Capítulo Dos. Habla el tigre

Más de cinco años han pasado.

Nunca entendí al humano. Y sigo sin entenderlo.

Tiene las circunstancias y cualidades del caballo ganador e insiste en no salir siquiera a pelear por la carrera. Cede el paso con reverencias de cortesía y buenos modales cuando bien podría pisotear a sus oponentes sin remordimiento alguno. Quizá sea que él siempre fue su mayor enemigo y yo jamás he sido capaz de hacerle creer lo contrario ¡Pero sé que es miedo lo que lo noquea!

No es falta de confianza en sí mismo lo que lo bloquea, si no falta de fe en todo aquello que le rodea. Teme fallar y por ello no arriesga; pero al no arriesgar, jamás triunfa.

Tampoco es que lo tenga por idiota: analiza con tino muchas cuestiones cotidianas y no le pasan inadvertidos incontables detalles que el resto de mortales consideran vanales. Incluso se anticipa en ocasiones a los acontecimientos; podría dejar atónitos a propios y extraños con lo acertado de sus intuiciones y podría destruir la realidad y la supuesta verdad de muchos de sus allegados con sólo abrir la boca y contar lo que sabe. La información es poder, peligroso poder...

Y sin embargo y por contraposición, luego no es capaz de analizar la tragicomedia ilógica que su manifiesta indeterminación representa ¿Acaso le ha ido la vida mejor caminando a medio gas? ¿No ve que su historia está tan plagada de lamentos, derrotas emocionales y desavenencias como la de cualquier otro humano que sí sale a jugar, a buscar su lugar en la tierra?

Si la vida nos lanza a caminos repletos de tropiezos incluso cuando no recorremos el sendero de nuestros propios sueños... ¿Por qué no escoger el circuito de nuestros deseos? ¿Es mejor perder insistiendo en un error que perder batallando por un acierto? ¿Acaso duele menos? ¿Acaso considera que si cae derrotado tratando de alcanzar su propia identificación, su elemento, la caída va a resultar tan intolerable para su corazón que no tendrá más remedio que dejar de existir?

¿Pero es que acaso existe ahora, tan anulado y vacío? ¿No es capaz de ver la amarga ironía que resulta de su elección de no elegir jamás?

El humano me desespera. Vive tan enamorado del amor, que no tiene tiempo para las personas. Se está identificando de forma alarmante en el dolor; su ego se retroalimenta de la melancolía, y así es imposible que vea lo que a vista del mundo es una realidad innegable: tiene tablas para ponerse el mundo por montera.

Tan cegado y tan profundo se ha zambullido en la desdicha, que lo intuyo considerar que si esta desaparece, él no existe ¿De verdad es por ello por lo que quiere ser recordado? ¿Por las palabras cargadas de tristeza, los días grises, las sombras ocultas y las alegorías de todo aquello que resulte oscuro?

Yo también considero hermosas las zonas tenues, la baja luz o su ausencia total, los enigmas, la negrura y la oscuridad... Pero no me dejo definir por ello. No al completo.

No se trata de resultar relevante, viral o momentáneamente reconocido. Se trata de hacer que prevalezca su propio espíritu por encima de la necesidad de aprobación externa.

Es ese y no otro el talón de aquiles de su alma que debo insistir en reforzar, ¿Pero cómo? No soy más que una bestia, una voz aislada en la recámara; una doblez latente de su personalidad que fue relegada a ver desde la grada los acontecimientos. Que fui primero enjaulada, luego adormecida, posteriormente drogada -sin edulcorar la realidad me habría sido imposible disfrutar del contexto- y finalmente resurgida por un bien común: si él no sobrevive a sus propias obsesiones, yo tampoco lo haré.

...

¿Que por qué fui enjaulado? Yo siempre he querido poseer su corazón y hacerlo arder. Ver ese fuego, que late fatuo en la dimensión perdida, extenderse y cruzar los límites de la realidad. Esparcir por el mundo las cenizas de algo que pudiera resultar objetivamente bello.

Momentáneo, fugaz, pero hermoso.

El humano consideró que eran mías las malas formas, el temperamento, el deseo carnal incontrolable y la falta de amor. Ha entendido tarde que esas cualidades le pertenecían sin ser yo culpable o motivo. Sin ser yo partícipe. Pero no le culpo por ello: era lo que le habían enseñado a creer.

