Capítulo Nueve. La Audiencia

"Cuanto tiempo sin verte, Tigre..."

Esa voz... No era el chico quien osaba interrumpir mi letargo una vez más. Reconocía el aroma de algo que fue y ya no está. Reconocía la silueta. Mentiría si no dijera que incluso yo, impasible a la mayoría de cuestiones que suelen atemorizar al humano, sentí por un segundo una punzada de frío en mis entrañas al escucharla. Enderecé mi figura con la calma de quien no desea ser acusado de intranquilidad ¿Tengo yo motivo alguno para sentirme incómodo ante ella?

- ¿Qué haces precisamente TÚ aquí, chiquilla?

- Soy un recuerdo latente en la memoria del chico. Nada que deba preocuparte.

- No es preocupación lo que me mueve -mentí lo mejor que pude- Eres tú quien ha decidido despertarme, espero que con una buena excusa.

- Quería ver cómo estabas.

La respuesta me desconcertó. Ella y yo jamás entablamos apenas conversación en años. Si quiera la había considerado amiga. No es que le tuviera desprecio, y diría que, a su manera, supo hacer feliz en muchos momentos al muchacho. Solo por ello, siempre la respeté. Pero jamás me llamó la atención. Incluso cuando él creyó quererla de verdad, yo permanecí enjaulado, retraído como quien prefiere callar a decir algo que pueda herir.

- ¿Desde cuándo te interesó acceder a conocerme? Para ello deberías haber mostrado más interés en llegar a entender de verdad el corazón del muchacho.

- No es necesario que te pongas a la defensiva, bestia. No he venido a molestar. Y bien sabes que quise a tu chico todo lo que él me dejó quererlo, y que conocí hasta donde él me dejó conocer. Recuerdo que incluso escribió un par de poesías hablando de ti, retando a todo el mundo a ser capaz de ganarse tu afecto. Corría el año 2010 y, si mal no recuerdo, sus versos sonaban algo así como:

[...]
Amor con rugidos de pardo felino
Mis labios la clave; mi pecho el candado
Difícil domarlo y hacerse inquilino
Jamás visto preso, cazado o atado.

Mi bestia salvaje jamás tuvo dueño
Sus gritos se crecen por todo el desierto.
Mi bestia salvaje jamás tuvo sueño
Pues vive de sueños y duerme despierto.

¿¡Y quién obtendrá de sus fauces la llave!?
¿¡Y quién abrirá de su pecho el candado!?
¿Existe quien logre de garras caricias...
...de hocico suspiros...sin ser devorado?

Te reto a buscar en mis ojos respuesta
Te reto a cobrar con ardor mis pecados
Te reto a retarme subiendo la apuesta:
Encuentra la llave del hombre atigrado.

- Debo admitirle señorita, que me sorprende que recuerde tales detalles. Bien sabe que nunca fue usted santa de mi devoción. Seré claro: para mi, no lograste superar el reto. Nunca. Ni si quiera cuando él se consideró ilusionado. No quiero decir que no lo intentaras o no lo merecieras superar. No digo que la culpa, si es que se puede hablar de culpa en cuestiones de dos, fuese tuya. Y no digo esto como ataque o con alegría. De seguro mereciste más y el chico no supo dártelo.

- Eso ya no importa, Tigre. Es difícil que tus palabras provoquen emoción alguna en mi. Recuerda que soy sólo un dibujo en la imaginación de tu protegido. Quería ver cómo os iban las cosas, y prefería dirigirme a ti en vez de asaltar la zona consciente de mi antiguo romance. Pero no puedo dañar más allá de lo que él me permita... Por ello no entiendo tu rígida postura.

Era evidente que ella me conocía mejor de lo que yo mismo esperaba. Quizá debí prestar más atención estos años atrás. Tenía razón. Yo permanecía alerta porque no quería que el chico la encontrase aquí, en una zona tan visible de su inconsciente, y ello provocara un nuevo drama en zonas de su corazón que deberían permanecer marchitas. Era por él y no por mi que estaba inquieto. Ha dado pasos de gigante en la historia y no quiero que retroceda por un recuerdo a destiempo que... (una tercera voz irrumpe como bala que corta el viento hacia su víctima)

- Buenas noches, Pupe

No daba crédito.

