Capítulo Cinco. Sangre

Odio que me despierten a destiempo.

No ser yo quien decide cuándo abrir los ojos me enfada sobremanera. Me dan ganas de rugir a los cuatro vientos sin cesar y destrozar todo aquello que me rodea.

Sin embargo, el instinto de caza y la sed furtiva jamás desaparecen. No dejo de ser un animal salvaje al fin y al cabo. Y a cualquier depredador le hubiese costado no abrir los ojos y salir del letargo ante lo que mi olfato había comenzado a apreciar.

Olor a sangre.

Sangre fresca recién vertida. Heridas nuevas, recientes, abiertas durante la noche que aún me atrapaba. Una vez tomé consciencia de no estar soñando, el instinto inicial dejó paso a una pregunta racional de mayor calado.

¿Quién la estaba derramando? ¿Y dónde?

En este mundo, salvo contadas excepciones, sólo convivo yo con un mar infinito, una luna llena constante y noches que triplican en longitud a los ratos de sol; si bien cuando éste aparece suele estar cubierto por borrascas y lloviznas, a ratos agradables, a ratos preocupantemente abundantes y violentas.

No hizo falta realizar una búsqueda exhaustiva para contestar a mi pregunta. Si quiera moverme o levantarme. A no mucha distancia pude apreciar la figura del humano. Tardé en reaccionar, dudando aún si debía considerar la visión como real o si bien se trataban de los retales de una ensoñación a medio terminar.

Entonces sentí el dolor punzante en mis propias garras.

Suelo olvidar con demasiada facilidad que somos uno, y que toda sensación que el humano padezca se trasvasa a mi piel con facilidad. Nadie podría descifrar cuántas de mis estrías oscuras son parte innata de ser un tigre y cuántas son cicatrices acumuladas en el inevitable camino del aprendizaje del chico.

Sea como fuere, allí estaba él. Descamisado, su cuerpo sudaba y se agitaba con una respiración acelerada y sofocada. Pude escuchar algún que otro gruñido escapar de su boca, una boca que permanecía tensa y con la mandíbula apretada hasta el punto de hacer daño en los dientes. El entrecejo hundido y arrugado era otro signo de identidad del joven cuando se dejaba envenenar el alma y entraba en una de sus explosiones de ira impulsiva. La musculatura de brazos y piernas cargaban con tal tirantez que podrían utilizarse sus ligamentos como cuerdas de guitarra en un concierto de música estridente, violenta y oscura.

El humano derramaba lágrimas sin cesar y ahogaba entre golpes los sollozos. De ahí la sangre. No sabría calcular cuántas horas llevaba reventando sus puños contra el árbol que había elegido como improvisado saco de boxeo, pero las manos, rojas, hinchadas, temblorosas y con los nudillos hundidos y destrozados me hicieron saber que se estaba castigando de lo lindo.

Maldito niño. Su masoquismo acabará por costarnos un disgusto si no lo freno.

Corrí a su encuentro. Estaba totalmente fuera de sí. Por primera vez, era yo quien sentía nerviosismo en su presencia. Había visto vagar auras oscuras por mi reino en muchas ocasiones, pero jamás las había visto sobre el chico de forma tan clara. Siempre hablamos de una ambivalencia concertada, una pseudo simbiosis entre felino y humano... Pero, ¿Y si hubiese una tercera figura en discordia? ¿Y si la lucha no fuese entre nosotros? ¿Cuántos habéis pensado erróneamente que esta batalla por la libertad es una guerra entre sus deseos y mis deseos? Eso son sólo disputas derivadas de una convivencia perpetua e intensa -la confianza da asco, dicen- pero no son motivo de guerra. Al fin y al cabo, su felicidad es la mía y sus victorias también han de pertenecerme. Cuando él vuele, yo volaré lejos también. Ambos viajamos en el mismo barco y remamos en el mismo sentido, aunque a veces no lo pareciera.

Hay un tercer ente en esta mente retorcida al cual no deseo dar nombre ahora mismo. Se hace fuerte cuando se la nombra y se crece si se le presta atención. Y por desgracia, el joven no es capaz de deshacerse por sí mismo de tal maldición. Intentar hacerle ver que su enemigo está dentro no resultaría efectivo, sería pedirle a un ciego que disfrutara de los colores del arcoiris.

Él tendrá que seguir luchando ahí fuera mientras yo trato de desterrar la oscuridad desde dentro. Pero eso será cuestión a tratar más adelante, primero debo lograr que recupere el norte y deje de lastimarse.

- Chico, creí haber dejado claro hace semanas que bajo el dolor no hay redención, sólo más dolor ¿Qué mierda estás haciendo?

No respondió. Apenas viró sus ojos hacia mi posición un segundo para seguir acto seguido golpeando el tronco, apretando aún más el gesto rabioso de su rostro. Podía reconocer su dolor palpable. Pero no la causa. Era una mezcla amarga de rabia, decepción, tristeza, desesperanza, odio, culpabilidad, estupidez... Insistí.

