Capítulo Once. Analogías


- Me marcho, tigre.

La voz del chico rompió la noche como el llanto de un recién nacido rompe el silencio. Llevaba meses sin venir a verme (bueno, según quién lea esto, quizá no tanto) y su presencia, aunque siempre esperada, no dejaba de resultar en ocasiones enigmática. Una persona tan intensa en sus emociones lo mismo te aparece pletórico cual sol de Julio que te destroza los esquemas con una imagen dolorida y victimista por la cual no puedes más que sentir compasión, por exagerado que pueda parecer a quienes no sienten como él siente. Único en su especie es, sin duda. Arranco con ironía, cómo no:

- Yo bien gracias. Un "hola qué tal cuanto tiempo, disculpa por haber intentado matarte y tal"... No estaría de más.

- Ya sabes que lo lamento, ¿Me vas a hacer disculparme en público por algo que ocurrió de forma privada?

- ¿Desde cuando me ha importado a mi tu necesidad de quedar bien ante quien nos pueda leer, mequetrefe?

- También es verdad. En fin, disculpa por lo que tú ya sabes.

- No necesitaba tu disculpa para sentirme libre de todo dolor. Ya lo era antes y siempre lo fui. Sólo quería disfrutar de ver a tu ego molestarse por haberme pasado por el forro tu "saludo" inicial. Por aquí todo sigue igual, gracias por preguntar, misma playa, mismas lloviznas, mismas lunas, mismo mar... No me quejo de mi suerte ¿Debo entender que tú sí por la afirmación tan rotunda con la cual has empezado a hablarme?

- Sinceramente, no es cuestión de quejarme, tigre. Sólo te digo que me marcho. Y tú te vienes conmigo, obvio. No estaba pidiendo permiso. Quería informarte y charlar contigo. Nunca vienes mal en momentos como éste.

- Yo vengo estupendo en cualquier momento y fase que puedas experimentar en la vida, figura. Lo que pasa que insistes en acordarte de mí cuando no sabes ni donde tienes la cara.

En realidad mis intentos por provocar al humano eran el camino más directo a conocer sus verdaderos pensamientos. Lo veía cambiado, no diría que mal, tampoco diría que bien, su aroma me dejaba mezclas extrañas donde el dolor, el amor, la toma de decisiones y el cansancio se hacían uno. Había más hastío que tristeza, más fuerza que derrota y más esperanza que desazón. Algo era algo. En cualquier caso el niñato no dejaba de ser el niñato, hay cosas que no cambian, y sabía que dándole por culo acabaría por explotar... ¿O quizás no? ¿Será que ha aprendido algo mientras no me fijaba?

- Sé perfectamente dónde tengo la cara, tigre. Creo que más que nunca de hecho.

- Y dura, debo añadir.

- A la mierda, paso de tus provocaciones.

- De hecho, ese "a la mierda" es pura señal de hartazgo, por tanto, voy ganando. Hay cuestiones en las cuales sigues siendo fácil cual chupete, aunque no logro captarte del todo hoy. Me preocupa eso que detecto, que no es tu típica melancolía pseudo romántica aderezada de altas dosis de postureo literario. Veo que realmente algo te ha dejado huella y duele. Lo lamento, pero ya sabes. C'est la vie.

Sin apenas rebatir nada de lo comentado, el humano prosiguió con su premisa inicial.

- Me marcho, tigre. Nos marchamos. A dónde no le interesa a nadie aún. De dónde tampoco. Pero quería que lo supieras y que arrojaras un poco de luz.

- ¡SEÑORES, PASEN Y VEAN, EL PRIMER Y ÚNICO TIGRE LINTERNA DEL MUNDO! - Vociferó el felino.

- Joder, tú y el humor, agua y aceite, cabrón.

- Teniendo en cuenta que vivo dentro de ti, atribúyete el mérito de mi nula destreza con lo mordaz.

- Lo que gustes, como te digo quiero marcharme. Voy a hacerlo, pues necesito encontrar otras metas, lugares y personas que aporten eso que parece no encajar.

- Todo lo que no encaja está siempre dentro de uno mismo, chico. No busques fuera las respuestas que han de venir de dentro.

- Como sea. Para obtener resultados diferentes, necesito probar cosas diferentes. Es lógica.

- Lógica de un nivel tan simplista que roza lo estúpido, muchacho. Puedes seguir avanzando donde ya estás sin tener que variar un ápice el contexto. Es cuestión de saber encauzar tus emociones y tus pensamientos en una misma dirección más positiva.

- Yo seré simplista pero tú hablas de lo difícil como si fuera sencillo.

- Y lo es, figura. La dificultad en ocasiones está en uno mismo, no en la tarea, en el lugar o en la sucesión natural de penas y alegrías que supone la vida.