El humano hacía acto de presencia, y le hablaba directamente a su imaginario recuerdo. La cara de ella quedó tanto o más atónita que la mía. No sólo la saludaba por su nombre favorito si no que además, lo hacía con una expresión tranquila, una sonrisa agradable, y un gesto totalmente cambiado al que yo mismo podría esperar.

No sé en qué momento de la película me había quedado dormido, pero era evidente que el chico había evolucionado más de lo que yo imaginaba, y seguramente más de lo que él mismo suponía. No era sólo la cuestión visual. Era la emocional. Hace sólo tres meses sé que hubiese tenido que batallar contra miles de fantasmas y defender al niño de sus propios miedos y pesadillas. Protegerlo de sus propios tormentos. Y sin embargo, aquí estaba ahora, sin inquietudes, sin necesidad de mi escudo. Sin temores.

La chica abrió la boca para responder pero no salió sonido alguno de su boca. El único que parecía estar cómodo y en control completo de la situación era él. Y por debajo de mi sorpresa, una sensación de alegría y orgullo nacía desde lo más profundo ¡El chiquillo sonreía como suele hacerlo cuando se siente como pez en el agua, sabiéndose dueño de todo lo que ocurre en su interior!

Dio varios pasos firmes sin apartar la mirada de los ojos oscuros de ella y sin dejar de sonreír con cariño. Se plantó a menor distancia de la educadamente permitida y le cogió ambas manos. La chiquilla, o el recuerdo de quien fue, no daba crédito. Él comenzó a hablar.

- Me alegro de verte, pequeña. Veo que te sorprendes, y supongo que no es por el cambio físico, por los dibujos que recubren ahora mi piel, por mi apariencia o por tantas otras cosas superficiales y banales a las que decidí prestar más atención de la necesaria y que sigo modificando día tras día. Es por la emoción. Es por la sensación que percibes... ¿Verdad?

Ella no acertaba a articular palabra. Yo andaba también en shock. El shock más feliz que había tenido en mucho tiempo, debo decir. Prosiguió sin dar tiempo a réplica.

- Te entiendo, pequeña. A mi también me sorprende ser capaz de mirarte a la cara y no sufrir. Hace no mucho me era impensable tal cosa. Tu presencia dolía. Tu recuerdo dolía. Tanto, que necesité recorrer un camino a la inversa para encontrar en qué punto me había dejado caer. En qué punto me había perdido a mi mismo. Te tenía miedo. Te tuve miedo. Y de seguro aún sigo teniéndolo en muchos aspectos. Y es que era el rechazo el que dominaba la situación. Rechazo a aceptar tu marcha. Rechazo a la realidad. Me negaba en rotundo a aceptar que nos perdimos. Me obsesioné con mis defectos, con mis fallos, y los convertí en gigantes tan enormes que me parecía imposible por momentos ser capaz de superarlos. Pero lo hice. Y lo sigo haciendo día tras día. No lo hago sólo: tuve que recurrir a mi álter ego felino una vez más para fortalecerme. No podía sólo. Pero en realidad jamás estuve sólo: mis padres, mi familia, mis amigos y otras muchas personas que fueron llegando a mi vida con el paso de los meses han puesto y ponen siempre su granito de arena. Y aquí me tienes: ni mejor ni peor, sin ser distinto y sin ser lo mismo; aún con taras y fallos, pero también con nuevas virtudes, feliz y positivo como quizá nunca jamás fui. Madurando por semanas y creciendo por minutos.

Podía sentir su corazón calentarse. La nieve gélida que lo recubría y que yo tanto odiaba estaba comenzado a fundirse. Y bien es cierto que parte del agua que el deshielo creaba había ido ascendiendo a la superficie a base de sudor y lágrimas... Un esfuerzo y un dolor tan vivido, como necesario. Yo permanecía inmóvil ante el espectáculo. Ambos tenían la mirada vidriosa, aunque de seguro los motivos eran un tanto diferentes. Ella aún permanecía en silencio. El chico no soltaba sus manos y no apartaba la mirada ni pestañeaba.

