Capítulo Siete. Frenesí

"Hoy te tengo ganas, mujer..."

No quiero decirlo muy alto, pero me pilláis de buen humor. Quizá la palabra cachondo sea más acertada. Y como suele ocurrir cuando me crezco y me vengo arriba, no sabría deciros si habla la bestia o habla el humano. Pero qué mas da, cualquiera de ellos puede comentar por igual lo que hoy vamos a tratar. Es algo implícito en todo ser vivo cuyo ADN lucha por prevalecer y perdurar.

Es noche de insomnio, noche de cuerpos desnudos y empapados. No, no son las consecuencias de un mal sueño o un nuevo ataque de introspección excesiva. No llueve y no me he pegado otro baño en las aguas de la redención. Hoy es noche de celebraciones, de disfrute, de affaires y de copulaciones varias.

Noche de conciertos con la furia sexual como artista principal.

No me considero un sátiro ni un pervertido. Sólo alguien que comprende o intenta comprender lo sano, divertido y gratificante que puede resultar echar un polvo. O hacer el amor. O ambos a la vez. Según gustos. Nunca me tembló el pulso en ese aspecto, de seguro gracias a una educación más que adecuada por parte de mis progenitores. Me pone sobremanera quien muestra una visión intelectual y libre de toda culpa sobre tal acto. Quien lo comenta con naturalidad y madurez.

Me ocurre a veces, como a todos. Veo a una persona de esas características, y mi mente reacciona. No hay un perfil concreto. Suele ser cuestión de actitud. Cuestión de sugerencia. Hay seres supuestamente perfectos que ni hablándome de follar me transmiten lo más mínimo. Y sin embargo, hay otros seres a los que empotraba incluso cuando me cuentan cómo han ido a comprar el pan. Suelen ser personas extremadamente creativas, poco asustadizas, sinceras, seguras de sí mismas, decididas, inteligentes y reales. Muy reales. No son imágenes tras una pantalla, ni son excesos de maquillaje, ni son retoques, ni son un estilo, ni son una moda, ni un cutis perfecto, ni son una talla treinta y seis, noventa, cien. Me suelen sobrar números y suelo echar en falta neuronas. Lo que me acelera son las cabezas pensantes, mentes que saben imaginar mil y una situaciones donde podríamos pasarlo bien. Son directores perfectos de películas subidas de tono. Y no suelen temer demostrarlo. Chapó.

A veces sucede, claro. Nos encontramos o buscamos el encuentro. Pactado o fortuito. Deseado tiempo atrás o fugaz. Tachado de una lista de viejas promesas o apuntado en el cuaderno de futuribles. Sin reproches, sin acritud, sin recelos. Sin necesidad de más excusas, sin máscaras, sin medias tintas. Dejamos hablar a las emociones carnales y a la química. Sin disfraces absurdos de falsa moral y sin necesidad de mayor motivo que el de querer disfrutar de aquello que del otro nos atrae. Me gustas. Te gusto. Fin de los problemas. Démonos rienda suelta.

Entonces aparece. Ese furor. Ese fuego. Ese gruñido inicial que hace a la bestia salir del letargo. El momento en el que permito que me posea por completo. El tigre tomando el control de mi cuerpo. Mi mente dejándose llevar mucho más allá del placer. Una desconexión mental del mundo real totalmente controlada y permitida. Bienvenidos a mi mundo. Que comience el espectáculo.

Respiraciones entrecortadas, calor en la oscuridad.

Las horas se corren bajo nuestra ceguera. Una cama vacía, ropa por doquier, sábanas en el suelo. Dos cuerpos luchando en una guerra sin vencedores ni vencidos, dos bandos peleando por el mismo motivo y la misma meta: el clímax.

Esa musculatura tensa, ardiendo bajo la piel, sujetando un cuerpo cargado de deseo contra una pared sin ubicación exacta tras haber perdido por completo en el negro de la noche los sentidos humanos y haber dejado paso a la irracional y salvaje sed de lujuria. Izquierda, derecha, arriba o abajo... Qué más da. Todo lo que quiero saber, ser y sentir es y está dentro. Más adentro. Profundo. Latente.

El goce narcisista de intentar visualizar sin luces el vaivén de las caderas ante los espejos que la habitación posee. Morderte el cuello hasta que me duela la dentadura de tanto controlar la fuerza y las ganas de arrancar a mordiscos la superficie de tal festín nocturno. Agarrarte el pelo por detrás mientras con una mano sujeto tus manos y las entrelazo hacia el cielo, inmovilizándolas con fuerza contra la pared, de forma firme pero sin llegar a dañar tus muñecas, sin llegar a convertir en sumisión forzada el juego de roles al que nos hemos presentado voluntarios. Interpretando en una misma obra los papeles de víctima, verdugo, corcel, vaquero, bestia, domador... Ganándonos el Oscar al mejor guión, los mejores efectos de sonido, la mejor banda sonora -tus gemidos y mis jadeos irrumpiendo furtivos sobre el silencio- y siendo posiblemente adecuados para un reconocimiento mental por evidenciar signos de personalidad múltiple.

Tu locura y mi locura, al borde del frenesí.

