Capítulo Dieciocho. Odio (III)

En el llanto lo perdí.

Cuando vi al humano con las lágrimas saltadas, sabía por dónde iba a penetrar la crueldad de su oponente. El ente vio la escena tan clara como yo: el chico se derrumbaba. Iba a llorar. Como buen agente de odio, la sombra aprovechó su ocasión de reventar con alevosía la decencia del humano.

La figura adoptó un rostro y una voz femenina perfectamente reconocibles por mí y por el chico, de forma tan realista y bien ejecutada, que mis vellos se erizaron automáticamente sabiendo que ya no habría quien parara la violencia que estaba por venir. La figura recreada puso cara de sorpresa y espetó al chiquillo con esa voz de mujer:

- ¿Llorando? ¿Llorando? Pero qué haces llorando NENAZA, que eres una NENAZA, POCO HOMBRE, debería darte verguenza, menudo espectáculo, menudo show, ¿Y tú pretendes cuidarme maricón hijo de la gran puta? ¡Pero si eres débil, menudos treinta años, menuda madurez la tuya!


...

Empecé a vomitar sangre. No me quedaba aliento, fuerza o esperanza. Pude ver como la expresión del chico se transformaba en algo que jamás había visto. Si la cordura pudiese escapar por las cuencas de los ojos de forma visual, yo lo estaba presenciando en el rostro desencajado del humano. Intenté comunicarme una vez más sin éxito y sin recibir respuesta.

- Chico por favor, no escuches - Nada. El odio prosiguió machacando con esa voz que destrozaba todo recuerdo positivo a cada sílaba pronunciada.

- ¿Tú? ¿Ser feliz? Tú necesitas ayuda profesional chaval, me das asco y pena, vas a morir solito con tu ego, normal que te omita y ni capaz sea de decir que eres mi pareja.

Peligro. Conexiones cortadas. Yo vociferaba en vano mientras la maldad proseguía con su retahíla de bondades. Frases que el chico, lamentablemente, ya había escuchado y sufrido no mucho tiempo atrás.

- Chico para, vuelve... -Mi extenuación no me permitía mayor esfuerzo.

- Niñato, qué mierda esperabas jajaja, ni si quiera se te ha devuelto lo que se te debe, ¡¡¡PRINGAO!!!

- Chico, atiéndeme, ¡Esto no es real!

Era inútil. Ese cuerpo que hervía en furia no era ya mi hombre. No era mi chico. Y atónito, asistí al nacimiento de todo aquello que jamás quise ver crecer en el corazón de mi humano. De ello se encargó la sombra con una sentencia final que dio por muerta toda esperanza de recuperar al muchacho. La voz femenina sentenció:

- Fuiste mi perrito faldero, fuiste mi polvo fácil cuando lo pedí... ¿SERENDIPIA DICES? JAJAJAJA SE-REN-DI-PIA MENUDA ESTUPIDEZ DE CONCEPTO INTENTAS MANTENER A SALVO!!!


...

----------- Game Over -----------

El berrido. Jamás olvidaré el berrido. Si un alarido pudiese alcanzar el grado más agudo y extremo en la escala del dolor medible, se ejecutó aquella fatídica noche ante mis fauces ensangrentadas. Si un gruñido pudiese traducirse al lenguaje emocional, si un ruido pudiese definir una depresión, un llanto infinito o el dolor lacerante de un desamor, fue emitido por mi joven quebrado en ese instante.

El gutural que profirió el humano me hizo estremecer. Mi cuerpo vibraba. Jamás creí poder sentir el pánico en mis propias vetas de manera tan explícita. Tal explosión de angustia incluso provocó sorpresa en el ente oscuro, aún con el reconocible rostro femenino a cuestas. No era un grito normal, no era de este mundo, no era algo científicamente cuantificable. Era una fuerza tan visceral, que me costaba creer que tal bramido saliera de una garganta humana.

Aún muriendo, mis ojos permanecieron completamente fuera de sus órbitas ante la escena que presenciaba. Temblé con el pavor de quien sucumbe ante una pesadilla no deseada que se torna real.

El humano estaba completamente enajenado, fuera de sí. Se arrancó el corazón del pecho, ya hecho trizas y casi descompuesto, y lo reventó apretándolo con el puño hasta hacerlo desintegrarse por el calor y la presión ejercidos. Era el infierno en persona. Incandescente. Las lágrimas habían desaparecido evaporadas por la temperatura que había alcanzado su cuerpo. No era una fiebre normal y corriente. Era un ser deshumanizado, desprovisto de señal alguna de querencia, alegría, positividad o racionalidad. Podría definirse como el retoño resultante de una orgía salvaje entre la muerte, la violencia, la desesperanza, y el dolor. Era el hijo de todo sufrimiento imaginable.

