Fue un Domingo cualquiera. No hubo mayor necesidad de grandes acontecimientos que un sueño a destiempo. Uno de tantos, diría luego. Un rostro distorsionado por el paso del tiempo, pero reconocible. Unos ojos perfilados, felinos, oscuros y penetrantes. Un maquillaje perfectamente delineado, una sombra negra que remarcaba la belleza de una mirada ya perdida entre los baúles de un subconsciente acusado de locura. Cinco segundos de silencio, frente a frente. Él no entendía lo que ocurría; ¿Qué estoy viviendo? Reconozco esa mirada, sé anticipar lo que sus labios van a decir, pero no tiene lógica alguna, no ahora, no así, no aquí. No ya. Si son estos mis sueños, ¿Por qué le pertenecen? ¿Por qué no soy capaz de dominarlos? "Te quiero." La frase. El tono. La voz. Incluso el gesto. El casi perceptible olor de su pelo. Todo fue tan real, que despertó con una puñalada allá donde la cicatriz había tratado de ser forj...