Capítulo Doce. Llueve

- ¡BOLITA DE PELO!

Jamás me habían despertado abrazándome por el cuello con tanto ímpetu. Bien es cierto que tampoco es cosa sensata abalanzarse sobre un tigre dormido y estrujarle la cabeza, de lo cual deduje en las milésimas de segundo que tardó mi intelecto en salir de su letargo que, o el humano de marras estaba intentando acelerar por todos los medios su muerte entre mis fauces, o la figura que me sacudía la sesera efusiva y violentamente era un ser irracional, inmaduro... infantil.

NIÑO.

Bingo. Era un bebé enano que agarrado a mi cuello me abrazaba con ganas, entusiasmo y amor. No sabría definir su edad: la suficiente para balbucear palabras. Su imagen era difusa pero inequívocamente, era descendencia del humano. Pelo ondulado, ojos brillantes, locura infinita y una sonrisa inconfundible lo convertían en hijo de su padre. Literal.

Aún con el instinto asesino a flor de piel por haberme despertado, logré visualizar la escena completa de lo que estaba sucediendo en los pocos segundos que tardé en reaccionar completamente: llovía. Para variar, dirán algunos, pero hacía mucho que no me dormía plácidamente bajo tormenta alguna. Mi humano estaba a unos metros de distancia, absorto, con la vista fija en el fiero oleaje que las condiciones climatológicas habían generado en ese día gris. 

Sabía de antemano que el chico había soñado días atrás con ese pequeño que me abrazaba como si yo fuera su mascota particular. Sabía de quién se trataba e incluso había oído su nombre en el viento. Sabía por tanto, porqué el humano lo traía ante mí. De pie en la orilla, encerrado en sus bucles, con la cara seria pero el semblante tranquilo, me dirigió una mirada cuando su pequeño se me tiró al cuello, para intentar hacerme saber lo que ocurría.

Una mirada. No hizo falta más. Una mirada en la cual me pedía ayuda, comprensión y a la vez... tacto. Así sea, me dije. Seré condescendiente.

- Hola pequeño... - Le dije al infante, con la voz pausada y sabia que deben utilizar los abuelos con sus nietos.

- ¡TENÍA MUCHAS GANAS DE CONOCERTE BOLITA DE PELO! ¡PAPI SIEMPRE HABLA MUY BIEN DE TI! ¡DICE QUE ERES SU PROTECTOR Y SU MAESTRO, Y QUE LO AYUDAS A SUPERAR MOMENTOS DIFÍCILES! ¡YO QUIERO TENER UN TIGRE COMO TÚ A MI LADO CUANDO SEA MAYOR!

No se podían negar los genes. El pequeño era intenso, vivo, y con unas ganas enormes de ser feliz y comerse el mundo. 

- ¿Ah, sí? Me alegra que digas eso, tu padre y yo solemos tener diferencias, pero somos tal para cual, nos compenetramos a nuestra manera. Estoy seguro de que sí, siendo quien eres, algún día también tendrás un tigre a tu lado, que intente cuidarte y guiarte cuando no sepas hacia dónde tirar... Y si no, siempre podrás recurrir a mí, claro.

- ¿DE VERAS? ¡ESO SERÍA GENIAL! - Gritaba el pequeño sin soltarme un segundo. Tocaba indagar.

- Y cuéntame, chiquitín, ¿Cómo tú por aquí? ¿Te ha traído papi?

(Comenzaba a llover más fuerte)

- Sí, me ha traído papi. Papi estaba triste. Quería que te conociera.

- Entiendo... ¿Y sabes porqué estaba triste papi? - Yo dirigía de vez en cuando miradas furtivas a mi humano para ver la reacción que mis palabras provocaban en su figura. Permanecía sereno. Incómodo pero sereno. Aceptando lo que debía ocurrir.

- Mmmm... Creo que es por mi culpa. Yo le pregunté que dónde estaba mami.