El proyecto de un gran hombre había sucumbido a sus propios demonios ante mí. Su aura provocaba un sufrimiento que me hizo querer estar muerto. La ansiedad que tantas noches había visitado al chico, los océanos que con sus lágrimas podrían haber inundado el planeta, las agonías clavadas en un pecho taquicárdico, se tornaban presencia evidente y reflejaban todo aquello que el paso del tiempo no había logrado sanar y resolver. Dolía. Duele. Me hacía querer retorcerme sin fin y plegarme sobre mi propio ser.

Y entonces, inició su apología del descontrol más enfermizo.

En un solo movimiento, fugaz, y sin dejar de desgañitarse, propinó un puñetazo en el pecho del ente que, de tener esternón, puedo jurar y juraré, acababa de romperse con un sonido tan quebradizo como desagradable. Aún sin tiempo de emitir sonido alguno a causa el dolor, el humano barrió de una patada una de las piernas de su rival, y asestó mientras éste caía un codazo en la boca abierta, dejando su cuerpo en el aire de manera que al caer ambos, el peso de su propia figura hiciera que el codo partiese en dos la mandíbula y aplastase la traquea de su presa.

Porque el chico no atendía a razones. Esa voz, esas palabras, ese dolor... Su contrincante era ahora su mártir, su víctima, e iba a pagar todo el caos que había propiciado.

El ente profirió un grito desgarrador tras tocar tierra con el brazo del chico aún introducido en su maltrecha cavidad bucal. Sus ojos mostraban la impresión de quien no se esperaba tal explosión de brutalidad. Pero su expresión, aun agonizando de dolor, no era derrotista: se sentía plenamente ganadora. Había hecho al chico perder su propia identidad, y enloquecido, lo había convertido en una mala bestia. El humano profirió un berrido que me hizo desangrarme aún más rápido, presa del terror.

- ¿¡QUERÍAS ODIO!? ¿¡QUERÍAS QUE TE DIESE CAÑA!? ¿¡QUERÍAS UN TIPO DURO!? ¿¡QUERÍAS JUGAR AL OJO POR OJO!? ¡AQUÍ ME TIENES! ¡VOY A DISFRUTAR CON ESTO, VOY A DISFRUTARLO MUCHO!

El chico introdujo sus pulgares en los ojos del ente, ya convertido en la mera sombra que siempre fue, y los presionó hasta hacerlos desaparecer y reventar en las cuencas del cráneo. Arrancó de cuajo lo que de la mandíbula inferior quedaba y escupió allá donde antes debía existir una boca. Introdujo los dedos de una de sus manos por el paladar, hasta doblar el tamaño de tan pequeña cavidad y deformar desde dentro la nariz torcida de su profanado contrincante.

Con violencia, dio la vuelta a su víctima y colocándose de pié, aplastando uno de los omóplatos con sus botas, tiró hacia arriba de uno de los brazos hasta partirlo. Los alaridos del ente podrían escucharse a kilómetros si hubiese otros testigos. No contento con escuchar el crujir del brazo, cogió la mano y empezó a partir uno por uno cada dedo de su oponente.

La situación me sobrepasaba. Esperaba estar delirando debido a la falta de sangre, pero sabía que lamentablemente, lo que estaba presenciando era completamente real ¿Pero cómo había dejado crecer ese monstruo ante mi sin haberlo percibido si quiera? ¿Como había podido estar tan ciego?

