Capítulo Treintaitrés. Estática

Tres meses.

Con un soporte de metal entre pecho y espalda vuelvo a subir a mi particular vía de meditación: una bicicleta estática que me ayuda a disipar la atrofia muscular tras varias semanas de obligada inactividad. Y mientras pedaleo mirando al horizonte de mi terraza, comienza a llover.

La lluvia... Mi relación con ella sigue siendo un enigma que pocas mentes, siquiera la mía, alcanzan a comprender. Un golpe de viento hace virar la dirección del agua y un torrente constante comienza a empaparme.

¿Creéis que ello me hace desistir y bajarme del asiento?

En absoluto.

Me enfundo el gorro en la cabeza, subo el volumen de la música y comienzo a impulsarme más fuerte si cabe. Bendito aguacero. Su presencia y humedad no me resultan una contrariedad. Me cala y el frío hace que me sienta más alerta, más en el momento presente. Más vivo. Dado que dejé marchar al tigre de manera sorpresiva hace no mucho, debo analizar bajo mis propios criterios la realidad que me rodea. Y sin su sapiencia y templanza, admito que mis energías son difíciles de controlar.

Pero al fin y al cabo, no era el único personaje con el cual mantenía diálogos introspectivos: también existen el crío y la figura oscura, y estos no han dejado de hacerme compañía.

Al pequeño lo mantengo al margen de toda la espiral de acontecimientos que han sobrevolado mi psique eventualmente. Siempre deseé para él un mundo, si no perfecto, al menos estable. Y dado que no puedo ofrecerle tal cosa por el momento, prefiero que siga cobijado y dormitando tras la cara oculta de la luna. A estas alturas de la película no creo que haga falta explicar que ese crío representa tanto la reminiscencia de mi niñez como mi ilusión evidente por ser algún día un buen padre.

Para eso supongo que antes habrá que llegar a ser una buena persona.

¿Quién sabe? Tal vez dentro de muchos años pueda darle a leer esto y sepa lo mucho que fue amado cuando su existencia era aún una mera utopía. Hace más de un año le dediqué una poesía a ese hijo no nato, y me gustaría plasmarla en éste, mi espacio personal, en futura ocasión. Por una sencilla razón: he dedicado tantas palabras cargadas de verdadera y sana admiración que han acabado valiendo menos que nada, que prefiero ofrendarle ahora mi lírica a pecho descubierto a un ser imaginario. Él al menos no puede dañarme con un gesto de total indiferencia o con una respuesta de mera y burda cortesía.

Quizá algún día lo haga el muy cabroncete; quizá consiga dolerme cuando entre en la fase de rebeldía que todo joven debe atravesar durante su adolescencia. Espero estar preparado para entonces y ser lo suficientemente fuerte para encajar el golpe sin que me descoloque como hoy día lo hace el no comprender el mundo moderno.

Ese mundo donde nos sobra tiempo para comentar y publicar decenas de fotos en redes sociales pero no para preguntar a alguien supuestamente apreciado un mero "¿Cómo estás?" Entiendo que algo debo haber hecho bastante mal en todas y cada una de mis elecciones del año.

Pero se aprende. De todo se aprende. De las decepciones, de lo que más. Así que no tomen esto como un reproche victimista. Es una reflexión sincera basada en lo que vivo actualmente y es lo que hierve y aumenta la temperatura corporal mientras el sudor hace aparición y se disimula cautivo junto a las gotas de lluvia adheridas a mi piel.

Agua fría contra agua caliente; y mis piernas que no dejan de rotar. Curiosamente en movimiento pero sin lograr avanzar. Estático, como si mi esfuerzo no sirviera para progresar o subir los peldaños del camino. Pero claro que sirve. Al menos para mí. Sin desplazarme, me estoy fortaleciendo. Porque a veces parar, meditar en un sitio clavado e invariable, observar desde la quietud y hacer una foto fija del panorama que nos rodea es la mejor manera de hacer un análisis objetivo y no supeditado a las emociones de lo que verdaderamente ocurre en nuestro círculo vital.

