Capítulo Catorce. Madrid

Querido amigo felino:

Hoy te saco por primera vez del reino que para ti creé en años de escritura. Quiero que recorras a mi lado este paseo en solitario por las calles de Madrid. En lugar de ir a buscarte en el más profundo de los inconscientes, hoy deseo que deambules a mi lado. Porque he sido muy egoista contigo estos años, y es hora de que conozcas mundo.

Nunca te he dado las gracias, tigre. Te he agradecido reflexiones y momentos, pero jamás te agradecí que aparecieras. Que existas. Y me tomarán por exagerado quienes no celebran el mero hecho de existir de los seres que aman. Pero yo lo hago. Agradezco cada persona que fortuitamente se cruzó en mi camino para enseñarme algo nuevo. Para hacerme crecer. Para hacerme evolucionar. Aunque no puedo negar que en algún caso predomine cierta amargura en mi sincero agradecimiento. Ley de vida.

Y es que, aun pudiendo amar de por vida el concepto de serendipia, tigre, desearía algo sempiterno. Algo que, habiendo tenido principio, no tenga fin. Como nuestra conexión ilimitada.

Quizá eso buscan mis palabras cuando escribo, tigre: convertir en eterno lo pasajero y perecedero. Hacer infinito aquello que, por ley natural, será caduco.

Esto es magia, tigre. Escribir empapado en un lateral de La Almudena a media noche frente al Palacio Real. Dejar que la lluvia traiga recuerdos. Calarme de algo más que un instante de fugaz melancolía ¿Nadie puede creer en esto? ¿Nadie puede creer en mi, nadie puede creer en tí?

Ciego queda el ser humano que de ilusiones no entiende, pero mientras yo crea, que el resto del mundo dude. No necesito de testigos, jueces o dioses que verifiquen mis pasos.

No aquí. No hoy. No ahora.

Y esta es mi realidad actual, señoría: me carteo con un tigre imaginario la madrugada de un 13 de Octubre de 2016 pensando en ti -sí; TÚ, lectora- y con que yo lo sienta, con que yo lo vea, basta. Hay verdades que no por silenciosas u ocultas dejan de ser verdad.

No todos podrán conocer a quién dedico estos renglones, y quizá quien pueda imaginarlo, no comprenda el motivo. Es tan fácil hablar desde fuera de locura, premura, tortura...

¿Pasku joder, acaso no sería igual de hermoso dedicar estas palabras desde el calor de una habitación cerrada y acogedora? Dirán algunos. Posiblemente lo fuere, camarada, pero entonces, no sería yo.

No sería mi historia, sería la de otro que se me parece. No habría sufrido el intenso deja vú que acaba de sacudirme mientras te escribo.

Porque yo ya estuve postrado en estas escaleras bajo la lluvia, meses atrás. Yo ya hice fotos de este lugar. Yo ya lo sentí. Quizá no de madrugada, y aseguro que no solo. Que fue en compañía. Ya ocurrió. Ya fuimos.

Disculpa querido felino por hablar de soledad, no gruñas. Sé que estás aquí conmigo. Sé que siempre estás. Pero hablo ahora de presencias físicas y humanas, no de las irrealidades de un pseudo escritor acomodado en las rarezas de su psique.

Eres tan real como la lluvia que me golpea, pero entiende que de puertas para fuera, para el resto del mundo, no eres visible. Entiende que trato de expresar afecto, no de acabar encerrado en el loquero con una camisa de fuerza. Hay niveles.

De hecho considero uno de los mayores retos de mi vida el que alguien llegue a conocerte y valorarte tanto como yo lo hago. Sabes bien que hace años dediqué a tu persona una poesía que predispone a quien desee hurgar en mi memoria a tener claro que, intentar desvelar mis secretos, resolverse a llegar a ti, no es tarea sencilla... Pero sigo creyendo en la gente valiente. Allá donde los humanos creamos nuestros propios monstruos, allá donde nos aferramos y donde nos salvaguardamos de aquello que nos daña o puede dañarnos, allá donde nos cueste defendernos, es donde debería llegarnos toda persona que diga querernos y que digamos querer.

Creo en las personas. Creo en ella. Incluso sumido en el mayor de los caos, incluso en la agonía y la desesperanza más vivida, incluso en la ausencia y en la distancia, incluso en el silencio... Sigo creyendo en ella.

¿Creerá ella en sí misma lo suficiente como para llegar algún día a creer -de nuevo- en mi?

Al fin y al cabo, mi persona es tan abstracta para muchos como lo puedes ser tú, tigre: somos ideas. Conceptos de lo que esperamos ver en el otro. Anhelos. Sueños.

... En ocasiones, pesadillas.

No somos más que las historias que contamos y por ello es tan importante tener claro qué clase de cuento queremos ofertar. Hay quien nos compra. Hay quien nos vende.

