Capítulo Dieciséis. Odio (I)
Frío.
Por encima del dolor, sentí el
frio. Cómo penetraba la hoja afilada en la carne y desgarraba vasos y tejido
blando sin resistencia alguna. La impresión y la angustia son indescriptibles.
Despertar siendo apuñalado no es
algo que le ocurra a uno todos los días.
Tras el frío, llegó el calor. La
sangre comenzando a brotar por la herida, enrojeciendo mi blanco pelaje y
creando vertiginosamente y de forma virulenta pequeños riachuelos de un líquido
viscoso y bastante oscuro. Posiblemente, dado el color, el hígado estuviese
afectado.
Mis pupilas se dilataron con una
mezcla de sorpresa y dolor. Mi garganta, seca por lo adormilado y estrangulada
por una mano enemiga, no fue capaz de proferir rugido alguno.
Mis extremidades trataron de
estirarse en un espasmo incontrolado tras la agresión sufrida, pero la postura
natural para dormir (recostado) y la longitud, considerable, del cuchillo que
me perforaba, impidieron cualquier tipo de maniobra evasiva. De hecho, tratar
de zafarme de la inesperada situación solo provocaba aún más dolor y mayor
desgarro. Me desangraba por momentos.
Logré entonces focalizar la
identidad de mi atacante.
Tiempo atrás, y creo que fue ya mencionado
en estas memorias, vislumbré en este mundo un ente tóxico cuya simple presencia
hacía temblar los cimientos de cordialidad y moralidad sobre los cuales logré
edificar esta realidad. Esa presencia representaba todo aquello que intento
mantener alejado del chico por no resultar beneficioso para su crecimiento: vergüenza,
ira, miedo, dolor, rabia, venganza, violencia, asco, destrucción, maldad…
muerte.
Ya en aquél momento, y hace años
de esto, predije que tarde o temprano debería hacer frente a tal personaje.
Quizá mi error fuese no mitigarlo poco a poco y dejar que alcanzara unas dimensiones
que, habida cuenta de los acontecimientos, acabó por superarme en tamaño,
control y fuerza.
La figura me sonreía de forma
psicótica y clavaba su mirada, repleta de odio y animadversión, en mi mirada.
Quería dejar claras sus intenciones no sólo con la mera acción de apuñalarme y
asfixiarme, no sólo con las manos, sino también con su manera de observarme. Quería
transmitirme toda desesperación y derrota posible con sus ojos. Quería doblegar
mi espíritu, no sólo mi cuerpo. Quería demostrar la fortaleza de su odio, su
completa intención de acabar con mi vida en todo sentido posible e imaginable.
Me quería ver fenecer en la mayor de las desgracias y en el más profundo y
angustioso de los infiernos posibles. No quería que creyera, ni por un
instante, en la remota posibilidad de escapar de tal coyuntura, de salir
airoso, aunque mal herido, de la situación. Quería violar mi esperanza,
penetrarla de la forma más violenta, inmoral y cruenta posible y no parar hasta
verla desintegrarse por completo.
“Vas a morir, tigre de mierda, y
vas a hacerlo entre sollozos y gritos ahogados de auxilio. Vas a conocer la
maldad intrínseca del mundo real, y no vas a tener escapatoria. Es tu fin”
Leer tanta aversión en una sola
mirada petrifica. Hacer una lectura tan concisa y clara de las intenciones de
otro ser para contigo hace que un latigazo eléctrico y frío recorran tu columna
vertebral como una señal de alerta. Una señal tardía, en este caso. No lo vi
venir. No lo concebía siquiera. No podía creer que algo así pudiera llegar a
existir en el interior de mi chico. No solo sentía la presión del frío metal en mi
estómago o el calor de su garra en mi nuez. Sentía que toda su presencia me
aplastaba contra la arena, como si de una fuerza superior a la gravedad estuviésemos
hablando. Tenía un potencial inmenso, totalmente teledirigido en una única
dirección: Destruir, destrozar, destronar, desgarrar, debilitar… Derrotar.
Luchar u oponer resistencia no parecían salidas viables. Con apenas aliento y mareado, sólo me quedaba la opción del
diálogo ¿Pero acaso alguien nace preparado para dialogar con un conflicto que
se presenta ataviado con mantos negros fúnebres y la guadaña afilada de la muerte?
- Qqué demonios estás haciendo -Alcancé a
balbucear, casi en un susurro apagado.
