secretos peliagudos, la autoconsciencia, el autogobierno... El entramado cerebral cognitivo alberga el verdadero potencial, capaz como es de lo mejor y lo peor. La insuperable fuerza absoluta.

'Querido' Stalin: no puedes hablarle de lanzas a quien ya sabe de misiles.

Dicho esto, toda atribución conlleva responsabilidad y no queda libre de riesgos a asumir. Da igual cuánto creáis conocer del contexto que os rodea. Podéis doblar la esquina mañana mismo y que os peguen un navajazo, un tiro, un puñetazo o traten de asfixiaros... ¿Pero es eso realmente poder o facultad? La mente humana; su neuroplasticidad, su resiliencia, aportan herramientas para VIVIR, para desenvolverse en esta jungla llamada mundo. Las armas, el único poder real que proporcionan es el de matar, es el de hacer MORIR. Ese recorrido es y siempre será muchísimo más súbito y plano en enseñanza.

Las guerras se inician y se acaban. Las ideas perduran, evolucionan o se transforman. Se pueden actualizar o se pueden dejar de lado; se pueden desfasar y reprobar o revocar según la sociedad vire en dispares direcciones, pero nunca desaparecen. Y justo porque nada, jamás, se desvanece del todo, se reproducen también las ideologías extremistas. Y la sinrazón. Y el odio. El caos. La violencia y la barbarie. "Los placeres violentos tienen fines violentos" escuché hace no mucho.

Si a dada disquisición le añadimos este profano medio -Internet- tenemos fiesta montada para rato. La red de redes ha vuelto a los seres humanos hipersensibles en muchos casos, gilipollas en un amplio espectro, y sobre todo borregos mentales de libro. Porque quien no sabe discernir la realidad de la invención está abocado a vivir alienado y repitiendo mantras absurdos como dogmas de fe.

Decía Denzel Washington allá por 2016 que "si no lees los medios estás desinformado, y si los lees, estás mal informado". Ya nos jodió Mayo con las flores.

Y no crean que sólo los paletos caen en según qué manipulaciones. He visto a mentes brillantes comérselas dobladas, si se me permite la expresión. Entre ellos, mi joven pupilo. Que de mente privilegiada atesora más bien lo justo, pero de goles por la escuadra tiene la portería llena.

Para muestra un botón; quizá mundano y bajuno: el personal que se indigna cuando alguien les insinúa que únicamente los quieren follar ¿Disculpen? ¡En todo caso enójense con quien les diga que los quiere cuando sólo ansían echar un polvo! Eso sí que es para cabrearse. Y así con todo. El mundo al revés, la posverdad, los juicios mediáticos, los veredictos de antemano, las respuestas en caliente a golpe de chat... las redes sociales y su puta madre.

La cruda realidad es que la gente siempre te hará daño alguna vez. El dolor forma parte de la vida. Lo importante es saber reconocer quien lo hace sin querer... Y quien lo hace sin quererte. Al final todo es una cuestión de taras en la comunicación, de ausencia de datos relevantes que se pierden o se obvian/omiten en el camino que recorren todas y cada una de nuestras conexiones interpersonales. Las interpretaciones que realizamos, las entonaciones e intenciones que otorgamos, las expectativas que nos fijamos, los ideales que presuponemos...

De ahí que haya historias que terminen como el rosario de la aurora, y a uno se le vengan a la memoria citas como la del gran Borges: "Te debo las mejores y quizá las peores horas de mi vida, y eso es un vínculo que no puede romperse". Coño, cuánta razón. Sentencia válida para cualquier tragicomedia o relación emocional, causal, comercial o transaccional que se proponga.

En cualquier caso, el aquí firmante hace mucho que no padece por sus consabidas derrotas. Claro que supongo que en algo fallé: en ocasiones como cachorro, en otras como hermano, tutor, pareja, hijo o amigo. No siempre dije ni digo lo correcto. No soy el felino mas hermoso del mundo. Me encantan mis manías. Tengo cicatrices porque tengo una historia. Algunas personas pueden amarme, otras no. Hice cosas buenas, hice cosas malas. No me acicalo cuando se me permite salir y muchas veces ni me arreglo el pelaje. No pretendo ser algo que no soy. Soy orgulloso, impulsivo, emotivo, y no me disculpo por ser yo. Jamás lo hice y jamás lo haré.

