Capítulo Diez. Gana!

Llueve.

Siempre llueve cuando reaparece. Cuando de hablar se trata. Es el estado natural de mis dominios. Es el estado natural del chico.  Es el devenir constante de sus emociones: Frágiles como gotas de lluvia, devastadoras en conjunto si lo desean, indomables como la tormenta, cambiantes como el tiempo.

Como de costumbre, no me saluda. No se dirige a mi de forma directa, no desea mirarme a la cara. Lo encuentro sentado cerca de la orilla, con la mirada perdida en el rompeolas; de seguro fijada en el reflejo de la luna, obviando el cielo gris que lo empapa. Obviando mi presencia ya percibida. Me siento a su lado sin buscar siquiera una mirada cómplice que de sobra sé, no voy a encontrar. Mimetizo durante minutos su fijación en el infinito, y tras un silencio cortés utilizado cual saludo entre dos viejos amigos, inicio el diálogo.

- Cuánto tiempo, querido amigo. Sin ánimo de apresurarme en el diagnóstico, diría que el hecho de que estés por aquí puede resultar beneficioso para ti pero una muy mala señal para alguien ahí fuera...

...

Mutismo. Silencio. Frio. Percibo su incomodidad. Percibo la tensión. Le costará romper a hablar, y quizá recordar la derrota no sea la mejor forma de intentar un acercamiento ¿Pero qué lo trae de vuelta? No logro olfatear con exactitud... ¿Es dolor, es rabia, es pena, es autocompasión, victimismo, cansancio? Lo intento de nuevo:

- Si no quieres hablar y lo único que necesitas es que me constipe a tu lado, lo haré. Me alegra verte al menos. Debo decir que te siento difuminado, han sido muchos meses y no logro descifrar los motivos que te traen por aquí. Sea lo que sea... esperaré.

Y esperé sin esperar nada. No con la intención de provocar su salida del coma, no con esperanza, no con anhelo. Simplemente estar. Porque a veces estar es todo lo que uno necesita para sentirse comprendido.

Pasaron cuatro horas hasta que articuló sus primeras palabras. Jamás había tardado tanto. Me desconcertaba la dificultad que le estaba suponiendo arrancar, pues de ser parco en palabras jamás lo habría acusado. Tener labia era su don, por mucho que algunos insistan en criticar tal virtud como defecto.

- Agradezco tu paciencia, querido tigre.

- Tiempo es algo que me sobra aquí encerrado, chico. Suelo disfrutar a solas de estas vistas, hacerlo contigo al lado no me supone esfuerzo alguno. Es mi destino... ¿Puedo saber ya qué te trae por aquí?

- Ni yo lo sé. Tenía la necesidad de desahogar mi soledad contigo. Quería alguien a mi lado que simplemente me dejara estar sin estar. Y tú nunca decepcionas cuando se trata de observar y mantenerte al margen.

- Es la cualidad de quien no actúa si no es llamado a escena.

- ¿Qué sabes de mi tigre? ¿Qué has percibido desde hace casi un año ya que te dejé?

- Veo que pasas del mutismo a ir directo al grano, me alegro de que tengas la valentía de ser directo, no siempre fuiste tan decidido. Sé lo poco que me has dejado saber. Sé que has estado a punto de venir a verme en muchas ocasiones. Sé que has crecido. Sé que has luchado y que luchas, pero eso no es nada nuevo, es algo que ya hacías desde los inicios de nuestra conexión. Es parte de ti. Veo que tienes dudas, pero que no existe el miedo si quiera en tus peores pensamientos. Veo que has madurado, y eso me enorgullece.

- ¿De verdad crees que no existe el miedo a perder en mi? Ilusas palabras de quien más sabio considero...

- ¿El miedo a perder? ¡Por supuesto que tienes miedo a perder! Todo ser vivo tiene instinto de supervivencia, y por ello, miedo a perder: perder la vida, perder el tren, perder algo querido. Ese miedo es sano y necesario... Lo que no tienes es miedo a ganar, y eso es mucho más de lo que puedas creer.

- ¿Miedo a ganar?