Y quien no está dentro de ese círculo, es porque no desea estar. No hay más.

Al final es cierto que vivimos en una jungla del todo o nada y el sálvese quien pueda. Si no soy capaz de secundar y armonizarme con las reglas del juego las opciones son doblegarse a sus normas, salirse de la partida o continuar siendo uno mismo aun a sabiendas del monstruoso "game over" que voy a tragarme al final del recorrido.

Gustoso me reventaré la boca contra ese muro antes que intentar ser alguien que no soy. Duele sentirse idiota, pero más dañaría ir en contra de nuestros propios valores y principios.

Si cambiamos nuestra conducta por lograr algo que creemos desear... quizá ese algo no merezca tanto la pena. Una cosa es adaptarse y modificar malas costumbres y otra muy diferente es ser ninguneado por la complacencia y el desinterés. Hoy leí una gran afirmación y es que no todas las personas dejamos de querer. Algunas, simplemente... Dejamos de insistir.

A nadie le gusta sentirse una molestia en casa ajena. Y mejor irse antes que ser echado.

En todas estas reflexiones está también presente la figura oscura, esa que cobardemente denominé 'odio' en su día. Supongo que era más fácil asumir que mis partes grises eran más bien un añadido externo - y hablar en tercera persona de algo que escapaba a mi control - para así poder descargar sobre ello toda la culpabilidad de mis malas reacciones o decisiones. Nada más lejos de la realidad. El tigre, el niño, la figura oscura, el humano: aquí somos todos uno, y sólo como equipo, lograremos una victoria duradera y adulta.

Recuerdo que hace años, cuando comencé a escribir - mucho antes de la existencia de este blog ya utilizaba la alegoría del tigre blanco como recurso literario y psicológico para crear un álter ego - culpaba al felino, por su fiereza y violencia animal, de mis puntuales malos modos. Cuando maduré, acepté que esa parte no modulada de mi compleja personalidad me pertenecía a mí y sólo a mí. Toda estructura del carácter tiene su base en experiencias del pasado, algunas tan de nuestra más tierna infancia que ni siquiera podemos acceder a los recuerdos que la provocaron.

Lo que vivimos nos va moldeando pero en última instancia tenemos la capacidad de decidir. Por tanto no se puede señalar a los acontecimientos y a las personas externas como culpables de nuestros agravios internos. Claro que puedo cagarme siete veces en todo lo cagable. Todos debemos si algo no nos agrada o no nos sale como esperábamos. Somos humanos, no robots al fin y al cabo. Pero que la emoción y la razón que puedas poseer no te hagan perder las formas.

Es algo que gracias a los experimentos sociales de este ciclo he comprendido y digerido. Y de ello quiero hacer partícipe, con franqueza, a todos los agentes restantes involucrados: a los que están, a los que estuvieron, a los que desean estar y a los que estarán. Hoy me apetece dar algunos nombres propios y situar a cada cual donde creo le corresponde.

- Agradezco a Jose Antonio Baena, gran amigo y posiblemente mentor espiritual del inicio de este camino hace poco más de un año, su aparición en mi vida y su ímpetu y esfuerzo por intentar lograr que reluzca todo lo bueno que hay en mí, muy por encima de los defectos que poseo.

Sé que no nos vemos tanto como te gustaría y sé que te has sentido desamparado e incluso obviado en muchos de tus consejos y circunstancias, pero créeme: nada cayó en saco roto y gracias a eso, aunque más tarde de lo esperado, estoy surcando este sendero repleto de enseñanzas, todas positivas.

El hombre que llegaré a ser tiene y tendrá mucha de tu capacidad innata para advertir en las personas su aptitud latente para ser puras, para ser buenas. Sigues confiando en la raza humana por mucho que ésta intente demostrarte su zafiedad y crueldad. Sigues creyendo que aún quedan hombres rectos, algunos presos de malas vivencias, pero con corazones nobles por los que merece la pena luchar.