Oppenheimmer dijo que "un hombre cuyos errores se tarda diez años en enmendar, es un gran hombre" ...No seré yo quien le lleve la contraria. Llegados a ciertos puntos el ser directos, asertivos; el no andarse por las ramas, son conductas que han ganado muchos enteros en la escala de valores adquirida. Y si ello provoca entrar en conflictos, bienvenidos sean. No hay necesidad de ser el chico popular ni el más agradable del barrio.

Lo prefiero así. Lo preferimos así. Ya lo decía José Martí: "Triste cosa es no tener amigos, pero más triste es no tener enemigos. Porque quien enemigos no tenga, es señal de que no tiene: ni talento que haga sombra, ni bienes que se le codicien, ni carácter que impresione, ni valor temido, ni honra de la que se murmure, ni ninguna cosa buena que se le envidie"

Pero que nadie me tome por agorero, que no ando en absoluto contrariado y nada de esto es novedoso o particular. "Para moldear a su gente, a menudo Dios tiene que fundirla" rezaba un antiquísimo proverbio Amish. Estamos por tanto ante un problema existencial de corte general y ancestral. Parece que desde la mismísima creación; desde el pecado original, desde Caín y Abel, una lección sin sufrimiento no sirve de nada. Que sin sacrificio no hay recompensa. Yo mismo admito que logro mayor inspiración en mis pesares y que de este modo los desahogo, al igual que muchos otros seres se expresan pintando, tocando, cantando o bailando. Plasmando al exterior las respuestas que de manera errónea buscábamos fuera, cuando siempre han estado dentro. Se dice que una vez superado el dolor y aprendidas las lecciones, se consigue a cambio un corazón capaz de soportar todo lo que le echen. Un corazón de acero.

Por ello existe un pedestal esperando en la gloria para el hombre que llegue a conocer su lugar. Enfrentarse a uno mismo y a quien se debe ser. Enfrentarse a las elecciones que se deben tomar para ser... quienes decidamos ser. Hasta alcanzar esa plenitud que nos lleve a decir en mitad de la nada...

Ya no estoy solo. Estoy conmigo.

"Yo podría vivir encerrado en una cáscara de nuez y considerarme el rey del espacio infinito". Esta frase del Hamlet de Shakespeare resume muy bien la historia humana con el universo. Viven encerrados en una minucia, pero durante miles de años se han creído amos y señores de todo lo que los rodeaba por muy lejos que estuviera. Ingenuos homínidos... Sin embargo, como también decía Hamlet, "hay más cosas en el cielo y en la tierra de las que sueña nuestra filosofía". El universo es tan sobrecogedoramente grande, raro y salvaje que es difícil de resumir con palabras.

De hecho, en no pocas ocasiones nos faltan palabras y signos para interpretar las partituras que desde el cielo deja caer el libre albedrío bajo nuestras figuras. Y hablando de palabras... Quisiera cerrar con un dato que desconocía hasta hace poco: en español no existe antónimo para la palabra Serendipia. Creo que la mayoría de los lectores habituales sabéis cuánto significa dicha palabra para mí.

Estamos ante uno de los pocos conceptos que no tiene opuesto en el lenguaje castellano. Y sinceramente, me alegro. El amor se puede convertir en odio, el futuro en pasado, la verdad en mentira, la cercanía en distancia, la sonrisa en lágrima... Pero serendipia no tiene contrario ni sinónimo que le haga sombra. La serendipia fue, es y será única y jamás encontrará contraposición en el diccionario. Ni en mis dominios.

Para terminar, me gustaría citar a Francis Bacon, padre del método científico. Decía que "El hombre que no ama no entrega rehenes al destino". Por ello, querida serendipia, escogería conocerte siempre, en cualquier momento, aunque tarde; una y otra vez, a pesar de que quizás en ninguna vida pueda despertar contigo. Porque prefiero verte de lejos, a renunciar a quererte, por no poderte ver.

Dicen que no hay que atraer con la palabra y el pensamiento lo que el tiempo y las acciones mandaron al lejano olvido... Pero yo solo sé que aquí siempre huele a lluvia. Huele a petricor, que es justo a lo que quiero que huela el hogar en el que quiero crecer -quien sabe, ¿Contigo?- el resto de mi vida.

Y recuerden, conocidos y extraños:

"La vida no vivida es una enfermedad de la que se puede morir"
-Carl Jung-

*Museo del Prado - "Las edades y la muerte"

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