- Vamos, que al final todo es culpa mía, que a seguir por donde voy y a verlas venir, ¿No?

- Joder, si de algo no se ha hablado aquí es de culpabilidad muchacho. Sí que estás perdido, cojones. Para empezar ya relaté hace mucho tiempo que la vida es puro caos, nada de justicias o injusticias, culpabilidades o falsas lecciones de autocompasión exagerada en mis dominios, chico. No repito lecciones, bien lo sabes.

- De acuerdo, derribemos los muros de las típicas defensas y necesidades autoimpuestas para superar situaciones complicadas y no deseadas. Vayamos al grano: lo que deseo para mi y para la gente que quiero, es ser feliz. No hay más. Dejo a un lado apegos emocionales, necesidades físicas, recuerdos recurrentes, palabras lanzadas que no podrán ser devueltas, melancolías varias por personas únicas (ÚNICA)... Qué puedes decir a eso. Quitando todo lo supuestamente innecesario y tóxico, enséñame como sonreír a la vida sin más que mi propia existencia.

- No te doy un zarpazo porque nada gano dañándote, pero para mi, efectivamente, "la vida es la constante sorpresa de saber que existo": solo ello me basta para sentirme pleno y completo. Pero entiendo que tu homínida red uni-neuronal no conciba la mera existencia como un acto milagroso que debe ser celebrado cada vez que respiras. Que necesites experiencias, personas, historias de amor y proyectos para sobrevivir más o menos de forma alegre entra dentro de lo habitual en el humano medio. Infames bípedos repletos de arrogancia y sueños... En fin, intentaré hacerme entender con esta metáfora:

Imagina una carrera de caballos, cuya meta es la felicidad. En la parrilla de salida hay caballos pura sangre, veloces, potentes, enérgicos. También tienes potrillos enclenques, de patas débiles y capacidades inferiores. Luego tienes muchos caballos de gama media, mezcla de ambos extremos.

Lo primero que los caballos más inteligentes entienden, es que una meta significa un fin. Y un fin significa eso. Fin. Llegas y a otra cosa. No puedes quedarte mucho tiempo tras pisar la línea de meta, esperando recibir el trofeo y postrarte en ese podio de por vida. Hay que seguir compitiendo. Hay que seguir mejorando. Por tanto, ese caballo lo primero que tiene claro es que, si bien la conquista es un reto que le aportará alegría y reconocimiento, debe disfrutar del camino. Debe intentar correr de forma positiva, centrado en lo que desea pero sin perder de vista todo aquello que le rodea mientras corre.

¿De qué serviría llegar tras haber sufrido lo indecible? ¿Eres de los que piensa que la victoria sabrá mejor por el simple hecho de haberte hecho el camino dificultoso? ¿Crees que sabrá mejor la miel teniendo la boca partida y la lengua reseca, asfixiado de tanto esforzarte? Ya te aviso yo que no.

Y fíjate bien en lo que dije: haberte hecho el camino dificultoso. Es decir, esos baches que uno mismo se impone, tan invisibles como poderosos, tan altos como murallas infinitas. Tan oscuros como la noche. De esas dificultades te hablo, muchacho, de las que uno se crea. Por que dificultades intrínsecas en el camino, ya las habrá. Llueven problemas aleatorios y de diversa índole durante toda la carrera. No se crean, no se buscan. Te vienen y te ponen la zancadilla.

Esas dificultades van a estar ahí y justo por eso, añadir más baches de manera consciente me parece una soberana gilipollez. Porque admitámoslo: la mayoría de problemas por los cuales el ser humano medio se preocupa, son autoimpuestos, son autogenerados, son películas mentales que luego rara vez llegan a producirse.

Son traumas del pasado, son bloqueos no superados, son miedos, son telarañas... Humo. Pero, en ocasiones es un humo tan denso que asfixia, que ahoga y te marea, que te hace ver la meta alejarse más y más... ¿Cómo podré alcanzar la felicidad así? ¿Cómo acorto camino? ¿Cómo recupero fuerzas para correr? ¿Cómo recobro el aliento?

Mentalidad ganadora, chico. Mentalidad positiva. No voy a soltarte frases manidas del tipo "la felicidad de tu vida depende de la calidad de tus pensamientos", pero algo de verdad tienen. Sólo podrás hacer frente a los reveses con una mente y un espíritu altamente preparados.

Pero permíteme proseguir con la analogía de los caballos. Imagina que se da el pistoletazo de salida. Primer punto importante de esta carrera: no hay perdedores. Tarde o temprano todos los caballos tienen derecho, e incluso obligación, de alcanzar la felicidad de una forma u otra; más lentos o más rápidos, no existe un único ganador, habrá quien obtenga mayor nivel de alegría, habrá quien logre un menor grado, pero todo caballo, por roto que éste pudiera estar, merece saborear el júbilo en su alma alguna vez en la vida.