No, esto no podía ser cuestión de un solo factor. Ese ser que trastornado estaba mutilando a su enemigo no podía haber nacido bajo la sombra de un simple desengaño. Había mucho más que decepción en tanta violencia. Esa paliza no la estaba dando por sentirse agraviado o engañado sentimentalmente. Era un resumen global. Un compendio. Estaba matando años y años de malas vivencias. No sólo golpeaba por no haber sido querido, qué mas daba eso. Estaba golpeando por haber sido juzgado sin merecerlo años atrás. Estaba golpeando por haber sido acusado de delitos y acciones que jamás cometió. Estaba golpeando por la de veces que había tenido que regalar juguetes para no quedarse sólo, sin "amigos", durante su infancia. Estaba golpeando por la de veces que se habían aprovechado de su ingenuidad para violar su integridad. Estaba golpeando por todos esos años de insultos, palizas, y vejaciones que había padecido. Estaba golpeando por haber tenido que escapar con tal de no seguir sufriendo. Por haber sido maltratado psicológicamente. Por haber tenido que huir; cambiar una y mil veces de ambiente, de lugares, de gente, de ropa, con tal de de evitar todo aquello que no le hacía bien. Estaba golpeando por las ocasiones en las que había tenido que cambiarse en vestuarios aparte de sus compañeros, harto de ser objeto de burlas y palizas. Estaba golpeando por haber sido escogido siempre el último en los equipos del patio de recreo. Estaba golpeando por no haberse sentido jamás suficiente. Para nada. Para nadie. Por que nadie se había interesado jamás en conocer su corazón de verdad. Y porque para una vez que preguntaron por sus historias aquí descritas, por su interior, por su verdadera bondad, todo resultó ser mera curiosidad infantil, mero aburrimiento. Mera farsa.

Estaba golpeando harto de un mundo que no puede comprender, y de un mundo que no logra comprenderlo.


¿Tan difícil era de ser aceptado y amado?

El chico proseguía su matanza particular. Con el cuerpo de su moribundo contrincante boca abajo, tomó una piedra lo suficientemente grande y empezó a golpear el cráneo de una masa que hacía rato parecía inherte, pero que seguía pareciendo sonreír con mofa incluso sin mandíbula. En cada golpe profería un chillido y disfrutaba de ver desformada y esparcida por la arena lo que antes parecía una cabellera humana. En cada embestida, su piel se iba volviendo más oscura, sus ojos se iban tornando completamente negros y su expresión se veía modificada dando paso a una cara mucho más fría, despiadada, afeada. La maldad lo estaba invadiendo, inundando su psique, modificando toda su estructura interna y externa. Por tanto podría decirse que cada vez que asestaba un nuevo puñetazo, una nueva pedrada, cada vez que partía un nuevo hueso, se iba convirtiendo más y más en su víctima.

El odio estaba ganando por activa y por pasiva.

Y entonces caí en la cuenta: si yo seguía presenciando la escena, significaba que el chico, el buen hombre que yo intenté forjar, debía seguir latiendo en alguna parte de aquel monstruo abominable. Si el joven hubiese perecido por completo, si hubiese sido completamente poseído, yo no tendría lugar. Habría muerto o desaparecido hace rato. Que no lograra conectar con él era cuestión de su estado casi catatónico, perdido, ido.

Pero más importante aún era la alarma que hizo saltar mi instinto de supervivencia: si no lograba recuperar a mi chiquillo, el próximo en ser destrozado hasta la muerte bien podría ser yo. Nadie podría parar a la locura que se había desatado en este mundo, y que, posteriormente, daría su merecido al mundo real.

Eso me hizo entumecer, y también me hizo plantearme: ¿He vivido engañado bajo la falsa identidad de un psicópata asesino en potencia? ¿Es real todo lo que se expresa en estas líneas? ¿Dónde acaba la realidad y empieza la literatura? ¿Podría acusar a mi propio ser de tener ansias de matar? Cuando un escritor, un director de cine o un compositor son capaces de idear escenas y situaciones límite, ¿Lo hacen desde una perspectiva meramente imaginativa o una parte de ellos realmente ha tenido necesidades violentas? Si sueñas con una pelea en la cual acabas por agarrar del cuello a alguien que formó parte de tu vida... ¿Es sólo un sueño o hay parte de verdad? ¿En qué momento un pacifista puede albergar y describir de manera tan clara una paliza? Irremediablemente, no había marcha atrás y no tenía tiempo de plantearme todas estas cuestiones con la calma y la mesura requeridas.

Si quería recuperar la bondad en el alma del joven, debía jugar sucio. Y bajo mis principios, de nada serviría combatir el odio con más odio. Tenía que buscar el amor. Un amor puro, un amor de tal magnitud que pudiese hacer palidecer al odio más arraigado. Un amor inocente.

Y entonces, recordé que estábamos en noches de luna llena. Recordé el amor que no fue olvidado, recordé el amor que en lugar de perecer, fue salvaguardado.

En el que posiblemente fuese mi último suspiro, hice acopio de las pocas energías que me quedaban para invocar a escena a la mayor fuente de amor que mi buen hombre pudo jamás albergar. Hice aparecer a la única evidencia de que, al menos por su parte, todo fue real.