- ¿Sabes Pupe? Hoy me dio por hurgar y cotillear allá donde quizá, no debía hacerlo. Y debo decir que no sentí dolor ¡Estás tan bonita! Mucho más en la realidad que aquí en mis recuerdos; mucho más preciosa ahora que antes, algo que por cierto, creía imposible. No has perdido un ápice de belleza, todo lo contrario de hecho, y de corazón te digo: me alegro. Ha sido una sorpresa incluso para mi; esperaba sentir una mayor incomodidad, una puñalada más profunda, una ansiedad en la boca del estómago, un nerviosismo cerrado con un nudo en la garganta. Pero no. He sentido paz. He sentido quizá cierta melancolía, pero nada amargo. Parece que sí he conseguido sanar las heridas que yo mismo provoqué y me alegro por ello. Era tan doloroso sentir como un enemigo y como un monstruo a alguien que había querido tanto... Me daba tanta pena...

Finalmente ella logró alzar la voz, aunque no de forma tan decidida como él.

- Ya sabes que decidí mandarte al olvido e incluso odiarte - él la cortó con una seguridad que la hizo titubear aún más.

- En tu derecho estabas Pupe.

- No quiero tu complacencia, te encanta quedar como el bueno de la película - volvió a cortarla

- No es cuestión de ser complaciente, realmente siento que era y es tu derecho, pues tu vida te pertenece y nadie más que uno mismo debería imponer condiciones en la vida de otro. Y siento que digas eso de ser el "bien queda": en nuestra historia, jamás tuve las de quedar como el bueno. Eso bien lo sabes. Los finales nunca son sencillos, se cometen errores, se dicen cosas que no se sienten, se hacen cosas que no aportan al final más que dolor... Pero a todo aquél que me ha preguntado, me pregunta o me preguntó, le admití mi responsabilidad en tu despedida. Yo lo llamo aprender de los errores. Tú lo llamaste ser un bastardo raro, manipulador y mentiroso. No me quejo. Ya puedo vivir con ello.

La chica iba a romper a llorar. Desesperada, cansada de mantener la imagen defensiva que con tanto esfuerzo había tratado de forjar bajo la estampa de una postura totalmente negativa hacia alguien a quien había querido.

- ¡No puedes presentarte con tu sonrisa de medio lado y pensar que voy a quedarme con la historia que tan bien planteas al mundo! ¡Elegí detestarte y nada ni nadie podrá cambiar eso! ¡Para mi estás muerto!

- Sin embargo, estás llorando y no eres capaz de soltar mis manos...

Dios mío, no sé quién estaba disfrutando más de la situación, si el chico como protagonista o yo como testigo de excepción. No le hacían falta mis rugidos, ni mis zarpazos, ni mi apoyo moral: no necesitaba de violencia, porque estaba venciendo al miedo con amor y sinceridad. Armas mucho más potentes de batalla. Ella miró entonces las manos con los ojos muy abiertos, pero antes de que pudiese responder o actuar, él le dio un beso en la frente y la abrazó. Siguió hablándole en esa postura, ahora con un tono aún más bajo y pausado, cerca de su oído.

- No has aparecido ante el Tigre por gusto, pequeña. Yo te he llamado. Yo he despertado tu recuerdo para cruzarme cara a cara contigo. No he venido buscando un perdón que no necesito. No he venido para que me creas. No he venido esperando que, incluso en mis recuerdos, dejes de odiarme. No me importa lo que hayas decidido sobre mi en la vida real. Justicia o no justicia, ¿Qué mas da a estas alturas? Lo que deseo es verte feliz. Nada más. Aunque sea encerrándome bajo llave en las mazmorras de la indiferencia, de la aversión o de la negación. Siempre supe que esto podía pasar: que si llegábamos al punto de no retorno, seguramente te perdería para siempre y no podríamos si quiera ser amigos. Lo entiendo. Sé lo rematadamente insoportable que puedo llegar a ser. Y dedicarte estas palabras tampoco es que ayude, ¿Cierto? Pero no me importa. No hago esto por ti, ni de cara a una galería inexistente. No hay vínculos que cortar pues la desconexión fue total. No hay necesidad de falsas modestias ni de alimentar una mentira, por bondadosa que esta pueda ser. Hago esto por mi. Porque en mis recuerdos, aquí, donde por fin domino, donde mis sueños me pertenecen y mis miedos se desvanecen, sigues teniendo un hueco repleto de buenas sensaciones. Porque recordarte feliz, porque ser feliz, es al final... Una elección. Una elección personal e intransferible.  Sin importar lo que el mundo decida fuera.

Aquí, sigues importando.