- Sí chico, miedo a ganar. Hace años te he visto retorcerte en lo peor de lo peor, te he visto exagerar el dolor, te he visto adorar la tristeza como quien venera un becerro de oro... Pero jamás te he visto dudar ni un segundo, ni en la peor de tus etapas, de tu capacidad para ser feliz. Tú siempre has creído en la felicidad, signifique lo que eso signifique para tu corazón, y eso es mucho, chico.  Crees que el mundo se rige por el miedo a perder, pero en realidad mucha gente lo que tiene es miedo a ganar. Miedo a ser feliz.

- Me parece absurdo tener miedo a ser feliz.

- Pues no lo es chico, es algo más común y habitual de lo que crees. La gente vive sumida en el dolor, las personas sufren, reciben varapalos, hay quien jamás ha tenido un golpe de suerte en su vida, quien vive en la miseria emocional, sumergida en la tristeza y el desánimo mucho más de lo que tú hayas estado jamás. Porque quien tiene la capacidad de ser feliz, como tú lo eras, puede caer en depresión como bien sabes... Pero quien no tiene la capacidad de ser feliz, quien cree que esa suerte no será jamás la suya, quien vive en una depresión constante incluso sin saberlo, no es capaz de apreciar la felicidad cuando le llega, no porque no la valore, si no porque cree que no la merece, y de forma irónica y dramática, tratará sin quererlo de destruir aquello que le haga feliz: por miedo. Porque quien jamás ganó, quien jamás logró una sola semana de plena felicidad en su vida, siente temor ante algo bueno... Porque su historia le hará creer que algo malo viene detrás, que lo bueno pronto acabará, que tarde o temprano perderá, y esa angustia provocará sin quererlo la pérdida que tanto teme, añadiendo la más que dolorosa circunstancia de no haber podido ni sabido disfrutar los momentos de alegría que la vida, aunque fuere fugazmente, le ha regalado.

Tú no eres capaz de empatizar con esto que digo porque has conocido el amor: Naciste en una familia hermosa con unos padres maravillosos y un hermano bendito. No te faltó cariño, educación, amigos, materia, vivencias, tíos, primos y abuelos deseando darte cariño. No te han faltado si quiera las oportunidades de equivocarte, de hacer las cosas mal, de mentir y de mentirte, de protestar, de herir... Lo has tenido fácil para luchar porque para ello se te ha instruido, y si bien hay aspectos que no llegaste a desarrollar por falta de apoyo, jamás has estado solo ante nada en la vida. Jamás te ha faltado un hombro, si quiera una almohada sobre la que llorar si querías hacerlo a solas. Has sufrido dentro de los límites establecidos. Con algún despunte de saña por parte del destino, pero todo te ha ido bien.

- Hablas como si los percances que he sufrido entrasen en una normalidad que debo asumir sin poder decir "eh, esta boca es mía y esto me molesta"

- Y así es chico. No relativizo tu dolor en absoluto, y bien sé lo que has sufrido y lo que sufres por intentar convertirte en un hombre de bien. Pero el mundo está corrompido por un mal ególatra, individualista y destructivo que no entiende de etnias, edades, razas, culturas o posiciones sociales. Los deshonestos visten de traje, los corruptos nos gobiernan, la violencia manda, los de corazón puro son ninguneados, maltratados, despreciados, y los personajes que muestran mala baba, vanidad, soberbia y despotismo se alzan aplaudidos como grandes profetas repletos de verdad en la boca.

La gente ha asumido tan profundamente que la pérdida es el estado natural de la raza humana, que no hay positivo sin negativo, que no existe final feliz sin dolor... que ha olvidado cómo ganar. Y si alguna vez sienten que pueden ganar, ¿crees que es alegría lo que sienten a las puertas de la victoria?

NO, CHICO. ES MIEDO. POR QUE UNO TEME LO QUE NO CONOCE. Y QUIEN JAMÁS CONOCIÓ LA VERDADERA FELICIDAD, TEMBLARÁ, GRITARÁ Y TRATARÁ DE HUIR DE QUIEN LE OFREZCA GANAR.