- ¿Realmente crees que esta es la mejor manera de acallar tus fantasmas? ¿Reventarte hasta no poder más? Si piensas que por cansarte vas a mantener a raya los golpes de la vida vuelves a caer en un error enorme. Acabar medio inconsciente no te librará de tener que hacer frente a tu destino y a lo que se te presente en él. No vas a fortalecer tu cuerpo por golpearlo, ¡¡¡Sólo vas a romperte!!!

- ¿¡Y a quién le importa!?

Por fin. La cordura volvió a su mirada. La fijaba sobre mí de manera inquisitiva, como si de un juicio se tratara. Como si me respuesta debiera ser válida si o sí.

- ¿Que a quién le importa? ¿Qué más da eso chico?

- ¿¡¿QUE QUÉ MÁS DA?!? ¡¡¡LO DA TODO!!! ¿DE QUÉ SIRVE INTENTAR ESCALAR LAS MONTAÑAS MÁS ELEVADAS SI NO HAY NADIE QUE LO APRECIE O QUE LO CORROBORE?

- ... ¿Otra vez la misma historia? ¿Por no recibir lo que das y por no lograr importancia para otro ser vivo decides machacarte? ¿Hallas alivio en la autodestrucción?

- Dejar salir al dolor me libera, ¡SÍ!

- No estás dejando salir al dolor, TE ESTÁS PROVOCANDO DOLOR. Hay una diferencia abismal entre lo que supuestamente te hace el mundo y lo que tú decides provocarte por su falta de humanidad. Qué culpa tendrán tus nudillos de lo que nada o nadie decida sobre ti chico. Lo que estás derramando es sangre, es parte de ti, no estás expulsando veneno. Y no vayas a decirme ahora que tu sangre está envenenada ¿Por qué no pruebas aunque sólo sea por una vez la vía contraria?

- ¿La vía contraría?

- Si te golpean, cúbrete. No pongas la otra mejilla. Si te abandonan no te abandones. Cuando menos te aprecien, más deberás apreciarte tú ¿Dices que tu valía depende de que alguien de fuera sea capaz de verla? Es una soberana gilipollez pero, digamos que fuese cierta tal apreciación... ¿Acaso vas a lograr que alguien se fije en ti si te dedicas a demacrarte y a machacarte?

- ...

- Si cada vez que alguien decide pasar de largo te apagas como una estrella muerta no habrá barco que llegue a tu puerto chico. Es justo en las noches más oscuras cuando tu faro debe brillar con más fuerza. Claro que hay gente a la que le atraen las almas oscuras y lastimeras, pero tú no eres de esas chico. Por mucho que lo intentes, por mucho que te guste regodearte en la mierda y lamerte las heridas, eres luz. Y buscar la oscuridad como lo haces no te llevará a nada bueno.

Había captado su atención. Su cuerpo se había relajado y sus facciones se habían ablandado. La sangre corría entre sus dedos y goteaba; la arena bajo sus pies estaba empapada del vertido rojo oscuro que emanaba de su piel abierta. Incluso el aura oscura que lo recubría segundos atrás -imperceptible a sus ojos- se había desvanecido junto al vapor que su figura desprendía.

- Chico, no puedo aparecer cada dos por tres a recordarte una y otra vez lo mismo. No soy un entrenador personal, ni un psicólogo, ni un padre, ni un maestro. Tienes que empezar a interiorizar que la valía personal no depende de la opinión del mundo. Hay flores que mueren día a día sin que nadie haya pasado cerca o las haya acariciado, sin que nadie haya apreciado su belleza. Y no por ello dejan de ser hermosas.

- Tú siempre hablas desde la teoría, bestia. La vida práctica no es tan sencilla, no es tan fácil desprenderse de los apegos y de las opiniones de todo aquello que te rodea.

- No es fácil porque no quieres que lo sea. Porque valoras demasiado los apegos, muy por encima del valor que te das a ti mismo. Error.

- Osea que no debería importarme no importarle a nadie. Que debería vivir como si cualquier decepción, cualquier pérdida o cualquier contratiempo me resbalaran.

- No es que te resbalen. Es que por mucho que te molesten o afecten, no te anulen, no te frenen y no te bloqueen. Que la vida sigue, el reloj no para, el tiempo corre y el planeta gira. No tienes tiempo para esto. No debes tenerlo. Las horas que pases desgranando pasajes fallidos serán horas que le restes a tu verdadero destino. No me importa que le des importancia a quien no te la da, me importa que le des más importancia que a ti mismo. Si te anulas y te pierdes por el camino, nadie podrá encontrarte. Ni si quiera aquellos que más te deseen y aprecien.

