Capítulo Seis. Pequeño Ser

No tengo sueño. Y no consigo dormir.

Una noche en vela para un animal como yo es algo que rara vez sucede, el insomnio es cosa de mentes humanas y preocupadas; cabezas repletas de pensamientos repetitivos que, incapaces de desactivarse para descansar, mantienen en vela a sus dueños al punto de convertir la realidad en una cárcel perpetua y el sueño en un ansiado tesoro de libertad inalcanzable.

Pero aquí me hallo. En pie en mitad de la noche oscura. Merodeo cual gato curioso por la orilla de un mundo onírico sin posición exacta; un mundo perdido que viaja entre el corazón, el alma, el espíritu y la razón del chiquillo al cual le debo la vida. Por mucho que le gruña, si él no hubiese querido crearme, si no hubiese recurrido a mi como imagen de toda aquella fortaleza que desea, no tendría la oportunidad si quiera de mandar al viento estas palabras. Si ya de por sí vivir es un regalo, ser un tigre con capacidad de síntesis y de palabra pudiera resultar hasta irritante para el resto de animales salvajes. No seré yo quien lo reproche. Todo lo contrario.

El joven duerme. Diría que plácidamente. Eso era cosa rara hace no mucho, y se va convirtiendo en algo habitual de nuevo en las últimas semanas. Déjenme decir que lo celebro, se está ganando a pulso hasta las risas imaginarias en las horas de vigilia. Así que me gustaría aprovechar su desconexión nocturna en los brazos de Morfeo para hablar de tú a tú... contigo.

Quiero dirigirme a ti, pequeño ser. Puedes tomarlo como halago si así lo deseas pues no suelo hablarle directamente a nadie que no sea él. Ni me conoces ni te conozco, pero he podido apreciar el rojo fuego que desprende tu alma; quizá invisible para el mundo, pero evidente y totalmente cristalino en mis dominios.

Seguramente el joven te haya puesto en antecedentes y haya hablado de mi más de la cuenta, seguramente te haya hecho saber que quería dedicarte unas palabras, y aprovecho ahora que él no nos escucha para hacerte saber, que no sólo a ti quería ofrecer estas líneas, si no a ambos dos, pues compartís rasgos que, si bien os hacen hermosos, pueden suponer un sobrepeso agridulce en los momentos que actualmente debéis de vivir.

Te podría decir, pequeño ser, que no me considero muy amigo de la raza humana. No te lo tomes como algo personal, vivo a través de los ojos de uno de los vuestros, y si bien hay excepciones, en general dejáis bastante que desear y cometéis errores de bulto día sí, día también. Incluyo a mi humano en ello.

Bien cierto es también, que por cada ser despreciable que he debido conocer, habéis aparecido otros muchos seres interesantes y únicos en los caminos que nuestro joven ha decidido recorrer. Para ser justo debería hablar de un empate técnico, si bien he presenciado dejes de maldad gratuita que de ninguna forma he sido capaz de justificar ni de encontrar en ninguna otra especie. Es por ello que en general, os aborrezco. Tan capaces de lo mejor... Y sin embargo...

Pero justo por ello, justo por haber visto decepciones inesperadas, por ser testigo mudo de sorpresas desagradables, de palabras malsonantes y promesas incumplidas, es que quiero dirigirme a ti.

Porque a mi olfato y a mis ojos atigrados, resultas todo lo contrario. Y si bien no he conocido la perfección en ningún ser pasado o presente, es necesario hacer mención de aquellos espíritus que me resulten agradables en cierto modo.

Porque pasáis pocos, y sois difíciles de encontrar.

Creo que el joven ya ha intentado decirte alguna que otra vez lo grande que eres. Y no has querido creerlo. Te entiendo, yo tampoco lo creería. Pensaría, "¿Qué gana este muchacho que apenas sí me conoce regalándome el oído con estas palabras tan bonitas que no creo merecer y que no puedo reconocer como propias?"

El chico no gana nada, pequeño ser. Y justo ahí está la belleza. En no ganar ¿No te resulta mágico por ejemplo, que una madrugada cualquiera, sin fecha marcada, sin lugar concreto, sin motivo conocido, yo decida susurrar estas palabras de afecto sin mayor deseo que el de hacerte saber lo grande que eres y lo grande que puedes llegar a ser? ¿No es esa la belleza misma de la vida y del ser humano? ¿Que capaz de lo bueno y de lo malo, decida sorprenderte así, porque sí, sin más, sin poder explicar siquiera porqué?

¿Resulta acaso halagador, abrumador molesto e inesperado? ¿Quizá incluso te incomode? Palabras cargadas de cariño sincero por parte de un ser que apenas te conoce, y que sin embargo, ya te ofrece respeto, atención y protección si falta hiciera.

¿Puede un animal valorar a otro animal sin haber podido realizar juicios de valor, sin tener una opinión formada, sin haber cruzado palabra o sin haber intentando saber qué más hay detrás?

Sí, puede. Me bastaron dos milésimas de segundo para poder.