Todo caballo, incluso el de peor calaña, merece ser feliz. Suponga para éste lo que suponga tal término, pues no todos entendemos el concepto en el mismo plano. Para ti la felicidad puede ser rozar un vientre y llamarlo "la casa de mi bebé". Para otro puede ser pasar noches en vela borracho perdido rozando pieles que nada aporten. Todo vale, te guste o no.

¿Qué ocurre tras el balazo inicial?

De seguro algún pura sangre saldrá escopetado hacia la meta, cegado por eso que tanto os gusta a los seres humanos: reconocimiento. Pero tendrá unas anteojeras como tu cabeza de grande, por tanto ni mirará alrededor, ni disfrutará el camino. Irá de carrera en carrera consiguiendo podios y quizá en su vejez añore lo que no apreció.

De seguro muchos caballos de gama media saldrán a galope, otros a trote, otros casi de puntillas... Pero saldrán.

Y luego tenemos a los caballos enclenques, con patas dañadas, heridas mal curadas o con cargas del pasado tan enormes que los hacen quedarse inmóviles: Ni si quiera salen. Por dolor, por miedo, por inseguridades varias.

¡Pero también este grupo merece ser feliz! Algunos aprenderán por sí solos a andar de nuevo, luego correrán y finalmente, disfrutarán. Algunos necesitaran ayuda, algo que en nada debe avergonzarlos, para salir adelante. Otros, lamentablemente, no saben que deben pedir ayuda, estos son los que más suelen sufrir de todos. Del mismo modo, hay quienes saben que necesitan ayuda, quieren con toda su alma ser felices, pero no saben por dónde empezar. Y así permanecen, sufriendo como los que más pero encima totalmente conscientes de que algo les falta.

Y ojo: todo caballo desvalido puede convertirse en un pura sangre con el tesón y la guía adecuada. Pero como ves, disfrutar el camino no depende del grupo en el cual te creas inmerso, no depende de tu potencia: Depende de que quieras ver, de que desees cambiar, y de que desees de verdad luchar por lo que te importa, poniendo en ello toda tu alma. Saboreando cada segundo de cada minuto en el devenir de acontecimientos que acontecen en el recorrido.

El chico interrumpió al tigre en este punto.

- ¿Y si algún otro caballo quisiera ayudar a un caballo de los que has mencionado en el último grupo? ¿De los que saben que necesitan ayuda pero no saben a quién acudir ni cómo empezar?

El tigre escudriñó al chiquillo frunciendo el ceño, y con mirada seria le espetó:

- Niñato, a ello iba, sólo utilizaba la metáfora para hacerte llegar a la siguiente reflexión:

Tú eres un pura sangre, eso no se duda. Es más, jamás me permitiría vivir dentro de alguien que no fuese un ganador nato, mi propia egolatría así lo necesita y no me avergÜenza decirlo. Tus problemas son los siguientes: a ratos corres mucho, muchísimo, pero en la dirección equivocada. Te alejas de la meta y cuando te das cuenta, te cuesta recorrer el camino a la inversa. Te cansas donde no debes y con quien no debes. Insistes en caminos que de antemano sabes que a nada llevan, y en ocasiones admito que lo haces por una bondad que, a día de hoy, ni yo mismo me explico. Pero caes en incongruencias graves y lo mismo que te quitas las anteojeras y observas tu alrededor con claridad, te las enfundas con fuerza y obvias a otros caballos y otros paisajes por decisión propia. Como decía al principio, tú eres de los que en ocasiones se ponen baches innecesarios.

En otros momentos, sin embargo, en mitad de la carrera te paras. Te bloqueas. Por miedos, por situaciones que no esperabas, por que pisas una chincheta... Joder te paras hasta por nada a observar el tiempo pasar. Eso me cabrea sobremanera... Pero cierto es que si no pararas, podrías seguir cegado y corriendo en dirección errónea más tiempo. No siempre ha sido malo, pero en ocasiones sí has frenado cuando ibas perfectamente encaminado y has virado a terrenos muy fanganosos. La cagas, pero admito que nadie ni nada es perfecto.

También has tenido momentos de lucidez ¿Eh? Y los vas a seguir teniendo, más ahora. Los años en el terreno no pasan en balde. Aportan empaque. Has luchado por metas nobles y has puesto todo lo que has podido en cada zancada. Eso te honra y eso te beneficia, aunque creas no haber logrado trofeo alguno.