Hice aparecer a su hijo no nato. Era cuestión de vida o muerte. La suerte estaba echada.

- Pa... ¿Papá? -Preguntó el pequeño, que sin entender muy bien el contexto o la situación, y presa del susto, había comenzado a mearse encima.

Ipso facto el joven volvió en sí. No necesito más que oír la voz del bebé. Con las manos y el rostro aún repletos de sangre, dirigió una mirada incrédula y repleta de lágrimas hacia su infante. Observó el entorno, se observó a sí mismo, observó la "obra de arte" que había provocado con su actuación durante la trifulca. El ente, por increíble que pareciere, seguía vivo. El chico tartamudeo, aún en shock.

- HHijo... - En su voz había ansia de pedir perdón, había súplica, había llanto, dolor, agotamiento... Había pena. El pequeño no era capaz de moverse, de hecho estaba asustado de su propio padre y no quería acercarse. El niño lo increpó.

- Pa, papá ¿Eres tú?... Nnno, no pareces tú... Tengo miedo, quiero ver a mi verdadero padre ¿Dónde está papá? ¡Tú no eres mi padre! ¡ Mi padre jamás haría algo así! - El bebé tenía una mueca de llanto en sus labios y una mezcla de tristeza, miedo y falta de entendimiento en sus pupilas.

- Cariño, hijo, soy, soy yo. No, no pasa nada mi vida, papá ha tenido un pequeño percance...

- ¡NO! - Vociferó el pequeño - Mi padre no es así, mi padre no resuelve los problemas con violencia... Mi padre no es un asesino. Mi padre es humanista, mi padre cree en las personas, mi padre ama la vida, protege la vida, mi padre cultiva cada día la bondad ¡TÚ REPRESENTAS TODO LO CONTRARIO!

El joven, repleto de nuevo de cordura y bondad, sufría al escuchar a su propio hijo proferir tales palabras. Había recuperado su color de piel y ojos habitual y su expresión facial. Las flagelaciones y automutilaciones habían desaparecido. El corazón volvía a latir en su sitio.

- Pe, Pequeño, no era yo, no he sido yo, el odio me ha nublado el alma y me ha utilizado para intentar hacerse con el control de mi ser. Pero no lo ha logrado, mi vida, tu mascota felina ha logrado salvarnos al hacerte venir. Eres la mayor muestra de amor por el prójimo que jamás he conocido, eres señal y testigo mudo de que soy capaz de querer hasta cotas infinitas. Es por ti que sé que no debo creer las mentiras que mis propios monstruos tratan de hacerme ver, ni dudar de lo que sentí: si pude imaginarte, el amor fue real. El amor es real. Y con eso me basta para seguir adelante, para luchar por mi vida, por mi gente, por lo que merece la pena... Por que la serendipia existe, mi niño. Sigue existiendo.

Y por ello, merece la pena seguir luchando. Aunque sea en batallas repletas de ausencias y silencios.

El pequeño seguía sin fiarse.

- Ppero, papá, de nada sirve la buena fe de tus acciones si eres capaz de destruirlo todo dejándote nublar por la maldad de ese modo. Si dejas que el dolor reinterprete a posteriori lo que creíste vivir y sentir.

- Lo sé, lo sé mi tesoro. Te, te prometo que no volverá a ocurrir. Tu padre es más fuerte de lo que él mismo piensa, de hecho la maldad no tiene nada que hacer en este lugar: en el momento en el que tu padre verbaliza sus sentimientos, por negativos que estos puedan ser, descarga toda posibilidad de malicia, quedando en parte libre de su encanto. Liberar en texto lo que ocurre en vida canaliza mis emociones y me aporta la estabilidad que, en ocasiones, no logro encontrar solo. Este enfrentamiento venía siendo necesario hace tiempo, y lamento que hayas tenido que presenciar una atrocidad de una magnitud tal que es imposible que lo entiendas o interpretes de forma sana. Pero te haré olvidar este pasaje y todo quedará en un mal recuerdo.

Per, Perdóname. Perdóname por no haber pensado en ti de primeras, cuando la maldad vino a visitarme. Perdona por olvidarme de todo lo bueno que representas y por perder la fe. Perdona por fallarme y por fallarte. Perdona por haberte hecho creer que desaparecería por completo, y con ello todo recuerdo de nuestra historia.


Perdona por olvidar que la luna sigue brillando detrás de las nubes más espesas.


...