Tú luchaste por el mío, y aunque me llevó meses reconocer la autenticidad de tus palabras, al final supe resurgir de mis propias cenizas para retribuir en su momento por voz - y ahora por escrito - el empeño y el tiempo que invertiste en alguien que apenas conocías porque viste en él la chispa de alguien soñador y con un punto diferente de lo habitual.

Tenemos en común una virtud que se vuelve defecto, como antes mencionaba: vemos el potencial de las personas. Más allá de lo que son, vemos lo que podrían llegar a ser. Idealizamos una imagen basada en nuestro criterio, que puede diferir bastante del de la persona que tenemos enfrente. Nos sentimos devaluados y no prioritarios cuando no recibimos de vuelta todo el cariño que tratamos de demostrar con atención, detalles, gestos y buenas palabras. Pero hay que validar y captar los preceptos de la sociedad actual y de la libertad humana. A saber:

1) No todo el mundo desea nuestro amor - por buenas que sean las pretensiones implícitas - ni todo el mundo sabe querer o está preparado para ello. Además, una vasta mayoría de la población estamos perdidos en este planeta: ¿Cuánta gente que dice quererse aunque sea un mínimo tiene conductas autodestructivas? Me incluyo. Te incluyo. Cuántas veces hemos huído de lo positivo... Cuántas noches hemos caído en los malos hábitos.

2) Igual que existe nuestra libertad para ofertar, los beneficiarios de tales obsequios están en todo su derecho de no aceptarlos o de no recepcionarlos como esperamos. Claro que a todos nos agrada recibir una respuesta sincera ante algo en lo que hemos puesto corazón y espíritu. Regalamos tiempo. Una lágrima de emoción, un mensaje de voz quebrada por lo inesperado, una sensación de estima verdadera... Eso añoramos. Pero no existe obligación ni contrato. Arriesgas a dar y quedarte sin nada. Sé bien de lo que hablo.

3) Aunque creamos en la capacidad del humano para evolucionar o progresar, aunque deseemos ver lo mejor que hay en cada persona que pasa por nuestra vida, no todas quieren ni están dispuestas a cambiar o a superarse. Una persona sólo cambia si lo considera necesario y positivo para su propia supervivencia. No intentes ser un agente o factor de cambio en la vida de nadie, ni aunque lo hagas de buena fé. No somos perfectos ni ejemplos de nada. Debemos partir de nuestras propias carencias y combatir primero por nuestras propias estimas y complejos. Comenzar por uno mismo es el mayor ejemplo de superación.

Amigo mío: a mí el modo contemporáneo de relacionarse de la gente también me parte el alma y el ánimo, también me supera en no pocas ocasiones y también me desilusiona de maneras inverosímiles para el resto de los mortales. Pero al final del día la elección es tuya, es mía, es nuestra: o te vuelves frío como el acero y pierdes tu esencia o soportas el dolor de que quizá no signifiques en la vida de otro ser humano lo que él o ella significan para tí.

No es consuelo, pero más vale llorar con tus valores íntegros que fallarte a tí mismo: eres la única persona que realmente va a estar contigo de principio a fin. No cambies lo que te hace ser tú. No es más fuerte el que nunca cae si no el que no ceja en su empeño por levantarse una y otra vez.


- Agradezco a Maria Elena su disponibilidad y su profesionalidad como mánager indiscutible de este rompecabezas que supone mi reto de autoconocimiento personal. Su mano guía firme hacia un entendimiento más profundo del yo interior, de los objetos mentales que tenemos como base en nuestras formas de interactuar con el medio y de nuestros automatismos. Me nutro semanalmente de su doctrina certera basada en el compromiso de realizar un pacto leal y formal con la salud desde el minuto cero: cambios de mentalidad y de perspectivas, ejercicios físicos y de concentración, dietas equilibradas, ciclos de sueño óptimos, tareas y deberes ofrecidos en forma de preguntas retóricas y reflexiones.

Al final somos simple energía, y voy consiguiendo ver las ventajas de enfocarla toda ella en propósitos: dejan menos espacio a las rumiaciones, los bloqueos y la mala praxis. Nada salvo la existencia tiene un fin asegurado, pero lo largo que pueda resultar el camino ya no me desespera: me motiva. Roma no se hizo en un día y un hombre no se viste por los pies todas las mañanas desde que nace. El aquí firmante acaba de comenzar una carrera de catorce años. No me importa el tiempo si no la calidad del mismo.