El éxtasis abriéndose paso, erizando la carne, haciendo estremecer los cuerpos, recorriendo de forma eléctrica y aleatoria el camino que siguen nuestras falanges desde el vientre bajo hacia la espalda, llegando a la nuca, muriendo en la mordida de unos labios repletos de saliva, sudor y hambre.

Esas ventanas empañadas goteando el vaho formado por la intensidad del encuentro, sudando ellas también, quizá nerviosas, de seguro acaloradas, celosas de sentir el frío que las golpea desde la calle, por fuera, en abrupta contraposición con el calor del cual son testigos inevitables, por dentro.

Los dedos, antes suaves pinceles que dibujaban cuadros inexistentes en las figuras contrapuestas, se convierten en garras afiladas que, al ritmo del deseo, acrecientan su violencia. Las caricias dan paso a los arañazos, a las ganas de demostrar las ganas, al dolor placentero que se disfruta como una droga adictiva de la cual uno siempre quiere más, más... y más. El tigre cada vez más presente, las estrías del felino aparecen en el humano como marcas interminables y superficiales de uñas femeninas que intentan aferrarse al torso y a la espalda baja de su fuente de pasión inagotable. No existe la saciedad cuando de gula se trata.

...

Sigue. Continúa. Dispara. Cumple tus fantasías, pídeme cosas que jamás le pedirías a ningún otro; por miedo a sonar rara, estrafalaria, poco cuerda. En este juego, para mi, vale todo. Trae a tus propios fantasmas a la fiesta, trae accesorios a la batalla, descuida, nunca las armas hicieron sentirse a mi ego despreciado, no soy de esa clase. Haz todo lo que te plazca y no hagas nada con lo que no te encuentres cómoda. Siéntete libre de comentar todo aquello que necesites. Esta es tu casa ahora. Mi cuerpo es un mapa a descubrir, no hace falta recorrer el mundo en una sola noche. Disfruta el viaje. Elige el trayecto. Cuando decidas que quieres ponerte en marcha, estaré preparado. No temas, no voy a perderte el respeto. Lo que ocurre en el terreno de juego, se queda en el terreno de juego. No somos trofeos en vitrinas ficticias que, estáticos, acumulan polvo. Aunque si de polvo hablamos, la broma se me viene fácil. Pero dejemos el humor para otro momento. Prefiero que si algo ha de venirse, seas tú.

Muerde, sigue mordiendo, arráncame la nuez, la comisura de los labios, el lóbulo de la oreja, la clavícula, los hombros. Tira del pelo y tira fuerte, grítame si te place, crúzame la cara o dirige desde arriba la orquesta e interpreta una marcha fúnebre mientras aprietas con fuerza mi cuello desnudo con ambas manos. Trata de matarme a embestidas, mientras yo sigo invadiendo con vehemencia la cárcel de tus anhelos más ancestrales. Deja que tu boca recorra suntuosa los rincones más profundos de mi ser, deja que fluya el sudor y circule por todos los parajes que llevan hasta la perdición, deja que nuestra saliva se mezcle creando venenos cargados de pecado.

No pares de pedirme, no me pidas que pare. Susurra bendiciones, grita a los cuatro vientos maldiciéndome. Penetra y déjate penetrar, sucumbe, reclama, provoca, seduce, pierde la noción del tiempo, pierde la voz, las fuerzas, deja que tiemblen tus piernas, pide un receso, pide la repetición de la jugada, denuncia ante el tribunal del goce por los excesos, por el acoso, por las palabras indebidas que penetran por tu oído, pero que van dirigidas a zonas más profundas de tu ser, menos físicas, menos racionales, más animales...más bajas.

Disfruta de lo que por derecho te pertenece, hazlo tuyo, destrózalo si te place, ríete si es oportuno, incendia los polos árticos con la tempestad que has decidido provocar esta noche, induce al caos, haz que entren en erupción todos los volcanes extintos y durmientes del planeta tierra, quema el agua, deshidrata el mar, seca los océanos y humedece con ellos tus infinitas formas de atracción. Doblégate, doblégame.

Hoy decidí borrarte a lametones. El sabor salino de una piel acalorada seduce mis papilas gustativas al punto de volverlas más receptivas. Glorifica esta lengua felina y juguetona recorriendo una y otra vez la distancia que desde las rodillas y hasta el vientre bajo se disfruta lamiendo tus muslos de forma incisiva, inquisitiva, invasiva. Aplaude cómo se arquea tu espalda cuando su punta viperina roza fugaz y mojada tu punto central de máximo placer. Siente mi boca absorver y succionar encantado los calores que tu zona desprende. Adoro agarrar tus nalgas con fuerza, y hundir mi cara por completo bajo las pieles de tu entrepierna. Ahórcame con una llave si así lo deseas, presiona con tus manos mi cara contra ti, aprieta y trata de arrancar los cabellos de mi cabeza mientras parece que muerdas el aire; aléjame cuando no puedas más, ahoga tu voz bajo la almohada, desquíciate, desquíciame.

