Capítulo Treinta. Despertar

- Despierta, muchacho.

La voz rotunda del tigre me sobresalta. Estaba teniendo un sueño incómodo en el cual, décimas de segundo antes de sufrir el impacto de un accidente de coche mortal, realizaba un pacto con el mismísimo diablo para poder continuar con vida. Si no fuese por lo acostumbrado que estoy a mi retorcido subconsciente, habría sentido miedo. Pero llueve sobre mojado. Las he tenido peores.

Ha pasado casi un mes y medio desde que todo cambió de manera drástica. Cómo pasa el tiempo y qué me alegro de poder seguir contándolo. De seguir pudiendo dar por culo, aunque debo admitir, tras haber sufrido una posible desviación o fractura del sacro-coxis, que eso de que te den por culo, debe ser bastante molesto. A mí me lo parece, así que intento mantenerme al margen de todo aquello que pueda hacer daño o hacerme daño. Otra lección aprendida a base de sangre. No tengo remedio.

Estoy donde siempre; en ese mundo interior que nadie llega a comprender del todo, salvo contadas y celebradas excepciones. Hace más calor del que me gustaría para las fechas que nos acogen, pero no me quejo. No me quejo de absolutamente nada.

Bueno, quizá de tener la columna fracturada - y pasar encamado la mayor parte del tiempo - o de llevar una estructura de metal que haría saltar todos los controles de seguridad aeroportuarios y que pondría nerviosos a los cuerpos del estado más obsesionados con los atentados suicidas del planeta. Que no coño, que no es un cinturón explosivo, que llevo un puto corsé robusto entre pecho y espalda cual hombre de acero. Superman para algunos. Ironman para otros. Un milagro para todos. Una decepción para unos pocos. A joderse toca.

Sin apenas poder moverme y cabilando entre luces de colores azuladas y rosadas, da tiempo a divagar sobre tantos conceptos y situaciones que a fuerza acabas por sacar conclusiones de cuestiones que ni te planteabas “antes de”. Es sorprendente cómo un impacto físico y emocional inesperados pueden alterar el funcionamiento cognitivo y espiritual de una criatura animal.

Por suerte, todos los cambios y todas las reflexiones me salen a cuenta ganadora. La tirada no me ha sacado del juego sino que me ha revalorizado. Qué real se me hace aquello de que la destrucción es una forma de creación.

Sin apenas mover el cuello, recostado en una especie de globo esponjoso, fijando la vista en el cielo despejado de esta noche de luna llena, reacciono a la petición de mi querido amigo felino.

- Joder, me has asustado, tigre. No respetas ni las horas de sueño.

- Desagradecido, te he sacado de una quimera bastante desagradable.

- Tienes razón, perdona. Una ensoñación pesadillesca perturbaba mi descanso. Aún con esas, sabes que mis despertares con voces no suelen ser pacíficos. En fin, ¿Qué se te ofrece?

- ¿Piensas mucho en la muerte, muchacho?

- Vaya, directo a la yugular. De los dolores y ánimos bien, gracias.

- No necesito preguntarte por lo que ya sé, humano. De hecho, no era una pregunta. Sé que piensas en la muerte últimamente.

- O ella piensa en mí, ¿No crees? No sabría explicarte quién llamó a quién. Quién atrajo a quién.

- Nadie atrajo a nadie. Las cosas ocurren, no hay más.

- ¿No hay más? ¿Cómo explicas entonces que no me haya quedado paralítico o que no esté criando malvas? ¿Tú has visto lo que ha quedado del coche? ¿Has visto la fractura de la espalda? ¿Sabes a qué tanto por ciento de estar en una silla de ruedas de por vida me he quedado?

- Ni lo conozco, ni me interesa. No soy de pensar en lo que podría haber sido, ni voy a compadecerte con hipótesis sobre preocupaciones que jamás ocurrieron. Estás aquí, estoy aquí, y debes centrarte en ello y aferrarte a ello. No hay más. No hay nada que explicar.

- Para ti no existen los milagros ni las energías, por tanto.

- Tampoco he dicho eso. He dicho que no cuestiono lo que simplemente es. Si quieres hablar de mitología, de energías, de la muerte; si quieres aprender algo, puedo darte dos tazas repletas de sabiduría ahora mismo.

- De acuerdo. Me interesa el tema, no voy a evitar ni a evadir esta conversación.

- Perfecto. Como sabrás, cada cultura tiene sus propias creencias y su propia forma de entender la vida y la muerte. De hecho, sé que conoces representaciones como “La Parca” o los “shinigami”.

- Sí. Bien sabes de mi orientación a curiosear en la filosofía oriental. Procede.

- De acuerdo.

Los shinigami son los dioses que incitan a los seres humanos hacia la muerte, o inducen sentimientos de querer morir en las personas, tal como se explica en los conceptos de religión o cultura popular japonesa. Las homólogas occidentales de estos espíritus serían las parcas, personificaciones del Fatum o destino en la mitología romana, que controlaban el metafórico hilo de la vida de cada mortal desde el nacimiento hasta la muerte.