Seguimos en un proceso que se acerca al zénit de sus porqués y que va tocando las teclas adecuadas hacia una melodía armoniosa (no exenta de notas disonantes) cual obra de piano en proceso de composición. Si la vida es una sinfonía o un deporte, tengo a la mejor directora de orquesta u entrenadora posible.

Recogiste a un sujeto totalmente envuelto en ansiedades, e incluso con golpes inesperados de por medio, se han ido vislumbrando los cimientos fortificados de un prometedor futuro que en lo que se da una palmada, será presente.

Me gustaría decir mucho más pero considero que no procede todavía. Queda por construir.


- Agradezco la vida a esos padres incansables y fieles escuderos que saben que esta batalla es pan comido para las capacidades de mi verdadero de ser. A ellos que saben ver la bondad y el buen fondo incluso en los momentos de mayor tensión, y que saben entender siempre el trasfondo de mis posibles quejas y lamentos.

Nunca me han dado la razón como a los tontos pero sí han sabido hacerme sentir comprendido en unos meses de elevado estrés emocional, causado por diferentes factores. Es tan de mi estilo que la frustración por no sentirme entendido derive en incomodidades innecesarias, que harían falta no siglos, milenios, para poder pagar todo lo que os debo. Habéis sufrido conmigo cada revés y nunca habéis pedido nada a cambio. Es vuestra solidaridad un ejemplo de empatía excepcional.

En un momento crítico existencial supieron apoyarme, dejando de lado, seguramente, muchos de sus propios anhelos respecto a mi proyecto y mi persona, con tal de alcanzar un fin mucho más reconfortante: ver plenamente feliz a un hijo que aman. Si la vida es una cuestión de arraigos y lazos que no se destruyen, tengo unos vínculos de sangre altamente envidiables.

Incluiría aquí a mi hermano pero entonces este capítulo no tendría fin. Él tiene su propio agradecimiento en esta página; fue uno de los primeros textos que redacté nada más iniciar esta epopeya literaria que va camino de tornarse interminable.


- Agradezco a mis compañeros del trabajo - de los cuales muchos, puedo decir con orgullo, considero amigos - su cariño y su abrazo siempre disponible, sus conversaciones profundas y sus críticas constructivas. Hacer mención a nombres propios sería desmerecer al resto y no me parecería justo, pero hay personas con las que he mantenido charlas tan diversas y de tanto calado personal que no hacer incapié en ellas sería también hacerme un flaco favor. Ha habido puntos de inflexión que se han dado en mi entorno laboral, y por tanto no podían faltar en este listado tan especial y honesto. Desde recibir vuestro apoyo constante durante los meses de baja forzada, pasando por las veces que me habéis sostenido por los pasillos; las ocasiones en las que me habéis cubierto y arropado - con sustos que terminan en ambulancia incluídos - la de veces que vuestro amor altruista ha hecho que el día a día sea más llevadero. Esa energía tan única que logra que hable de mi empleo con orgullo y alegría. Tener la certeza de que bajo toda circunstancia y sin importar la presión de nuestros roles siempre vamos a reirnos a pleno pulmón en algún momento de la jornada. Soy un privilegiado.


- Agradezco la reaparición de personas que sin haber estado, siempre estuvieron. El tiempo pone las cosas en su sitio y hay quienes han tenido el don de dar señales en el momento oportuno. A otras, os he buscado yo seguramente, y habéis respondido superando mis expectativas. Hay amistades y conexiones que no necesitan de un contacto diario para estar cuando verdaderamente hacen falta. Hay relaciones a las que mejor no definir con un nombre al uso, pues pierden su calidad y su especialidad. Han pasado años, meses, y sin embargo, las sensaciones parecen inalteradas. Como si las manecillas del reloj se hubiesen detenido en el momento exacto en el cual todo nos cuadraba. Como si vernos tras largo tiempo no importara. Como si hubiese quedado tanto por aportarnos mutuamente, tanto por hacer, tanto por decir... En este grupo incluyo a todas esas nuevas incorporaciones que hacen ameno el día a día; que siempre tienen un hueco para mandar un chiste, una noticia cómica, una instantánea agradable o una broma. Quien regala sonrisas y atención magnánima en este mundo, es un tesoro. Soy rico pues.