Y respondiendo a la pregunta de los caballos que quieren ser felices y saben que necesitan ayuda pero no saben a dónde acudir, te voy a ser franco y directo: No te corresponde a ti ayudar. Ni eres experto, ni estás al cien por cien en la vía correcta, ni eres un samaritano ¿Quieres saber lo que te ha ocurrido? Sencillo, bobo: Si te sitúas detrás de un caballo con miedos y roturas, por muy pura sangre que tú lo puedas considerar, si tratas de empujarlo a lo que tú consideras es la felicidad, si pones tu cabeza sobre su cola intentando incitarlo... Te llevas una coz en la boca que te rompe varios dientes, y de paso, el corazón.

No voy a entrar a debatir si mereces o no la coz, pero no puedes culpar al otro caballo pues uno solo cambia si lo desea, no si se lo proponen, no si lo incitan, no si lo atosigan. Ese caballo debe desear cambiar y buscar sus propias formas, sus propios caminos.

Lo que sí considero bello y sincero es tu deseo, inamovible e inmodificable, de que ese caballo llegue a ser un pura sangre algún día que disfrute del camino sin anteojeras. Incluso aunque no llegue a correr a tu lado. Has sabido entender que su contexto o su coz nada tienen que ver contigo. Es un acto reflejo, no es maldad. Aún así... Entiendo que te duela. Permito que te duela. Debe hacerlo. Pero estás aprendiendo por la vía difícil que amar no es dar.

- Sabes tigre, mi padrino, no hace mucho curiosamente, me relató una historia que ahora capto de forma mucho más global y que entiendo en parcelas y desde perspectivas que antes no veía. Dice así:

"Un hombre vio como una serpiente estaba muriendo quemada y decidió sacarla del fuego, pero cuando lo hizo, la serpiente lo picó. Por la reacción al dolor, el hombre la soltó y el animal cayó de nuevo en el fuego. El hombre intentó sacarla otra vez y otra vez la serpiente lo picó. Alguien que estaba observando se acercó al hombre y le dijo:

- Disculpe, ¡Pero usted es terco! No entiende que todas las veces que intente sacarla del fuego va a picarlo?

El hombre respondió:

- La naturaleza de la serpiente es picar, y eso no va a cambiar la mía, que es ayudar.

Entonces, con la ayuda de un pedazo de hierro, el hombre sacó la serpiente de fuego y salvó su vida.

No cambies tu naturaleza si alguien te hace algún daño, no pierdas tu esencia; sólo toma precauciones. Algunos persiguen la felicidad, otros la crean. Preocúpate más por tu conciencia que por tu reputación. Porque tu conciencia es lo que eres, y tu reputación es lo que piensan los demás de ti. Y lo que piensan los demás, no es tu problema... Es problema de ellos"

El tigre exclamó con un rugido de orgullo:

- ¡Exacto pequeño! ¡De eso se trata! No debemos cambiar la esencia de quienes somos, no se trata de darnos la vuelta y convertirnos en algo que no queremos ser... Se trata de modificar aquello que chirría y que nos impide correr, que nos ralentiza, que nos resta velocidad. Y claro que se debe ayudar a quienes queremos, pero en ocasiones sólo podrás ofrecer herramientas (como el pedazo de hierro en la historia que has contado) y esperar que la otra parte acepte de buen grado tal ofrecimiento y sepa darle uso... Pero si no lo hace, si pica, si muerde, si grita o si te da una coz... No te sientas inútil, repudiado o despreciado. Debes dejar que la vida siga su curso y mantener la cabeza bien alta. No puedes hacer más.

- Sabes, me has recordado con los caballos de marras, la superación de los baches del camino y la relatividad de los logros que no hace mucho le dije a alguien importante que...

 En esta vida, no eres lo que logras, eres lo que superas.

- Y bien sabes humano, que tienes personas cercanas y amadas librando batallas muy importantes, no sólo por encontrar su camino, por lograr la felicidad, por conocerse mejor... Si no batallas que implican la propia vida. Esas son las batallas en las que uno debe poner toda la fuerza y la energía, todo el apoyo y todas las ganas. Y es ahí donde te quiero ver, chico. Y es ahí donde debes querer estar, por mucho que quisieras estar en otro lugar, en otra playa, en otra cama o en otra ciudad.

- Lo sé, tigre. Y es por esto que vuelvo aquí, el lugar al cual siempre querré volver y el lugar que jamás debí abandonar. Seguiremos escribiéndonos más de seguido de nuevo, tienes mi palabra.

- Escríbeme todo lo que desees, humano, pero recuerda: endereza el rumbo. Elimina cegueras. Corre veloz. Agradezco de corazón todas las experiencias, personas y momentos presentes y pasados que te han hecho volver a mi, magullado pero entero, dolorido pero activo, enamorado pero no enloquecido, derrotado pero no rendido... Galopando hacia un destino aún por descubrir.

Y aún por describir.

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