La raza humana me tacha de salvaje e irracional por follar sin romanticismo, por matar para comer y por utilizar estrategias furtivas para sobrevivir... ¡¡¡HACÉIS JUSTO LO MISMO DÍA TRAS DÍA CON LA DIFERENCIA DE QUE YO JAMÁS LE HE TENIDO QUE PEDIR PERDÓN A NINGÚN ANIMAL POR SER TIGRE MIENTRAS QUE VOSOTROS REVESTÍS DE EXCUSAS Y LAMENTOS TARDÍOS LOS PECADOS QUE COMO ANIMALES HABÉIS DE COMETER!!!

Vivís cargados con los mismos reflejos e instintos, pero insistís en convertir en tabú partes inherentes a la condición del ser vivo. Rellenaís con veneno opiniones; os puede el egoismo, el hedonismo y los complejos; señaláis con el dedo al otro, habláis de vuestras patéticas medias verdades como axiomas científicos inamovibles, buscáis rodearos de entidades que piensen como vosotros y afiancen aún más vuestras acciones y decisiones, justificáis lo que no es justo…

… Y cuando todo ello cae y la cruel realidad os golpea, recurrís a la química, culpáis al destino y solicitáis la redención divina en misa.

Como no hay una verdadera catársis de honestidad, engañaros más y más profundamente es la única manera que tenéis de dormir tranquilos por la noche -y miento, pues la pandemia del insomnio es común en vuestra estirpe- Ya no hay voluntad inquebrantable que os pueda recoger del pozo anegado de mierda en el cual insistís en permanecer. De vuestra espiral de decadencia social no os podrá salvar ya ni la más pura y limpia de las virtudes. Ya no hay verdad que levante vuestra historia y os recuerdo: desnudos y ante la muerte, no habrá réplica exculpatoria que os exonere.

Y sin embargo, yo, soy la bestia salvaje. Peligrosa y malévola.

Pero no estoy aquí para dar mi opinión sobre aquello que visiblemente detesto.

¿Preguntáis por qué me dejé encerrar? Bueno, invernar no entraba en mis planes. Pero odio el frío. Y el humano tornó témpano cristalizado tiempo atrás. Detesto el olor gélido de su corazón. Detesto la escarcha que lo recubre y detesto su fragilidad. El hielo se quiebra, se crispa y revienta entre mis garras sin posibilidad luego de recomponerlo. No logro más que arañar la superficie fría del muro que ha forjado en su pecho. Antes de poder encender la llama y de prender la mecha de un latido vivaz y caluroso, tengo por reto y tarea fundir las capas de nieve que ahora mismo lo entumecen.

No sabría responder con mis propias palabras a por qué he permanecido impasible a su historia -que no deja de ser mi historia- pero quizá sí podáis identificarme en estos versos que no me pertenecen:

"Yo como vosotros fui sorprendido
mientras robaba la vida,
expulsada de mi deseo de amor.

Yo como vosotros no fui escuchado
y vi los barrotes del silencio
crecer en torno a mí…

Yo como vosotros lloré.
reí, esperé.

Yo como vosotros sentí que me 
despojaban 
de mis vestidos

y cuando en mis manos pusieron
mi vergüenza
vergüenza comí cada día."

...

Sea como fuere, me será inútil aportar algo de valor a la historia recordando en cada página los inviernos que se marchitaron. Hablar de los años que se fueron no va a ofrecer novedad en su camino. Necesita transformarse. Necesita reconvertirse. Ahora mismo ese es su máximo objetivo, una obsesión recurrente y enquistada en su foco de atención: que no pueda volver a ser definido con los mismos reproches que casi lo rematan. Ser algo nuevo, algo fresco, algo mejor. Diferente.

Y es que la necesidad de cambio es innata en el ser humano. Sólo en el movimiento se sienten vivos. Aunque a veces les duela. Algunos transforman hasta su imagen. Cambiar por fuera es una forma de decirle al reflejo del espejo que no desean ser más la persona a la que hicieron daño. Pero les cuesta entender que esas experiencias, ese dolor, esas noches en vela y esas almohadas repletas de lágrimas son parte de un bagaje necesario y obligatorio por el cual todos deben pasar. Y sí, quizá nunca haya paz; siempre tendrán alter egos acechando en la oscuridad para recordarles, cuando caigan de nuevo, lo débiles que son. Pero así funciona este juego. Saldrán de nuevo a pelear y combatir contra sí mismos, y aunque crean perder, en cada batalla ganan algo. Fuerza, aprendizaje, cicatrices. Mientras la guerra dure, seguirán usando disfraces, se reinventarán mil veces y levantarán murallas para que los ataques, cada vez, lastimen menos. Pero siempre olvidan, que incluso malheridos, siguen brillando con luz propia, y que la única oportunidad y el único reencuentro que deben anhelar, es el que se den a sí mismos. Entonces no harán falta disfraces, y todo el dolor habrá tenido significado.