Los shinigami entraron al folklore japonés entre los siglos dieciocho y diecinueve. Durante este periodo de tiempo, las ideas de occidente, en particular las del cristianismo, interactuaron con deidades de la muerte del Shinto nativo (Izanami) o sintoísmo, el budismo (Mrtyu-mara), y las creencias taoístas. De este choque nacieron los shinigami, espíritus similares a las parcas aunque con leves diferencias.

En primer lugar, el mundo occidental moderno ha reducido las tres hermanas hilanderas de la mitología romana, que personifican el nacimiento, la vida y la muerte, a una sola entidad conocida generalmente como la Parca o el «ángel de la muerte». En cambio, los shinigami son muchos y según se cuenta trabajarían en pares.

En segundo lugar, la parca es sólo un psicopompo: sirve para cortar los últimos lazos entre el alma y el cuerpo además de para guiar al difunto al otro mundo. De este modo la figura no tendría ningún control sobre el hecho de la muerte de la víctima. Por el otro lado, los shinigami tienen el trabajo de asegurarse de que cada humano fallezca exactamente en el momento marcado por su destino, decidiendo la forma en que morirá o instigándolo hacia la misma con el fin de cumplir con la fecha establecida.

Según se deduce, ni la Parca (singular, como ángel de la muerte) ni los shinigami tienen control sobre dicha fecha, la del deceso de la persona, facultad que sí tenían deidades más antiguas, como las moiras de la mitología griega y las nornas de la mitología nórdica, quienes se dedicaban a enrollar para luego cortar el hilo que medía la longitud de la vida con una tijera, fijando así el momento de la muerte.

- … Joder. Sí que entiendes del tema.

- Es mi deber entender para que tú puedas comprender. Es parte de mi tarea como tutor y maestro. Lo importante de lo que te acabo de contar es que todas las historias coinciden en un punto: se habla de representaciones, chico. Son figuras icónicas, imaginarias. No es por tanto algo a lo que debas prestar una especial atención. Debes atender a tu presente, al mundo real.

- En el mundo real existe la muerte.

- Sí, pero como punto final a una vida, no como idea latente. No como ser con poder para elegir tu hora, si no como mero acompañante del último aliento. Hay gente que vive con miedo a la muerte, pero no es tu caso. Nunca lo fue. No lo es ahora. Siempre te dio más miedo vivir, arriesgar, luchar por lo que verdaderamente querías.

- …

- Exacto. No puedes negar la evidencia, por ello callas. No creo en representaciones pero sí en energías y en oportunidades. Si estoy aquí hablando contigo, aunque magullado, es porque así debe ser. Es porque se te ha brindado la posibilidad de despertar.

- ¿Despertar?

- Correcto, muchacho. Despertar. Reconectar contigo mismo. Con tu yo interior. Con la consciencia del ser. Reencarnarte en una versión mejorada de ti mismo. Lo que tantas veces hemos hablado. Seguir adelante, ganar o aprender, esforzarse, luchar. Sólo que a un nivel mucho más profundo e intenso.

Prosigo.

Dicen que tenemos dos vidas: Una es la que vivimos de manera habitual y rutinaria. La otra es la que se inicia cuando nos damos cuenta de que SÓLO HAY UNA. Se podría considerar un despertar.

Por hacerte un símil médico, ya que los visitas de todas las clases y colores últimamente: ¿Conoces un procedimiento denominado “cardioversión eléctrica interna”? Es un proceso de unas dos horas que se realiza en pacientes con arritmias. Se anestesia profundamente al sujeto, se hace descender su temperatura corporal para lograr, durante un breve periodo de tiempo, una parada cardiaca, se introduce un catéter directamente en el corazón y se aplica un choque eléctrico inferior a un segundo de duración para hacer que éste vuelva a latir. Los impulsos eléctricos son dolorosos, de ahí la sedación. En algunas ocasiones, ese reseteo del corazón logra eliminar las arritmias. Un proceso minucioso que mejora el devenir de una existencia.

Una chispa, una simple chispa que como una llave que enciende un motor de inyección al ser girada, da movimiento a lo que estuvo frío y parado, revive lo muerto, y logra en un instante lo que había deteriorado durante meses, sino años, la calidad de vida del sujeto en cuestión. Una llama que prende y mejora, desterrando lo negativo, resolviendo el problema, superando con creces algunas de las imperfecciones que por naturaleza, todos tenemos.

¿Dónde está el alma durante la sedación? ¿A dónde viaja? ¿Y durante el breve periodo de muerte inducida? ¿Es la nada? ¿Ves el todo?

Es imposible que ese ser no despierte sintiéndose distinto. Sabiendo algo más que no todos saben. Cuestionándose cosas. Relativizando los problemas. Diferente. En otro nivel.

Tú has estado sedado ya en varias ocasiones estas semanas y conoces la sensación que provoca el abrir los ojos creyendo que has exhalado un suspiro cuando en realidad han transcurrido horas. Has participado en un accidente que se ha llevado a una persona por delante y que perfectamente podía haber acabado contigo muerto, o en silla de ruedas. Tal cual. Literal. Sin medias tintas.