Y por insólito que parezca, esto ocurre ahí fuera. Esto le ocurre a gente que tienes cerca de ti. Gente que se conforma, gente que se resigna, gente que le dice no a una oportunidad. Gente que desconfía de sí misma y de todos. Porque es mejor el camino conocido, por malo que sea, que recorrer algo nuevo sin los zapatos adecuados. Porque es más sencillo quedarse en la oscuridad que se conoce que salir a que la luz te ciegue por mucho que esta cure.

No todo el mundo quiere un cuento de hadas chico. No todo el mundo quiere un final feliz. Y no porque no lo merezca o no lo desee: es porque jamás ha conocido la alegría. Y no se puede desear algo que ni has palpado...

...

Vi como el chico comenzó a llorar. Vi esa maldita costumbre de aguantar una reacción tan natural contrayendo el gesto y realizando una tensa mordida bajo sus labios pequeños. Sea lo que fuere, había dado en la tecla. Antes de yo preguntar, comenzó a hablar:

- Gracias tigre. Me has hecho comprender un gravísimo error en mi forma de ver el mundo: intento imponer mi visión con gente que jamás entenderá lo que intento transmitir. Con personas que siempre me van a malinterpretar, a desdecir, a renegar... Y no porque me odien, ni porque quieran dañarme, ni porque no les importe: lo hacen y lo harán porque no conocen otras formas de comunicación. Gritan porque jamás han sido escuchados. Sufren por no sentirse entendidos. Les duele querer algo que no logran comprender.

Voy a serte sincero, venía con la clara intención de desahogar un veneno y una rabia que me consumen por no sentirme respetado, por haber escuchado opiniones que no me han agradado, que me han sorprendido, que me han decepcionado... Pero de un plumazo me has hecho ver mi error: no debo ofrecer batalla a quien elija, quizá sin quererlo, la guerra. No debo alzar la voz para intentar demostrar que me duele. No debo volver violenta mi postura sólo porque las palabras me afecten.

Si quiero ganar donde nadie pudo, lo que debo es ofrecer comprensión donde otras buenas personas eligieron  salir huyendo. Donde un ser humano normal elegiría el conflicto. Por que todos sangramos si nos pinchan... Pero nos fijamos tanto en nuestro dolor, fijamos tanto la vista en la sangre que empieza a brotar por el agujero de nuestra piel o nuestro corazón... que olvidamos intentar entender porqué nos apuñalaron.

Quizá no haya maldad. Quizá, como bien dices... Sea miedo.

He tardado demasiado en comprender esto, he sido egoísta, he estado ciego y de seguro he hecho sufrir no por las malas palabras que haya podido pronunciar, si no por dejar a ciertas personas con la sensación de no haber sido comprendidas jamás...

- Chico, tampoco creas que comulgo con los discursos samaritanos tipo Jesucristo, no quiero que salgas de aquí poniendo la otra mejilla si algo te ha afectado y te está robando la felicidad que mereces: todos rugimos cuando algo nos duele. Todos reaccionamos mal cuando entramos al campo de batalla. Quizá lo que debamos hacer sea anticiparnos a la pelea, pues una vez dentro nadie va a desplegar buenas formas y siempre afloran los peores instintos... Quizá la solución no sea evitar los conflictos, si no entender el porqué de esos conflictos.

Y debo decir que el interés que estás mostrando por entender las cosas desde el otro lado de trinchera ya dice mucho de ti. Sé que has estado meses evitando una conversación conmigo por miedo a mi rechazo, por miedo a lo que yo podría decir, sugerir, sentenciar...

Pero al final, nada podrá ni puede la opinión de alguien contra un corazón que desee de verdad hacer feliz a otro corazón. Creo en tu fuerza, creo en ti, creo en tu positivismo casi constante y creo en tu sensatez, tu buena intención y tu firmeza: si realmente quieres ganar, si realmente quieres ser feliz, quizá debas hacer algo antes por esa persona que tanto te importa:

ENSÉÑALA A GANAR. ENSÉÑALA A SER FELIZ.

No puedes venderle la idea de un sueño y poner tal fin en lo alto de un edificio sin escaleras ni ascensores. Deberás construir. Deberéis construir.

Deberás ayudar a caminar y a ascender a quien, por mirar siempre al suelo... jamás contempló el cielo.

Si ese es tu deseo... adelante. Vé.

GANA!

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Agradecimientos (I)