(Si se pudiese escuchar un corazón humano encogerse, ese habría sido el momento exacto del sonido)

- No creo que sea tu culpa, pequeño, quizá papi no pudo responderte a eso, ¿Verdad?

- Ahá - Asintió dulcemente el pequeño.

- ¿Y qué sabes tú de tu mami?

- No sé mucho, gatito grande. Sé que mi madre huele al día de hoy. Huele a tierra mojada, a lluvia. Sé que papi le decía a su vientre "la casa de mi bebé". Mi casa. Y sé que hay una sensación muy grande guardada en papi por mami, pero no sé decir si la sensación es positiva o negativa. No logro acceder a ese rincón de su alma.

-¿Y tú qué prefieres creer?

- ¡Que es positiva, claro! Quiero que mi papi solo tenga buenas sensaciones. Papi se lo merece. Es el mejor.

- Ya veo hijo mío, te gusta pensar en positivo, me gusta esa cualidad, me gusta mucho ¿Sabes? Yo también quiero que tu padre sea feliz, aunque no siempre podré desearle buenas sensaciones. Tu padre a veces es difícil, y solo aprende bajo malas experiencias, lamentablemente. Pero como tú, es más fuerte y positivo de lo que cree. Solo que a veces, se nubla.

- ¡A mi me gusta la nubla, me gustan los días grises y lluviosos!

Solté una carcajada felina que casi hace al pequeño soltarse de mi cuello.

- ¡HAHAHA! Creo que te refieres a la niebla, pequeño, y sí, siendo hijo de quien eres, esperaba que disfrutaras de ese tipo de cosas: las noches de lluvia, las lunas, los baños en el mar a oscuras, el sonido de la tormenta, el olor de la tierra al dejarse empapar... Pero bueno, tú sabes diferenciar las ideas de la realidad, ¿Verdad pequeño?

- Mmmm... ¡Sí, creo que sí! - Dijo el pequeño acompañando la frase de un movimiento de cabeza afirmativo tan decidido como adorable.

- Entonces sabrás que este mundo en el cual estamos no es real, ¿Cierto? Este es el mundo interior de papi. Es donde viene a refugiarse, a lograr desahogar sus emociones, es donde viene a encontrar dentro de sí mismo respuestas que no logra fuera. Para ello necesita momentos de calma, soledad y normalmente, mal que me pese, tristeza. Todo lo que aquí sucede son ideas, pensamientos y recuerdos... ¿Entiendes eso?

- ¡Sí, lo entiendo! Sé que por ahora solo existo aquí, en su interior, en sus ganas y en sus sueños... ¿No?

- Correcto, pequeño, ¡CORRECTO! Por ahora, eres solo una idea. Algo imaginario. Un recuerdo de algo en lo que quiso creer con otra persona en el mundo real. Pero entiendes que hay sueños que no puede alcanzar papi solo, ¿Verdad?

- ¡Verdad!

- Y a ti te gusta ver y sentir a papi feliz, ¿No es cierto?

- ¡Muy cierto!

Podía ver como el humano iba dándonos la espalda, poco a poco. No lloraba, no había un dolor flagrante, pero la situación no era de su agrado. Continué dirigiendo al pequeño justo al punto que yo quería:

- ¿Y a ti te gustaría algún día dejar de ser sólo una idea en este mundo y salir a jugar con papi al mundo real? ¿Te gustaría existir no solo en su memoria?

- ¡ME ENCANTARÍA! ¡NO HAY NADA QUE DESEE MÁS QUE SER REAL! ^^ - Si por ganas de existir fuese, no dudaba que el pequeñín ya habría sido real casi antes de que su padre tuviese edad de procrear. Era un ímpetu tal, un fuego ardiente tan vivo, un deseo total por nacer, que nada podría impedirlo tarde o temprano. Y lo decía con una sonrisa de oreja a oreja, con felicidad plena. Con todo el amor que yo sabía, su padre reservaba para él y sólo para él.