Mis heridas comenzaban a cicatrizar. Mi pelaje perdía los tonos rojizos y recuperaba su blanco natural. El calor corporal que había escapado volvía por cada una de mis patas y reconfortaba mi espíritu. Aún tenía que digerir lo ocurrido. Era pronto para hablar de una victoria. De hecho no lo era. No había motivo para sentirse ganador por absolutamente nada. Se cierran heridas, pero se abren nuevos caminos. Nuevas preguntas. Nuevos debates. El humano no podía considerarse ganador de la contienda. Sin ayuda, no habría sobrevivido. Pero en el momento en el que todos los personajes partícipes son en realidad, somos en realidad, una parte de él... ¿Sí debería considerarse campeón? ¿Es la figura de un niño una ayuda externa o interna? ¿El haber sucumbido por un rato al odio era necesario? ¿Es una derrota a mis enseñanzas o a su capacidad de aprender y aceptar?

Sea como fuere, al menos había vuelto la calma. Quizá no la paz, pero sí cierta tranquilidad. De forma lenta, el joven se dirigió hacia el pequeño, arrodillándose ante él y abrazándolo. Dirigió entonces su mirada a mi. Yo permanecía recostado, ya recuperado pero demasiado cansado para alzarme. Cogió de la mano al bebé y juntos vinieron a mi encuentro.

- Lo siento, tigre. Sé que te he fallado - Musitó.

- Todo es relativo, joven. Estás aquí. Sigues siendo tú. Eso es lo que importa al final.

Durante un buen rato creí en una victoria incontestable por tu parte. Pero el odio, las sensaciones negativas, manejan malas artes que un hombre recto, en ocasiones, no puede contrarrestar. Ataca a tus puntos débiles y los martillea hasta resquebrajar allá donde pueda existir una fuga. De hecho, has sido valiente: has venido a plantarle cara al miedo y al dolor, y has hablado con él de tú a tú. Durante no poco rato te has mantenido firme, y has refutado sus motivaciones de forma tajante... Pero no dejas de ser humano. Hay límites. Hay niveles. Por fuerte que puedas volverte, hay cosas que siempre van a doler. Hay cosas que siempre vas a detestar. Es algo implícito en la genética humana, no puedes ir contra natura.

Y sinceramente, algunas de las situaciones que has vivido, y alguna de las lindezas que se te han dedicado, volverían violento y loco al mayor de los maestros emocionales del planeta. No hay nada más difícil en esta vida que el control de las emociones y de los pensamientos negativos. No hay nada más complejo que las relaciones.

- ¡Bolita de pelo! - Gritó el pequeño - ¡¡¡Gracias por llamarme y confiar en mí!!! ^^ - El pequeño parecía haber olvidado por completo todo lo acontecido minutos atrás. Estaba claro que su padre no iba a permitir que tal recuerdo se instalara en la memoria de su imaginario primogénito. Ya que él dominaba este espacio, podía hacer y deshacer a su antojo.

- Gracias a ti por recordarme cuánto amor es capaz de sentir tu padre incluso por aquellos que no estáis. Eres un ejemplo excelente de buenos sentimientos y de que la raza humana aún es capaz de generar belleza.

- ¡DEEEJAAAAD DEEE IG NOOOO RAAAAAR MEEEEE!

El vociferar del ente oscuro nos sorprendió nuevamente. Aún mal herido pero bastante recuperado, se mantenía en pie y nos miraba desafiante a pocos metros de distancia. Habló el humano:

- ¿No has tenido suficiente por hoy? Acepta tu rol secundario y déjanos en paz. Aprende a perder.

- ¿Perder? ¿PERDER? Yo no he sido derrotado, ¡No puedes derrotar un sentimiento, humano!

- De hecho, por eso sigues aquí. No puedo deshacerme de ti. No sería lógico. Pero tengo elección. La elección en la acción. Que pueda sentirte no me obliga en absoluto a vivir bajo tus principios. No tengo porqué actuar en base a tu presencia en mi interior. Prevalecen otras motivaciones.

El ente dirigió una mirada al pequeño.

- ¡TÚ! Tú eres lo que ha mantenido con vida al humano... Tú eres mi puto problema. Tú eres el motivo de mantenerse cuerdo... Tú eres el recuerdo que debo erradicar para que el muchacho caiga por fin en la completa desesperanza... ¡TÚ DEBES MORIR!

- Adelánte... Mátalo.