Fueron las dos milésimas en las cuales tu mirada y su mirada se cruzaron. Coincidió que yo andaba observando lo que el chico hacía. Coincidió que te vi. Y que a través de sus ojos pude acceder a los tuyos. Y lo que en su reflejo produce tu reflejo, me agradó.

Antes siquiera de que el humano supiera tu nombre, yo ya había hablado con tus miedos y les había prometido visitarlos de vez en cuando. Quizá no para eliminarlos de raíz, pues bastante trabajo tengo ya con las fobias del sujeto al cual dedico mis horas; pero sí para hacerles saber que, por mucho que insistan en hacerte sufrir, más insistiré yo en estar ahí. Si no para luchar, simplemente para estar. Les dije que por sola que a veces te sientas, nunca vas a estar sola. Les dije que dejaran de lastimarte, que habían cruzado la línea, que ya no estaban siendo beneficiosos en modo alguno. Que ser precavido en esta vida es lógico, pero ser asustadizo no merece la pena.

Les dije a tus miedos que no sólo de rojo se deberían teñir tus cabellos; que debieran dejar ese fuego arder también en la chispa de tus ojos risueños, en las compuertas del volcán que es tu corazón, en el perfecto vibrar de tus labios al cantar, y en el sol que resulta del brillo que alberga tu sonrisa cuando sin querer, sonríes.

No te pongas nerviosa, esto no es una declaración de amor. Debes entender que soy sólo un tigre. Lo nuestro no funcionaría. No me van los seres bípedos, espero lo entiendas. Bromas a un lado, si estás intentando justificar este texto estás cometiendo el mismo error que comete mi chico cada vez que algo inesperado aparece en su camino: intenta racionalizar todo aquello que no es capaz de comprender. Intenta etiquetar cada sentimiento, cada momento, cada esencia, cada palabra.

No hay nada que comprender, pequeño ser. Aquí no hay nada que etiquetar. A veces la realidad supera a la ficción. A veces, uno busca simplemente regalar algo dulce a otro ser. Y como digo, no es esta una declaración de intenciones. Es sólo una declaración de principios. Irás a preguntarle mañana al humano que porqué, y seré yo quien a través de su ser te conteste ¿Y porqué no?

¿Porqué insistís los humanos en necesitar una causa y efecto para regalar algo bello? ¿Porqué vuestra solidaridad y vuestra filantropía queda siempre supeditada a la remuneración física, psíquica, carnal o beneficiaria que de cada acción que lleváis a cabo podáis lograr? ¿Y si mi único interés fuera el de sacarte una sonrisa en un día gris?

¿Te sorprendería? ¿Acaso difícil de creer sería? Pues despierta pequeño ser. Abre los ojos: Esto es real. Está ocurriendo. Estás leyendo las palabras de un tigre imaginario, que un escritor medio dormido ha decidido dejar correr a sus anchas. Y a mis anchas y en plena posesión de mis facultades mentales, he decidido contar en secreto el maravilloso espectáculo que tu presencia, incluso lejana, me supone.

Una voz en tu interior dirá que apenas te he visto. Insistirá otra en que esto no era necesario. Una parte de ti gritará que ni siquiera lo mereces. Otro pensamiento te comentará que algo habrá bajo tanta palabra agradable.

A todas ellas, yo les diré que se vayan a la mierda. No necesito poseerte, camelarte, besarte, abrazarte, quererte o follarte para considerarte un ente hermoso.

Porque lo eres. Aunque no lo quieras creer, lo eres. Y más que lo serás.

Y quizá yo no esté ahí para verlo. Quizá sea como esas estrellas fugaces que rápidamente se extinguen. Quizá el chico también ande en cualquier otro lugar. Pero será tan hermoso saber, que vayáis donde vayáis, acabéis donde acabéis, y estéis donde estéis, por mucho que la distancia y el olvido os separen, estas palabras ya no podrán volver atrás...

Esa es la verdadera belleza y la gran magnitud de todo esto: estos versos podrán perderse en la red como se pierde un grano de arena en el mar. Podrán ser olvidados por lectores extraños que no se sintieron identificados. Podrán desaparecer de los discos duros de ordenadores o móviles viejos y rotos por el paso de los años. Pero jamás podrán ser olvidados ni por tu alma, ni por su alma.

Tú podrás olvidar hasta la cara de la persona que un día, de manera desinteresada, te dedicó estas palabras. Podrás olvidar su nombre, podrás olvidar que fue un tigre charlatán quien osó de forma atrevida proferir adulación tan extensa a los cuatro vientos por tu persona...

... Pero jamás podrás olvidar cómo te hizo sentir. Y el chico, jamás podrá olvidar cómo se sintió mientras las escribía.

Y ya podéis ambos seguir llorando por todo aquello por lo que debéis llorar. Ya podéis ambos volver a vuestra vida rutinaria, plagada de momentos mucho menos intensos. Pero este corto espacio de tiempo que has necesitado para llegar hasta aquí, este rato que has dedicado a leerme, esa cara de incredulidad o esa media sonrisa que espero tengas, esa sensación extraña y nerviosa de quien cree estar ante una cámara oculta o una broma, y ese autoestima que espero se haya venido a más por sentirse por unos minutos... El centro del universo... Jamás desaparecerán de tu alma. Será como una marca indolora tatuada a tinta entre las pieles de tu memoria.