No vas a volver a ser el mismo, pequeño, y en parte, no sabes cuánto me alegro. No del modo en que los hechos se han desarrollado estos últimos dos meses, pero sí de tu respuesta a la adversidad y de la fortaleza que has sabido desarrollar cuando más falta hacía. Incluso has mantenido una energía y un sentido del humor bastante remarcables dadas las historias que han rodeado a un fin de trayecto tan inesperado… como necesario.

Eres un superviviente, eres afortunado, te ha sido dada la oportunidad de reconducir todo aquello que se había desviado - columna incluida. Humor negro - Aprovéchala, muchacho. Reinicia el sistema. Usa la chispa en el corazón; por dolorosa que sea, lo hará volver a latir, encima sin defectos del pasado. Pocas personas pueden contar lo que tú. Dale el valor que se merece y no te me pierdas en gilipolleces.

Espero que toda esta etapa de dolores, sin sabores, decepciones, traiciones, tergiversaciones y oscuridad te sirvan justo para todo lo contrario: para ser feliz como mereces. Decía Oscar Wilde:

“No vivas dando tantas explicaciones; 
tus amigos no las necesitan,
tus enemigos no las creen
y los estúpidos no las entienden.”

Al fin y al cabo, ni amigos ni enemigos están obligados a moverse de forma predecible, ¿Verdad? No todos los adversarios pueden ser derrotados con ataques calculados. Por ello, al menos debes conocer bien a tus aliados. Y a ti mismo. Patrones de comportamiento, patrones de movimiento… Todo.

Grábate a fuego de una vez la importancia relativa que debe darse a las emociones: los sentimientos sólo complican las cosas. No puedes confiar en que te saquen de un problema. Hay gente que se ha destrozado la vida por dejarse llevar por las sensibilidades y los sentimentalismos. Tendremos que tomar decisiones más allá de lo preestablecido y de las emociones.

Desaprender. Desaprendernos. Reaprender. Reaprendernos.

Queridos lectores, estamos haciendo varios cambios en nuestro camino y en éste, nuestro mundo. Si no sabéis nada de nosotros… Es que sois uno de esos cambios. Gracias por haber acabado con el baile de máscaras y haber mostrado, todos, vuestro verdadero rostro. Vuestras retorcidas mezquindades y niñerías, vuestras intenciones de hacer daño en un momento de debilidad (que no han logrado absolutamente nada salvo allanarnos el terreno y reafirmar que las intuiciones y pulsiones que sosteníamos desde hace meses eran las correctas) son para mí y para el joven toda una victoria.

Podría hacerme el engreído y decir que me descojono de tan desesperada muestra de odio y rencor que no ha conseguido ni rozar en lo más mínimo mis ánimos renovados y mis sueños retomados. Pero no lo haré. No me pondré a ese nivel. No soy mejor que nadie, de hecho, estoy seguro de que por mal que podáis hablar o pensar de mí… Soy incluso peor. Pero recordad el refranero popular:

 “Lo que dice Juan de Pedro… Dice más de Juan, que de Pedro”

...

Por mi parte siempre digo que a todas y cada una de las personas que han pasado por mi vida les deseo lo mejor. Todas me han enseñado algo y al final eso es lo que cuenta. He podido comprobar que el caos existe, que quien maneja los hilos no tiene un plan preparado para cada uno de nosotros; que el destino es caprichoso, impredecible, cambiante, quizá inexistente. Si hubiese un juez, no es de carne y hueso. Mi hora llegará, vuestra hora llegará, será cuestión de tiempo, de vernos las caras, de karma, de un dios si creéis en él, de conciencia y reflexión personal o de que la mencionada Parca nos visite. Sí que tenemos por seguro que ésta última, la muerte, no faltará a su cita. A mi parece haberme estrechado la mano para susurrarme al oído: no es tu hora, muchacho.

Es por ello que los juicios subjetivos con dedos acusadores del mundo terrenal se me han quedado tan lejos y tan carentes de toda consideración o importancia. Me he distanciado del peor de mis defectos: la necesidad de agradar a nada o a nadie. Y la libertad que saboreo es demasiado suculenta como para creer que debo agachar la cabeza ante nadie, avergonzarme, disculparme o lamentarme. No hay marcha atrás, y es una gozada. Es la mejor droga que jamás he probado. Espero que todos alcancéis dicho conocimiento sin tener que llegar a los extremos que yo he tenido que sortear. Hablo de sortear, no de padecer. No me considero víctima. Estaba en el momento inoportuno en el lugar inadecuado. No hay más. Y no me refiero sólo al día del accidente.

Un buen amigo me dice que uno alcanza cierta paz cuando es capaz de reconocerse a sí mismo sus miserias. No puedo estar más de acuerdo.

Sin más, con una espalda rota, un puñado de calmantes en el cuerpo, una resurrección con versión renovada y enriquecida y una sonrisa plena en la piel y en el espíritu, me despido por ahora.

Namasté. Paz.

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