La silueta femenina comienza a desvanecerse entre los brazos del chico. Poco a poco, de los pies a la cabeza, el recuerdo va desapareciendo en el viento como la ceniza esparcida tras un fuego sofocado. Él la abrazada con cariño y sonreía con los ojos cerrados... Inmerso como estaba en despedir con mimo lo poco que de ella quedaba, no se percató de los detalles finales. Pero yo sí pude ver como la postura de ella tornó mucho más relajada, mucho más amistosa, y como su rostro bañado en lágrimas, antes de desaparecer por siempre... Sonrío.  Acto seguido, y tras un leve suspiro, el chico tornó hacia mi su mirada y con tono solemne y seguro vociferó:

- Solicito una audiencia con mi querido tigre.

Respondí con tono amistoso

- Se admite la petición, chiquillo ... ¿O debería decir "hombrecillo"?

- No cantemos Victoria, nunca mejor dicho -risas conjuntas- ... Aún queda mucho para apodarme hombre. Lo de hoy ha sido sólo un pequeño paso.

- Ha sido un gran paso, pequeño. Estás en paz con tu pasado. Es mucho. Debo admitir que no esperaba tal cosa. No ahora. Estaba contento con tus avances hasta hace dos o tres semanas. Volví entonces a notar que se desviaba de nuevo tu atención, tan establecida en metas muy honorables, por cuestiones más pueriles e innecesarias. Han sido obligatorios varios toques de atención de quienes realmente importan para que vuelvas a enderezarte. Y yo mismo estaba apunto de provocar una audiencia que ahora veo, no era tan importante. Pero ya que has dado el paso te diré: queda sólo una semana para empezar una nueva etapa. Bien lo sabes. Has aprendido muchas cosas, has modificado tantas otras... No todas para mejor, debo decirte. A la fase uno de la historia le acabas de dar solemne final. Pero no puedes relajarte, ahora viene lo importante: el mundo necesita más de ti, chico. Y por el mundo sabes bien a quienes me refiero. Tienes el potencial necesario para dar más, para no conformarte y poner excusas complacientes con las cuales salir del paso. Has necesitado y necesitarás aún tiempo para recuperar del todo tu corazón, para conocerte a fondo y dar por tu gente todo aquello que merecen. Pero una vez logres tal reto, te necesitaré para uno aún mayor:

Con el corazón recuperado y plenamente tuyo, te pediré que lo vuelques en tu familia y tus amigos. Porque como digo lo merecen más que nadie, y porque no pueden seguir esperando. Ya no es una cuestión de solidaridad si no de necesidad. Tienes una semana de margen para lograr completar esta tarea, para ganar esta batalla y comenzar una guerra mucho más importante.

La de dar en lugar de esperar recibir. La empatía que te falta. Otro talón de Aquiles.

- Totalmente de acuerdo, Tigre. No creas que no he reflexionado estos días sobre todo lo que ha ocurrido eventualmente.

- Lo sé, pero ya no vale sólo reflexionar. Debes sacar un aprendizaje y ponerlo en marcha, que es lo que suele costarte. Mojarte las manos.

- Lo intentaré, Tigre.

- No lo intentes. Hazlo. Si quieres, puedes. Siempre ha sido así. Sólo que no te ha dado la gana.

- Dame tregua

- Te la he dado. Una semana. Hasta que alcances las 29 primaveras. Organízate, mantén las ganas, la fuerza y la positividad que últimamente te acompañan, y dale fuerte. Arde de una vez, humano.

- ¿Y qué me dices de ella?

- ¿De ella?

- Ya sabes de quien hablo...

- Ah. Ella... Si merece la pena, no seas cobarde. Sigue luchando. Aunque ahora habléis menos. Aunque todo parezca a ratos perdido. Mientras haya vida, habrá esperanza. Y si realmente tus intenciones son nobles y sinceras, tarde o temprano esa será la única realidad visible a todas luces. Si te importa, dale espacio. Deja de pensar sólo en ti: encuentra qué necesita ella y si te ves capaz... Ofréceselo. No hay más. Te tachará de loco, porque te verá morder el polvo y la ausencia y aún así insistirás. Y ella no lo entenderá, no le cabe en la cabeza porqué sigues pensando que vale tanto. Es tu elección, una vez más. Igual que hace semanas elegiste ser feliz...

Pase lo que pase.

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