Desencadenemos a Afrodita e invitémosla al jolgorio. Desempolvemos juntos el baúl de los tabúes, liberémonos de las supuestas imperfecciones de nuestras siluetas: ningún ser vivo capaz de sentir y provocar placer debería ser considerado imperfecto en modo alguno. Fuera complejos, fuera miedos, dudas, reticencias,... Desafiemos los dimes y diretes, acallemos la mala consciencia a base de orgasmos. Alcancemos juntos los límites establecidos y rebasémoslos; ya habrá tiempo de complicarse la vida, esta noche toca disfrutar, y mañana... ¿Quién sabe? Volvamos o no al escenario, siempre podremos decir:

Que nos quiten lo bailao'.

¿Más? Acelera, magulla, haz sangre, ruge. Repitamos el baile, por si en la primera canción no hemos sido capaces de llevar el mismo ritmo. Por si nos hemos pisado los pies en algún momento. A base de repetir, se sincronizan los instrumentos. Para eso ensayamos. Y qué divertidos que son los ensayos de esta obra... Y los descansos. Esos descansos combinados con caricias, con historias contadas sin luz, escuchando sólo la voz de quien nos acompaña, piel contra piel, quizá abrazados, quizá con un brazo por debajo de tu cabeza mientras el otro recorre aún tu torso desnudo. Quizá fumando o quizá devorando juntos la cena que anoche no terminamos o ese postre que, como críos esperando recibir su premio tras hacer los deberes, habíamos reservado para este momento. Bailar horizontalmente es maravilloso. Pero bailar horizontalmente y acabar compartiendo cucharadas de un helado semiderretido, chocolate, chucherías o cenas altamente calóricas es el culmen. Que no digo yo que una cosa deba ir antes o después, que también se pueden combinar ambos factores durante el mismo periodo de tiempo... Sólo que entonces no hay necesidad de cuchara y el cuerpo se convierte en una mesa improvisada repleta de manjares esperando a ser degustados.

Y seguiremos sin dormir mientras el cuerpo aguante; y volveré a buscarte en mitad de la noche, y renunciaré al descanso que Morfeo me ofrece con tal de volver a tenerte entre mis piernas. Y haré de tu placer mi placer, y probaremos todas las posiciones escogidas, y saltaremos de la cama al salón, del salón a la cocina, de la cocina a la ducha, de la ducha al sofá, del sofá al pasillo, del pasillo a la terraza, de la terraza a la tele -parón técnico- y de la tele vuelta a la cama o a lo que de ella quede. Y nos reiremos, de seguro algún bocado o algún roce será más fuerte de lo adecuado, de seguro tendremos marcas al día siguiente, seguramente el no verse al cruzar desnudos las habitaciones provoque más de un choque, más de un golpe, más de un cabezazo a destiempo al buscarnos tu boca y mi boca, tu cuerpo y mi cuerpo. Pero será todo tan divertido, que irremediablemente... Vamos a querer más.

A así sucede. Según el tigre, hemos dado el paso fácil: los humanos ven como un reto el mostrarse desnudos frente a otros humanos, pero en realidad esto es lo sencillo. Compartir una noche de sexo desenfrenado no supone reto alguno. Lo difícil es ser capaz de atravesar la piel y llegar más allá. Lo difícil es permanecer, ser relevante. Devorar tu sexo es sólo una excusa, no la meta. Lo que deseo saciar es mi sed de fagocitar los espíritus de todas aquellas almas que se adentran en mi alcoba privada. Los cuerpos son meros recipientes de lo que realmente debe ser valorado y apreciado. Pero no me gustaría acabar este texto introduciendo la idea de que todo lo importante es inmaterial e invisible a los ojos, por muy de acuerdo que esté con tal idea. Hoy prefiero que disfrutemos de lo meramente físico, y que lo hagamos con la alegría, con la sensatez, la madurez y libertad de quienes tenemos la suerte de poder apreciar y disfrutar de nuestros cuerpos en todo su esplendor y con todas sus facultades en plenitud. Hoy me gustaría que, ante el espejo, os apreciarais de forma completa. Y si podéis hacerlo acompañados o acompañadas... Mejor que mejor.

No interpretéis estas palabras como una muestra de poder por mi parte. En absoluto. Si he podido vivir experiencias inolvidables, entrañables, extremadamente adictivas o memorables, no ha sido gracias a mi buen o mal hacer. Ha sido gracias a haber tenido la gran suerte de compartir parte de mi camino con seres espectaculares y maravillosos que han sabido dar y recibir todo lo que han querido en aspectos tan personales e íntimos como pueden ser el sexo, el amor o la desnudez -no siempre acabar en una cama sin ropa con otra persona tiene que conllevar batalla- No hablo en estas líneas de mis victorias, si no de los triunfos que fueron y son compartidos, hablo de la felicidad que más se disfruta: la que se reparte y se consigue entre dos seres que acceden a besar algo más que lo táctil y que se desprenden de todo miedo a ser dañados para lograr alcanzar un éxtasis cargado de buenas vibraciones. Mis reverencias y mi respeto más profundo a todos y todas vosotras. Por saber apreciar, como dije antes.


¿Y tú... hace cuánto que no te aprecias? ;)

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