Porque aunque ahora no lo veas, sin duda tarde o temprano tú serás el centro de algo, para alguien. Y eso es lo único en lo que espero y deseo, jamás pierdas la fe. En tu inmenso potencial para ser todo aquello que quieras ser.

¿Y sabes por dónde debes empezar? Por ser tú el centro de tu propio centro. Por ser tú el universo que deseas. Debes ser algo inquebrantable, inigualable e inevitable para ti mismo, pequeño ser, antes de poder serlo para el mundo o en el mundo de alguien más. Haz de tu fuego el fuego que deseas ver arder en el mundo. Canta, grita, ríe, lucha, baila, juega, gana, abraza, besa... Ama.

Será gracioso ver al humano mañana arrastrarse por las clases y el trabajo con cara de cansancio porque hice a su subconsciente trabajar en estas líneas mientras él merecía soñar... ¿Pero acaso no es esto un sueño? ¿No es mejor permanecer despierto de madrugada escribiendo tal ensayo que dormir y soñar con seguir ensayando?

Merece la pena perder la cabeza de esta forma. Que me tachen de loco si así se sienten más cómodos en sus vidas comunes el resto de mortales. Yo nací para esto. Nací para regalarte estas palabras esta noche, y no podía haber sido de otra manera. Si no te hubiese conocido, hubiese lamentado en silencio y sin saberlo, toda mi existencia, no haber podido dedicarte un capítulo entero del libro de mi propia vida. Jamás hubiera sabido de qué se trataba, pero hubiese andado el camino hasta mi muerte sintiendo que algo faltaba por hacer.

No significa que ya pueda morir tranquilo sólo por habernos cruzado en este mundo psicótico que nos rodea ¡Nos queda tanto por vivir! Pero déjame decirte, pequeño ser, que si bien nuestras vidas no son aún todo lo que de ellas esperamos, que si bien no somos aún todo aquello que deseamos, yo sí puedo recorrer más cómodo el trayecto hacia la meta, por el simple hecho de poder decir... que te conocí, que te conozco y que te aprecio.

Podrías desaparecer mañana y aún así, yo ya habría ganado. Yo ya he ganado. Porque creo en ti, creo en tu capacidad de cambiar aquello que no te agrada, creo en tu lucha, creo que algo realmente bueno te espera en el camino, creo en tus ganas y creo en todo aquello que ni tu mismo, pequeño ser, crees.

Si yo puedo, ¿Porqué no vas a poder tú?

Hay gente que mataría por recibir, aunque sólo fuera una vez en su vida, la mitad de las palabras que tú acabas de recibir por mi cuenta y riesgo. No significa que por ello debas valorarlas como algo bueno, grande o excepcional. Pero sí deberías apreciar la belleza que resulta de lo imprevisto, salir al mundo sin miedos y pensar: "Si hoy me han regalado una carta repleta de buenos deseos de forma inesperada, ¿Qué habrá en este universo que no pueda conseguir? ¿Qué habrá en el planeta que no pueda ser mío por derecho? ¿Qué me deparará la vida mañana? ¿Y hoy? ¿Y ahora?"

Si algo deseo de corazón, es que dejéis de haceros esas preguntas con pavor, y os las hagáis con la curiosidad infantil, nerviosa y placentera de un niño pequeño. Un niño que no tiene límites impuestos por la razón adulta, y cuya imaginación vuela libre y sin verguenzas hasta rincones infinitos e ilimitados.

Pequeño ser, me despido por hoy de ti. La próxima vez que te cruces con el chico, no temas darle un abrazo, bien sabes que responderá con creces a tal petición. Alguna vez lo has llamado "príncipe", y quien sabe, jamás lo vi montado a caballo salvando damiselas en apuros... Pero sí lo he visto luchar como un caballero contra miedos oscuros grandes como dragones.

Cuéntale a él sobre todo aquello que temes. Quizá no siempre pueda ayudarte, pero estará para escucharte y para sostenerte si vuelves a caer. Pequeño ser, ha sido un honor y un verdadero placer compartir este espacio inexistente tan agradable. Quiero despedirme de vosotros de la única forma que sé:

Oigo llover en sus fuertes miradas.
Mas ya no existen ni viento ni agua,
Marea o tormenta,
Que en forma violenta 
Con miedo se fragua,
Que puedan ahogar la vital llamarada.

Queráis o no, vais los dos a arder
Con la fuerza de mil ciclones.
Y con las ganas de un mundo nuevo,
Ante el miedo y en el fuego,
Veré al fin sus corazones
Alzarse al alba... Y VENCER.


Hasta pronto, pequeño ser. 
Visita nunca jamás.
Y no dejes nunca de arder.

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Agradecimientos (I)