- En ese caso, necesito pedirte un favor: ¿Ves esa luna? Preciosa, ¿Verdad? Tú ya sabes cuántas noches ha mirado papi esa luna pensando en ti y en tu madre, ya sabes que papá siempre ha tenido al sol nocturno como un elemento mágico, un punto en el cielo capaz de hacer coincidir a dos personas que ni se conocen (o que se conocen pero no están juntas) si ambos la observan al mismo tiempo. Es una luz capaz de hacer desaparecer la distancia entre los amantes y entre las personas que se echan en falta. Porque por oscura que sea la noche, por fuerte que parezca la tormenta, por delicada que pueda parecer una situación, una vida, o una etapa,  tu padre siempre mirará a la luna y se preguntará

¿La estarás mirando al mismo tiempo que yo?

Y justo por ello, necesito pedirte que, durante un tiempo... Te quedes a dormir en la cara oculta de la Luna. Tiene una cuna preciosa esperándote ¿Qué te parece la idea?

El pequeño quedó pensativo unos instantes. Dubitativo, me preguntó.

- ¿Pero no podré visitar a papi? ¿Y si se olvida de mi?

- ¡En absoluto, tesoro! Papi jamás te haría eso. Yo tampoco lo permitiría. Si te pido que duermas en la cara oculta de la luna es porque sé que papi mirará al cielo muchas veces pensando en ti... Pero, como bien sabes, papi necesita ser feliz. Papi debe evolucionar. Debe mejorar, debe rehacerse. Debe crecer. Debe seguir dando pasos adelante. Y contigo aquí, es difícil. Papi se bloquea y se queda estancado en la idea. En tu idea. Necesita avanzar para poder llegar a ser un buen hombre y darte vida en el mundo real ¿Entiendes eso, pequeño? Para que puedas existir el día de mañana, hoy debes dejar a papi marchar. Y papi debe dejarte ir. Es parte clave del éxito de vuestra historia. No reteneros mutuamente.

- ¿Es por eso que no conozco a Mami? ¿Papi la dejó marchar a la luna?

Pude sentir lo que el humano sintió al escuchar la pregunta.  Pero no dejó a la tristeza, al miedo o a la rabia entrar a escena. No ante su hijo. Todo lo que dejó entrever fue serenidad y plenitud, fue paz, fue amor. Y así se lo transmití al pequeño.

- Creo que papi dejo a mami marchar a donde mami quisiera estar. Quizá tengas razón,  y algún día mami vaya a buscarte a la cara oculta de la luna. Quizá quiera mecerte en sus brazos y decirte lo mucho que te quiere... Sí, estoy seguro de que papi tiene muchas cosas bonitas de mami guardadas con cariño ahí arriba, esperándote.

- ¡Eso me hace feliz! Acepto el trato, gatito: quiero vivir en la luna y estoy preparado para dormir, tengo mucho sueño...

- Pues no se diga más, corazón... Duerme pequeño, déjate llevar en volandas hacia los sueños... Sueña fuerte, sueña eterno, y serás real mucho antes de lo que crees, mucho antes de lo que tu padre espera.

- ¿Puedo despedirme de Papi al menos?

- No hace falta chiquitín, yo me despediré por él, yo me despediré por ti. Piensa que es sólo un hasta pronto, precioso...

El pequeño comenzó a hacerse un ovillo en mi regazo mientras poco a poco iba desapareciendo hacia el cielo como el humo de una hoguera perfecta. Una hoguera que ni bajo la tormenta se apaga. Una tormenta que su padre mantiene y mantendrá siempre activa.

- Gracias tigre... Me ha encantado venir a saludarte, espero que nos veamos pronto y espero que no te olvides de mi nombre... Te quiero.

- Nunca me olvido de tu nombre, pequeño. Yo también te quiero. Y te querré.

El humo ascendió silenciosamente en la dirección elegida por el humano. La cara oculta de la luna tiene un nuevo inquilino. 