Poco más puedo contaros ahora mismo desde mi perspectiva, desde mi sesgada visión felina. Desde la lejanía, desde la voz que creo haber oído en sus sueños, poco más puedo deducir, aunque creo haberos dado buena cuenta y análisis de lo que respecta a mi alter ego homínido. Me queda mucho por parlamentar con el chico dentro del cual existo para poder entregaros un hombre de respuestas claras.

Un hombre convertido en caballo ganador.

Y ya está bien por hoy. No es a vosotros, curiosos merodeadores, a quienes quiero dar la charla.

Maldito humano, ¿Puedes oirme? Escúchame con atención, muchacho:

Hablas de una pérdida que ha dejado una cicatriz horrible donde antes, supongo, estaba el corazón. Un hueco negro, vacuo y sin vida. No me atreveré jamás a juzgar el dolor que sientes por ello, bien sé lo mucho que una ausencia puede destrozar el alma de un ser vivo que ha amado. Sé que ahora las palabras, buenas o malas, te resbalan, pues son migajas comparadas con el dolor que sientes. No es que te hayas vuelto fuerte como una roca y nada pueda afectarte, todo lo contrario: te has anulado tanto, te has vuelto tan insignificante y débil, tan vacío, que no pueden lastimarte. ¿Cómo van a lastimar algo que ya no existe? ... El problema es que ahí te estás equivocando de lo lindo. Aunque no quieras existir, sí existes. Por mucho que te joda no vas a desaparecer, y por mucho que quisieras morir no tienes el valor suficiente para acabar con tu propia vida y ¿Sabes? Eso es bueno. Se llama instinto de supervivencia, y todo animal racional o irracional, lo tiene. Si en el fondo de tu espíritu no se albergara una mínima esperanza, simplemente te dejarías morir, no te dedicarías, por ejemplo, a mostrar públicamente tu dolor, cuando bien sabes que nadie puede ayudarte y que nada de lo que nadie te comente va a cambiar un ápice tu convicción y tus estados de ánimo. Si quieres vivir el resto de tus días identificado en el dolor adelante, no seré yo quien te lo reproche, he caminado largo tiempo por esos terrenos oscuros y no me averguenzo de ello, incluso llegaron a agradarme. Tanto, que casi dejo que me anulen por completo. Yo también quería -y aún quiero a veces- ser una simple sombra. Pero no sirve de nada, en última instancia. Bajo el dolor no hay redención, sólo más dolor.

Y aunque la tristeza se convierta en obligatoria compañera de viaje en muchos momentos de la vida, el sufrimiento es opcional chico. Nadie te está pidiendo que elimines de un plumazo las marcas de tu historia. Son los puntos de inflexión, las caídas en picado, los periodos de bajeza y las malas etapas lo que nos hacen ser quienes somos. Pero sí te pido que aprietes los puños. Que sueltes lastre. Que no te engañes. Que dejes de creer que la longitud temporal que le otorgues al malestar va a definir lo mucho o poco que en realidad sentiste. Vas a seguir siendo recordado del mismo modo muestres lo que muestres. Que decidas estar triste no va a hacer creer al mundo que fuiste mejor o peor. Deja de guardarle la cara a todo aquello que murió. Mostrar solemne respeto ahora, vivir un luto profundo por las personas que no están, no va a significar que fueses respetuoso cuando realmente debías. No les sirve. Ni a ti tampoco. Es de corazón enorme el buscar la paz con el pasado, pero es de corazón aún más grande aceptar tus limitaciones y dejar espacio a quien libremente no desee disculparte.

Así que lucha.

Por que si luchas, puedes perder.
Pero si no luchas, estás perdido.

Hazlo.

Si no por tí, por la persona que se fue. Ella no querría verte morir en vida.


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