Quedé tanto o más petrificado que el pequeño o la sombra. El joven estaba ofreciendo a su hijo al odio, empujando levemente la espalda del pequeño hacia su oponente y dando un par de pasos atrás. Yo no daba crédito ¿Acaso quedaba aún rastro de locura en mi chico?

- ¿¡PERO QUÉ HACES CHICO!? - Grité.

- Tranquilo -Contestó dirigiéndome una mirada que casi suponía un mandato. Jamás me había mirado de ese modo. Sin entender del todo la situación, algo en su interior me hizo comprender que todo estaba bajo control. El odio parecía desconcertado, sin saber si acceder a la petición del joven.

- ¿Cómo dices, humano? - Preguntó intranquilo.

- Lo que has oído, sombra. Mátalo. Vamos, intenta darle fin. Intenta golpearlo. Si verdaderamente crees que mi salvavidas, que mi única moneda, que mi última carta, mi as bajo la manga, es este pequeño bebé, dale matarile. Veamos si realmente mi realidad se sustenta solo gracias a un amor imaginario.

El pequeño permanecía inmóvil, pero sin muestra alguna de temer por su vida. Sonreía infantil ante la figura oscura que no lograba comprender. Parecía resultarle incluso graciosa. El chico continuaba provocando a su ira.

- Venga, ¡VAMOS! Has sido capaz de herir a mi tigre, has sido capaz de hacerme perder los estribos, ¿Y ahora no vas a ser capaz de golpear a un pequeñajo? ¿Te has vuelto cobarde? ¿Y toda esa bravuconería? ¿No era yo la nenaza llorona? ¿No querías que fuese despiadado? Pues aquí tienes: Te permito que destruyas el recuerdo del hijo que aún no tuve. Ya que de intentos de asesinato va la cosa, un infanticidio quedaría muy bien en tu cuenta particular, ¿No crees? ... Vamos... Ataca... Destruye... ¡¡¡VAMOS!!!

La figura perdió la compostura y atacó más llevada por el desafío que por una lectura lógica de la situación. Mientras el chico profería su último grito incitador, la sombra se abalanzó bramando desesperada sobre el pequeño infante, buscando con una palma de la mano rígida y en posición lateral la nuca del zagal.

Sin necesidad de que el bebé o su padre se inmutaran, el ente salió despedido varios metros atrás en el momento en que su mano se disponía a rozar el cuello posterior del pequeño. De hecho, tras caer violentamente contra una zona pedregosa de la playa, pudo comprobar que su mano estaba completamente amputada y su brazo parecía haberse partido, como empujado hacia atrás por una fuerza invisible.

Sin tiempo de reacción, al levantar la vista se encontró con el joven justo ante su rostro. El chico lo miraba más allá de sus pupilas, atravesando su ser con una vista que escudriñaba más allá de los confines del propio miedo.

- ¿No entiendes qué acaba de ocurrir, verdad? Deja que te lo explique, escoria - Relataba el chico con la chulería particular que le sobreviene cuando se sabe en control de la situación - Lo que acaba de ocurrir es que el odio no puede más que arrodillarse y desaparecer ante una muestra real de amor. No existe forma alguna en la cual puedas tocar a ese niño, ¿Entiendes? Y sólo pudiste acercarte al tigre aprovechando mi ausencia, encerrado como estaba en un mal sueño del cual logré despertar. Ten claro esto, odio: podrás hacerme perder la cabeza en no pocas ocasiones. Mi temperamento podrá hacer que reaparezcas en mi vida en momentos puntuales. Mi falta general de alegría podrá mantenerte latente incluso en los buenos momentos. Pero hay cimientos que no podrás derrotar, así pasen mil años: No podrás destruir al tigre, no podrás destruir la luna, no podrás destruir este mundo, no podrás destruir al niño, no podrás hacerme olvidar la palabra serendipia. No podrás destruir a mi hermano, a mis padres, a todo aquello que importa.

Ante lo importante, no te quedará más remedio que resignarte. E incluso aunque pueda sentir aversión en determinados momentos por todas aquellas cosas que amé, que amo y que amaré, jamás podrás poseer este espíritu. Por que jamás podrás sustituir una esencia que no alcanzas a comprender. Y mal que mi camino esté repleto de palos y piedras, mas que navegue toda mi vida divagando entre reflexiones y rayadas personales que a nadie importan, mas que pase la vida en un bucle de intento vano de un completo autoconocimiento, mas que pueda salir mal herido de mil relaciones...

Jamás podrás corromper la persona que quiero llegar a ser.

Jamás.