A mi me gustaría ser un regalo tigre. No quiero que me compren. No quiero que calculen mi valor en base a mis detalles, mis gestos, mis palabras o mi tiempo. Quiero ser inmortal, para bien o para mal, en el corazón de ese ser humano que, espero y deseo, me lee a oscuras y me lee oculta.

Y no me importa -jamás importó- no llegar a ser lo mismo en su historia. Jamás pretendi la posesión de aquello que por definición es libre. Jamás lo busqué. Yo no la buscaba. Ella a mi tampoco. Lo fortuito jamás debería convertirse en cotidiano. Lo cotidiano es rutina. La rutina mata el encanto.

Suena una campanada que me saca del trance en el que suelo embriagarme cuando escribo. Son las 1:15. Hace frío, pero voy bien abrigado. Sigue lloviendo, pero las columnas y el techado de la gran estructura sagrada que me acoge hacen permisible que continúe sentado aquí... Y que no se estropee el movil ahogado en humedades, dicho sea de paso.

Pequeño ser, qué decirte ¿Fui un hallazgo fortuito que se transforma cada día en meros recuerdos? Si así fuere, me gustaría creer que en tu memoria van quedando solo imágenes positivas. Fotografías grabadas de lo poco que he podido intentar aportar en tu forma de ser. Y que esas imágenes, te provocan una sonrisa. Que no hay miedo ni dolor.

Total, controlamos tan poco nuestro devenir que lo que tenga que ser... Será.

¿Sabes? Creo que sigo apostando más por ti de lo que tú misma apuestas. Creo que una parte de ti me sigue viendo como un objeto irreal que pasó raudo ante sus narices intentando demostrar contra viento y marea que, sin ser perfecto, hay quien busca y buscará por y para ti un mañana mejor. Que querrá cuidarte cuando tú no te cuides, que querrá sonreirte cuando tú no sonrías. Que te querrá sin más.

Sé que una parte de ti considerará IMPOSIBLE creer en esto mientras lo lees en la distancia. Imposible que te esté dedicando tales palabras a estas alturas. Pero te conozco, y no puedes acallar esa vocecilla interna que, nerviosa y acelerada, desea gritar a los cuatro vientos: es por mi. Lo escribe por mi. Y punto. Y fuera.

Te gustaría odiarme, pero no puedes. Y eso me halaga. Mucho.

Yo no elegí nuestro inicio, fuiste tú. Por tanto, no me corresponde a mi ponerle final ¿Pero final a qué? ¿Acaso lo tuvo? ¿Acaso lo tendrá?

Tantos enigmas como noches queden observando la misma luna, eso es todo lo que la vida nos predispone para seguir adelante. Yo elegí y elijo cada día intentar descifrar los motivos con una sonrisa. Sé que no siempre fui tan positivo, pero vuelan las semanas y meses y no podemos no volar con ellos. Tempus fugit. Carpe Diem.

Acude siempre que lo necesites a refugiarte en este capítulo, por favor. Habrá pesares en tu vida, errores, imprevistos y contratiempos en los que, ni estoy, ni estaré, eso bien lo sabes a estas alturas. Nunca quise, ni querré, ser la respuesta a todo, la llave maestra o la tabla de salvación. No me corresponde, de hecho.

No quiero ese papel en tu vida. Ya fui algo que no salió bien en el pasado. Ahora quiero ser lo correcto, no solo lo deseado. Algo imperfecto, terrenal, peculiar, difícil de definir.

Un secreto a voces si te place. Una voz secreta si te hace. Algo más allá de la piel, de los besos y de los lugares.

Ser ese hogar que te susurre: "calma, todo saldrá bien"

Preferí, preferiría y preferiré una y mil veces tu lealtad a tu fidelidad.

Espero poder ser siempre leal a lo que por tí escribí una noche cualquiera a solas en mitad de Madrid. Y disculpa, a toro pasado y de antemano, por las veces que fallé, que fallo, y que fallaré.

Sólo te pido que creas con todas tus fuerzas que este capítulo te lo dediqué a tí y solo a tí. Cierto es que dije hace rato que no necesito mayor verdad que la mía para hacerlo realidad...

Pero no puedo negarte que, dada la situación, el contexto y las incógnitas que entre nosotros generamos... Me haría inmensamente feliz sentir que aceptas, que esto es tuyo.

Incluso aunque jamás me lo hagas saber.

Incluso aunque jamás te lo pregunte... otra vez.

Son las 2 de la madrugada y ha dejado de llover. Toca caminar hasta el hotel y publicar esto, pues no tendrás ni tienes otra forma de buscarme que no sea leyendo entre las líneas de todo aquello que describo.

Aunque haya renglones torcidos en el camino, te puedo prometer y prometo que en mis sentidos siempre te tendré guardada una sonrisa eterna.

Por quien fuistes, por quien eres... Y por quien serás.

Tigre, si mañana amanezco jodidamente enfermo, intenta no ser muy duro conmigo. Será el catarro más especial que jamás tuve. El motivo bien lo vale. Y no conozco otra forma de mostrarme al mundo que no sea esta.

No la hay.

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