Nunca he sentido lástima por el muchacho. Ha vivido lo que le ha venido en gana y ha saboreado las mieles del éxito y de la derrota comunes a la mayoría de seres vivos. Pero en momentos como este, cuando lo veo tan perdido, sí albergo cierto sentimiento paternalista. Sólo busca cariño, igual que a él le gusta entregarlo. No puedo culparlo por ello ni es motivo de queja alguna. No es un mal pretexto por el cual vivir. Pero se pierde con demasiada facilidad en los laberintos de su propia existencia.

- Chico... Lo hablamos hace días. No vas por mal camino. Se aprecian avances, mejoras, nuevos rasgos en tu ya conformada personalidad. Estás mejorando algo que ya de por sí era bueno. No vayas a tirarlo todo por la borda por una pequeñez. No se trata de quién quiera formar parte o no de tu historia. Se trata de que independientemente del resto del mundo, tú tengas una historia. Un camino, un proyecto, una meta ¿Acaso dejan los autobuses de seguir su ruta marcada porque los pasajeros suban y bajen?

- Los autobuses "viven" en círculos, recorriendo el mismo camino una y otra vez. No sé si es el mejor de los ejemplos.

- Imbécil, sabes perfectamente a lo que me refiero. No me hagas darle vueltas a lo mismo una y otra vez. Llegará el día en que me canse de tus infantiles berrinches y de tu inmadura forma de tratar de llamar la atención de quien no la merece. Deberías empatizar más con quienes tienes cerca y cumplir sus necesidades en lugar de seguir creando figuras idealizadas en gentes extrañas. Es normal que nunca puedas cumplir las expectativas de los seres perfectos que creas... Pues la perfección es inalcanzable.

- Ahora te pareces a mi madre, hablando sobre el supuesto egoísmo que me hace no ser empático con quien realmente lo merece.

- ¿Y no lleva razón?

- Seguramente. Pero nadie aprende en zapatos ajenos.

- Mientras aprendas, me da igual si lo haces descalzo o con tacones, en las botas de tu padre o en las chanclas de tu vecino. Lo que tengo por seguro es que no vas a alcanzar la gloria a base de provocarte daño físico o anímico. Si tan dura es la vida ahí fuera, porqué no buscas la manera de hacerla más sencilla en lugar de complicarte. Anteponerte al gran dolor provocándote dolor antes de que la herida haya sido siquiera abierta, rara vez funciona. Ni siquiera me has dicho aún a qué se ha debido éste ataque de furia repentina. Te veía bastante cómodo estos días atrás.

- Y es verdad que estoy cómodo, cada vez más... Pero hay cosas que aún no puedo controlar...

- Es que hay cuestiones que jamás podrás controlar chico. Todo un mundo de variables que escapan a la lógica, a tu poder y a tu alcance. No eres un dios. Intenta ofrecer algo bueno al universo y quizá, QUIZÁ, el universo te devuelva algo agradable de vez en cuando. Pero no conviertas esto en un juego de balanzas por el cual tienes derecho a exigir bendiciones sólo por hacer lo correcto. No funciona así.

- Eso ya lo sé. Bien aprendido lo tengo.

- Pues demuéstralo. Se puede ser el mejor en una disciplina y aun así perder. O más que perder, me gusta hablar de no ganar. Acéptalo como parte de tus límites. Y basta por hoy de hacerse el harakiri. Ve a darte un baño y a curarte esas manos ahora mismo. No podrás acariciar aquello que deseas si tienes las manos rotas.

- No están rotas. Sólo magulladas.

- Pues lo mismo se podría decir de ti chico. No estás roto. Son sólo rasguños cotidianos. Deja de engrandecerlos, pues necesito que estés preparado para cuando realmente lluevan piedras. Porque lloverán.

Y mientras pronunciaba esas palabras, no pude evitar fijarme en el aura oscura que, ya a lo lejos y sin que el chico lo supiera, nos observaba. Las figuras están sobre el tablero y nuestros roles cada vez más claros: él debe encontrar la paz y la dicha en los fuegos nocturnos del mundo exterior mientras yo debo acudir a una guerra por su alma en los rincones perdidos de su espíritu.

Haber visto a la oscuridad posada en sus hombros susurrando argumentos rancios que enloquecerían al más cuerdo ha sido sólo una señal de aviso sobre la tarea que entre manos nos traemos. Debo permanecer alerta. Hoy han sido sólo unos cuantos nudillos rotos...

... Pero si esa negrura alcanzara su corazón y lo apuñalara, bien podría considerarme en peligro. Ese aura bien podría quebrar al chico por completo.

No puedo permitirlo. Debo aniquilar a la sombra. Es su sangre, si es que la tiene, la que debe ser derramada. Sería un golpe de efecto en nuestro camino a la victoria. Sólo pensarlo acrecienta mis ganas de salir a cazar.

Y cazando, no hubo ser más sanguinario que yo.

Palabra de tigre.

Entradas populares de este blog

Agradecimientos (I)