- ¿Que qué estoy haciendo?
¿Necesitas un maldito croquis, puta bestia? En la tierra lo llaman asesinato,
yo lo considero un acto de autodefensa ante tu más que demostrada incapacidad
de ayudar al niñato a hacerse un hombre de verdad -Hendía más el cuchillo en la
herida en cada palabra que deseaba reforzar con una vehemencia y unas ganas de
dañar fuera de lo común.
- Oh, ¿Así que consideras que tu
presencia habría hecho o haría su vida más placentera? –Intentar ganar tiempo,
no sé esperando a qué, era mi único pensamiento en esos momentos, si bien
incluso tomar aire para hablar hacía hervir mis entrañas y debilitaba aún más
mi organismo, que parecía ya preparado para navegar junto a Caronte por las
aguas del río Aqueronte. Aunque de ningún óbolo dispongo para pagarle la
travesía, no olviden que soy un animal imaginario que vive de alquiler. Quizá
me toque nadar un rato. Disculpen lo cómico de mi comentario, pero dadas las
circunstancias, la cabeza empieza a divagar y el sentido del humor es algo que,
aunque apenas demostrara, siempre tuve. Sobre todo cuando de humor negro se
trata.
No he dado buena cuenta, y me
disculpo ahora lectores, de las características físicas del asaltante. Quizá
porque no están claras. Imaginen una figura negra, que simbolice la nada, que
les recuerde a todo aquello que temen y detestan, y que, en ocasiones, al
hablar, adoptara la cara de todos
aquellos que les han hecho daño a lo largo de sus vidas, tomando sobre todo
prestada la cara de su propio ser. Es decir, si a alguien debía parecerse el
violento agresor, era al propio humano, pero con un gesto, una negrura en la
piel y en el alma y una mirada totalmente ida que en nada se parecen, más que
en las similitudes faciales, a nuestro joven protagonista.
El ente, dada su posición
ventajista y posiblemente victoriosa, no tenía problema alguno en responderme
mientras seguía hundiendo más y más el puñal en mis entrañas. Ya que te mato,
te cuento mi vida y mis motivaciones, supongo. Tiempo me sobra.
- ¿Acaso lo dudas, felino
inmundo? Treinta años, hijo de puta. Treinta putos años viviendo en la misma
miseria. Los miedos, las dudas, el buenismo exagerado, la corrección política.
El querer agradar hasta a sus detractores. Treinta años ayudándolo a poner la
otra mejilla cuando la vida le da un revés. Treinta años exigiendo la
excelencia, pero sin avasallar a los oponentes. Ser el mejor, pero sin saber para qué. Ser
perfecto, sin conocer el rencor, la envidia, la codicia… Querer ganar en algo,
pero sin pisar a nadie por el camino. ES JODIDAMENTE IMPOSIBLE, INÚTIL. No
puedes lograr objetivos sin lastimar, no puedes ser el mejor si no hay un
segundo que tras de ti se quede, no puedes tender la mano a izquierda y
derecha, no puedes ser creyente y ateo. No puedes amar, sin saber odiar. Y tu
puto infante, porque sigue siendo un infante, es la mayor nada que he visto en
mi vida. Demasiado preocupado de los demás para luchar por sus sueños, demasiado débil para poder complacer a todos. Bloqueado en la nada, sin ser
nada. Un puto títere que ha tenido que asumir cada revés escuchando un “bueno,
intenta aprender para mejorar y piensa en qué has fallado tú, qué parte ha sido
culpa tuya y bla bla bla" sus muertos todos.
A veces uno no quiere ni tiene
porqué aprender cuando le dan una patada en la boca. A veces hay que responder
a la violencia con violencia ¿Cómo puede ser que tu puto humano, con su edad, historias vividas, derrotas, pérdidas, fallos y errores, no haya sido
capaz de odiar a nada ni a nadie? De verdad te parece sano que no haya
levantado jamás una mano, que sus mayores conflictos hayan sido debates
incómodos con sus padres y que desee el bien incluso a quien no se lo desea?
¿En qué puta cabeza cabe que eso no acabe por agotar al más paciente? El chico
es un pintamonas, comete errores, está equivocado en muchas de sus formas al
vivir, pero no conoce la maldad. Y en la vida real, no se puede sobrevivir sin
mala hostia.
Emocionalmente, has creado un
niño débil. De valores que son un descojone (no esperarás que una figura nacida
del más profundo de los nihilismos negativos venga a hablar de creencias y
valores a estas alturas) y de metas difusas como el camino que ha de recorrer.