- Agradezco la desaparición de esas personas que, habiendo estado, nunca estuvieron. De vosotros es de quien más he aprendido este año. Que del dicho al hecho, hay un trecho. Lamento todo aquello que os haya podido molestar u ofender, pero como consejo os diré que de nada sirve envenenarse: os habéis mordido vuestras propias lenguas, y a mí, os guste o no, poco me ha salpicado de tal espectáculo infantil y virulento cargado de "corre, ve y dile"; no exento además de tergiversaciones, manipulaciones, mentiras... Tranquilos, jamás os menciono, y si lo hago, siempre hablo del respeto que tengo a lo positivo que aportásteis. Que nos quiten lo bailado. Supongo que algo habréis ganado con vuestras acciones, si no, pobres infelices. Nadie podrá aducir que no di la cara por vosotros incluso en momentos en los cuales no lo merecíais, y pagásteis esa moneda con una acción deleznable: si ya es cobarde no ir de cara si realmente sentíais que se os había traicionado en modo alguno, mucho más ruín es hacer uso de tanta bilis malversada mientras vuestro antiguo camarada se encontraba inmóvil en una cama con la espalda rota. Brindo por vuestro rotundo fracaso a la hora de intentar joder. No me siento retratado en vuestros relatos, lo siento.

Tampoco espero que os arrepintáis ni que tengáis remordimiento alguno. De hecho, jamás os interesó nada de lo que escribo, mucho menos os va a interesar ahora. No espero que leáis esto ni es mi intención llamaros a escena. Si vosotros estáis en paz y sois felices, seré el primero en celebrarlo. Eso sí: desde lejos. Bendiciones y buenas noches.

...

El que crea que no puede escapar de sus propias circunstancias, se equivoca. El éxito se encuentra justo en el lado opuesto de todos nuestros miedos, y esto no es una gilipoyez de autoayuda o pseudociencia, es mi propia experiencia, se basa en hechos. Al miedo se le apuñala. En todos los agradecimientos que habéis leído hay un punto común: el yo.

Los consejos de Jose Antonio no habrían servido de nada si yo hubiese mirado hacia otro lado eternamente. Maria Elena no podría ser mi "entrenadora personal" si yo no hubiese tomado la decisión de llamarla y confesar que necesitaba un empujón extrínseco. Mis padres no serían el ejemplo y el soporte que son hoy día si no los tuviera en cuenta como se merecen. Mis compañeros de trabajo no serían tan enriquecedores si yo no disfrutara de lo que hago cada día con pasión; si fuese diariamente a mi puesto a cubrir el expediente, sin más. Las personas que han reaparecido cuando se las necesitaba no podrían haber aportado lo que aportan, no podrían estar, si yo no las hubiese dejado 'volver'. Si yo hubiese cerrado las puertas de posibles reencuentros, reuniones y recuerdos. De muchos de los que no están me deshice por voluntad propia, y de aquellos que decidieron alejarse o desaparecer por su propio pie, no guardo reproche ni añoranza alguna. No os echo en falta. No lo digo con prepotencia, si no con la determinación de quien ha dejado de ser un sujeto meramente pasivo en su propia película y ha decidido reescribir el guión de manera activa.

Es la capacidad de elección, al fin y al cabo.

Llevo más de una hora y veinte subido en la bicicleta. He recorrido una distancia que me habría hecho llegar de mi casa a Fuengirola sin problema alguno. Por aquí sigue lloviendo. Estoy mojado a más no poder. Y no me importa. Más bien me encanta.

Mañana volveré a subirme al mismo sillín. Es una estática. Y aunque parezca no avanzar... Seguiré avanzando.

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