El joven permanecía de espaldas a mi, pero atento. Sabía que necesitaba un rato para dirigirme la palabra, pero también sabía que lo haría tarde o temprano. De manera pausada, fui acercándome hasta sentarme justo a su lado, mirando también el mar embravecido. Seguía lloviendo con intensidad. Tras un par de minutos en silencio, el chico se dirigió a mi.

- Gracias. Solo, no habría podido.

- De hecho, olvidas demasiado a menudo que sí puedes. Yo soy tú. Sólo necesitabas mi empujón para no quedar como el verdugo, pero esto no es el fin ni se ha matado a nadie. Cruel sería quedarse añorando un recuerdo irreal, no "encerrarlo". Celebro, eso sí, que no hayas soltado una sola lágrima en el transcurso de los acontecimientos. Debías dejar ir. Es lo mejor. Para todos.

- Lo sé. Bien sabes que lo sé. Había soñado con él un par de veces últimamente, no estaban siendo días extremadamente alegres.

- Tampoco extremadamente tristes, te lo recuerdo - Inquirí de forma taxativa.

- Como sea, necesitaba desahogarme. Y ahí siempre entras tú en escena. Hoy mientras trabajaba me habían avisado de que estaba lloviendo. Y al abrir una de las puertas de la oficina, me invadió el aroma inconfundible de la tierra mojada en la cañada.

- Y eso te trajo de golpe muchos recuerdos. Los necesarios como para escribir todo esto y poder así descargar parte de la historia.

- Exacto.

- No me parece mal, pero tampoco me agrada esa correlación y ese vínculo tan potente.

- Explícate.

- Con la lluvia, chico. La lluvia era tuya, era nuestra, mucho antes de ser un evocador de nada o de nadie. Era algo personal. No me importa que tengas películas, series, lugares, canciones o ciudades plenamente vinculadas a una determinada persona. Pero si vinculas algo tan natural como un evento climatológico al recuerdo de alguien, si vinculas la lluvia a un ser vivo, estarás condenado a recordar a esa persona cada vez que una gota golpee tu ventanal o moje tu piel. Es cuanto menos, una elección arriesgada para alguien que debe dejar ir.

- Quizá tengas razón. Eso sólo el tiempo me lo hará saber. Por ahora estoy cómodo así: teniendo a la lluvia con nombre y apellidos.

- Y a la luna como testigo.

- Eso siempre.

- Al final tú siempre decides, chico. Yo solo puedo observar y aconsejar. Tuyas son las riendas y tuyo es el camino. La mitad de la gente que lea esto ni si quiera sabrá qué es real y qué no lo es. Creo que nadie ha sabido nunca diferenciar en tus textos dónde acaba el anhelo y dónde nace la realidad. Dónde muere la verdad y dónde reside la verdadera bondad de tu corazón. Pero no es algo que me preocupe en demasía. Cada uno interpreta la realidad como buenamente puede. Poca gente creerá por ejemplo que esto lo escribes realmente en una playa. Que dejas el portátil y acto seguido te metes en el agua oscura, flotando, tumbado boca arriba mirando al cielo. Mirando a la luna cara a cara mientras llovizna.

Nadie cree en ese tipo de locuras, chico. 

- Mi locura es personal e intransferible, y quien no pueda creer en mi locura, no podrá creer en mi. Yo te digo que sí hay quien es capaz de imaginarme como describes mientras lee esto. Quiero creer que ya existe quien pueda confiar en esto. Conocido o por conocer, sólo nuestros pasos podrán decirlo. 

Ahora simplemente observa la luna conmigo, imagina su cara oculta, y olvida todo aquello que no sea la lluvia que nos golpea con suavidad en esta noche de Septiembre.

- Hágase el silencio pues, chico. Ah, y gracias por presentarme a...

- De nada. No hace falta que digas su nombre. 

No hace falta. Deja el paréntesis abierto, y no lo cierres hasta que no vuelva.

(...Continuará...

Entradas populares de este blog

Agradecimientos (I)