En tu empeño para hacerlo un buen
hombre, lo has dejado sin herramientas para responder a los ataques, más allá
de huir como una perra. Lo han ido curtiendo los palos que inevitablemente debe
sufrir como todo hijo de vecino. Pero no le has dado métodos para deshacerse de
mí: yo tigre, soy la suma de todos esos conflictos que quedaron dentro de su
alma y en los que jamás dijo “esta boca es mía”. En los que no alzó la mano
para decir “esto no lo quiero, por aquí no, así no, tú no”. No lo has dejado dar
un puñetazo en los dientes de alguno/a y decir me cago en tu puta madre
veinticuatro pares de veces.
Crees que es de hombre ideal,
valiente y fuerte no avivar el fuego con fuego, asumir las contrariedades y
seguir para adelante sin más. Has entrenado a un boxeador de espalda ancha
capaz de aguantar todos los golpes y que incluso moribundo, se levanta una y
otra vez de la lona. Pero jamás lo enseñaste a dar un derechazo. Y así, en este
mundo, es imposible sobrevivir. No se ganan asaltos corriendo por el ring.
Y es por ello, imbécil, que vengo
a deshacerme de ti. Toda esta mierda, el reflexionar con él, el escribir con
él, no es más que una manera de darse
entre líneas el autobombo que el mundo no le da, porque no sabe ganárselo.
Mantiene la cordura a base de negar que yo existo, y justo vuestra incapacidad
para gestionarme es lo que me ha hecho tan poderoso. La negrura, la
desesperanza, la maldad, han alcanzado tales cotas que puedo suplantar por
completo la identidad y los principios del chico, doblegando toda esperanza y toda
señal de buena fe. Asumiré el mando y no haré de él una mejor persona, pero te
aseguro que disfrutaré haciendo arder el mundo.
…
Si bien mi agresor no era más que
un conjunto inagotable de rabia y cólera, me dañó sobremanera sentir que en
parte… Tenía razón. He ayudado al chico durante tanto tiempo a superar sus
baches con palabras de sabiduría que he olvidado que intentar ser correcto no
siempre lo es todo. Que quizá en ocasiones debería haberle dicho “vale, esto no
lo merecías” o un simple “no le des más vueltas, esa persona es una hija de
puta”. No hay más. La maldad existe, y he intentado hacer al chico entender los
motivos que llevan a las personas a actuar a veces como actúan, pero no le he
dado jamás la opción de, simple y llanamente… odiar.
Ironía, yo que tanto he
despotricado de lo absurdo que considero algunos debates morales de la raza
humana, he ayudado con mi sobreprotección y mi exigencia a crear un joven cuya
vida es un constante debate moral. Un debate en el cual, para colmo, no están
incluidos sus verdaderos deseos, anhelos,
y sueños. Le falta empatía porque no ha sido capaz de empatizar consigo
mismo.
Pero decidí entonces que no estaba dispuesto a
dejarme caer sin presentar batalla. Uno puede fallar en la educación de alguien
que ama, uno puede fallar en la toma de ciertas decisiones, puede equivocarse
en sus acciones, puede elegir mal una reacción… Pero jamás dejaré de creer en
la capacidad de evolucionar. Si la muerte venía dispuesta a llevarme, pensaba pelear como quizá debí decirle al chico que hiciera en más de una
ocasión. No iba a darle la razón al ente oscuro y dejarme morir sin más: sería
la mayor muestra de no respuesta y de poner la otra mejilla jamás concebida en
el interior del chico. Balbuceé:
- Nietzsche… -Musité.
- ¿Qué? – Respondió mi atacante,
perdiendo por un momento la fortaleza de su mirar, como quien se despista por
una contestación inesperada.
- Friedich Nietzsche, idiota. Has
dicho ser una figura nacida y criada en el nihilismo negativo, pero olvidas que
existe la interpretación positiva del nihilismo. Y uno de sus mayores
defensores, Nietzsche, dijo una vez:
“Ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo”
- ¿Y qué puta mierda intentas
decirme con eso? -El ente apretó con fuerza mi cuello y apuñaló de nuevo la
herida abierta. Estaba al borde de la inconsciencia, pero si había una contienda
que no podía perder, era justo esta. Era el final boss, la batalla de batallas
por el devenir de mi propia historia. El futuro se luchaba hoy.
- Intento decirte que jamás
podrás cambiar al muchacho. Las personas no cambian, evolucionan, pero tú no
representas evolución alguna. Serías un retroceso. Te cedo el dudoso honor de llevar razón en parte
de tu argumentario, pero caes estrepitosamente en tu resolución final: no ha
existido en la historia de la humanidad una sola guerra o una sola actuación
dirigida única y exclusivamente por el odio que hayan logrado una vida mejor o
más plena para absolutamente NADIE. Tu camino de venganza, violencia y maldad
acaba irremediablemente en una muerte igual o más miserable que la de una vida
digna. Una vida con debilidades, sí, pero en paz al fin y al cabo.
El chico habrá sufrido, sufre y
sufrirá, pero puede mirar atrás y decir que, en treinta años de edad, rara vez
hizo daño de forma consciente, con maldad, por venganza, por inquina, por celos
o por argumentos de laxa moral. Ha cometido graves errores, como todos, ha
hecho llorar, ha dejado a personas en el camino, se ha equivocado al juzgar, al
opinar, al obrar… Pero cada vez que así ha ocurrido, ha sabido reconocer, más
tarde o más temprano, sus errores, se ha disculpado cuando ha debido, ha aprendido,
ha crecido, ha sabido recapacitar y lo más importante… Ha sabido perdonar. Ha
sab –
Una puñalada mucho más violenta
si cabe que la primera hizo aparición en mi costado. Mi disertación parecía no
estar siendo del agrado de mi público asistente. La rabia presentaba sus
credenciales a ocupar mi lugar:
- HA SABIDO PERDONAR MIS
COJONES!!! ES CAPAZ DE PERDONAR HASTA QUE LO QUEMEN PERO NO ES CAPAZ DE
PERDONARSE A SÍ MISMO. SI TANTO CRECE Y TANTO APRENDE Y BLA BLA BLA TUS
MUERTOS DÓNDE COÑO ESTÁ SU FELICIDAD, EH!? DIME, BASTARDO, DÓNDE RESIDEN SUS
PLACERES Y METAS, DÓNDE SU ALEGRÍA, PORQUE YO NO LA VI, NI LA VEO, EN EL PERDÓN
AL PRÓJIMO, EN LA BONDAD Y LA COMPLACENCIA, EN PONERLE SONRISAS AL MUNDO…
…
No me quedaba mucho tiempo. Mi
capacidad de reacción y respuesta estaban severamente mermadas. Ya apenas veía
sombras (si bien sombras es todo lo que mi atacante representa) y todo parecía
alejarse, lentamente, como un sueño en el cual flotas y toda sensación
desaparece. Insistí:
- Nada tienen que ver sus valores
con alcanzar la dicha, maldita sea. Hay personas malas que son felices y hay
personas buenas que no lo son. No hay más. La bondad o maldad del humano no van
a definir sus probabilidades de éxito en el planeta, su capacidad de alcanzar
metas dependen del coraje, el valor, el empeño, la ausencia de miedos… Pero no
de su moral, sea ésta más o menos débil. Lo que tengo claro es que hay cosas
que jamás podrás cambiar: si él por naturaleza es bobo, o de bueno tonto, pero
es infeliz… Volverse cruel no lo va a llevar a alcanzar la felicidad. De hecho
ese odio concentrado que demuestras es un apego mucho más tóxico que el amor al
prójimo o a sí mismo. Tu odio y tu miedo no sirven para nada… NO LE SIRVES AL
CHICO PARA NADA, Y EL FALLO HA SIDO NO HABERTE DIGERIDO CON MANO DURA ANTES A
TI; NO EL NO TENER MANO DURA AHÍ FUERA… LA TIENE Y LA TENDRÁ… Y MÁS A PARTIR DE
AHORA… ¡PERO SIN PERDER SUS PRINCIPIOS!
…
Sin vida en mis articulaciones,
traté de alcanzar de un zarpazo el rostro de mi oponente, pero mi denostada
debilidad hizo imposible toda posibilidad de contra ataque. La figura volvía a
sonreír poseída por la locura, la seguridad en la supuesta hazaña que con mi
muerte debería lograr, había vuelto a sus pupilas. Reafirmadas sus ideas,
estaba dispuesto a asestarme el golpe de gracia.
Cerré los ojos, esperando volver
a sentir el puñal penetrar mi piel, de seguro en una zona vital, mortal de
necesidad… Y entonces…
[CONTINUARÁ]